miércoles, 22 de agosto de 2018

La dinástía búyida II: La era del esplendor.


Medalla de Rukn-ad-Daula con símbolos reales
sasánidas. Fuente: Wikipedia
Saludos. En el artículo anterior nos quedamos en el momento en el que Ali bin Buya, llamado  Imad ad-Daula llega al final de su vida, en el 949. Recordemos que los tres hermanos bin Buya se habían repartido sus territorios en tres emiratos: el de Fars, gobernado por el propio Ali; El de Rei, gobernado por Rukn-ad-Daula y el de Bagdad, que tenía dominado al propio califa, para el hermano menor, Mu´izz ad-Daula, o Hasan bin Buya.  En adelante usaré los títulos que les otorgaron los califas, para evitar confusiones.

Antes de su muerte, el viejo Imad-ad-Daula hizo llamar al único descendiente de su familia que había llegado a los 13 años: el príncipe Fana-Khusrau, hijo de Rukn-ad-Daula, y le legó el emirato de Fars. Pero no se preocupó de ningún otro asunto relativo a la sucesión del título de “Emir mayor” o “Emir principal”. Cuando murió, Fana-Khusrau tenía quince años, y su padre Rukn ad-Daula, el mayor de los bin Buya que quedaba vivo,  pasó con él los primeros nueve meses de su reinado, a pesar de sus numerosos problemas en Rei, para asegurar el traspaso de poderes a su hijo, y para darle las directrices necesarias para el gobierno de Fars, como emir sometido a la autoridad de “Emir mayor”, pues en eso se convirtió Rukn-ad-Daula.  Esto se sabe porque en las monedas de Fars, el nombre de Rukn ad-Daula aparece junto al de su hijo. Su otro hermano, Mu´izz ad-Daula no pareció haber hecho gran cosa por disputar el título a su hermano, aunque puesto que Fana-Khusrau iba a recibir un nuevo nombre, sí aprovechó para influir directamente en el califa y evitar que este llamara a Fana-Khusrau “Taj ad-Daula”, “corona del reino”. En su lugar fue llamado “Adud-ad-Daula”. Ese título no comprometía las aspiraciones de Mu´izz a ser algún día “Emir mayor”. Tal vez se debió a eso. Para Mu´izz ad-Daula, sabiendo que cuando Rukn-ad-Daula muriera, sólo quedarían sus sobrinos al mando de los demás emiratos, y confió en poder asumir el título de “Emir mayor” sin oposición, y así asegurar la posición a su hijo, el futuro Izz-ad-Daula, frente a sus primos.

Pero volvamos a Rukn-ad-Daula. Ahora era el indiscutible “Emir Mayor” de la casa búyida. La situación en los emiratos era la siguiente: en Bagdad, sólo los Hamdánidas de Aleppo se oponían a la posición de los búyidas, además de la siempre tensa relación con Bizancio. En Fars, el recién nombrado Adud-ad-Daula se enfrentó a casi veinte años de paz, en los que pudo crecer familiarizado con las labores de la administración. Fue Rukn ad-Daula quien soportó el peso de las hostilidades en el disputado territorio de Rei. Con los ziyáridas al norte y los samánidas al este, Rukn atacó y recibió ofensivas en estos frentes. Eso sí, como “Emir Mayor” sí tuvo la autoridad para obligar a Mu´izz ad-Daula a proporcionarle más recursos.  Las guerras entre los búyidas contra ziyáridas y samánidas fueron largas, amargas y poco resolutivas. Rukn ad-Daula tuvo que firmar un tratado con los samánidas,  que a pesar de no ser demasiado humillante, le obligaba a pagar cierta cantidad anualmente. A cambio, Jorasán se convirtió en virtualmente independiente.  Con los ziyáridas fue aun más dolorosa, pues la ciudad de Isfahan cayó varias veces en ambas manos. Pero el tratado anterior le permitió concentrar los esfuerzos para conquistar al fin Tabaristán y Gurgan, y recibir el sometimiento  de los ziyáridas, de manos del propio Vushmgir. Y también mantuvo una larga y difícil guerra con los kurdos, que tuvo que abortar tras la muerte repentina de su general, y que no quedaría resuelta hasta el gobierno de Adud ad-Daula, pues la casa de Hasanwaihid aprovechó la tregua para fortificar sus ya inaccesibles tierras. Por otro lado, no pocos kurdos formaron parte de las tropas mercenarias de Rukn, que supo apreciar su tradición de caballería pesada de impacto, tan diferente a la turca y persa.
Pantanos de Iraq, donde el tiempo parece haberse
detenido.

En esos casi veinte años, Mu´izz ad-Daula vio malogrados sus planes de futuro al sufrir la desgracia de morirse en el 967, durante una campaña contra el reino shanihida, situado en las tierras pantanosas del sureste de Iraq.   Rukn-ad-Daula seguía vivo,  puesto que el heredero de Mu´izz sería su joven hijo Izz-ad-Daula, Rukn y Adud acordaron dar de lado a esa rama a la hora de nombrar un nuevo “Emir Mayor”. Tuvo tiempo de testamentar, y el cronista Miskawaih, visir de Mu´izz y luego de Rukn, dejó transcrito en su “Experiencia de las naciones” el testamento del búyida. En ella, recomienda finalmente a su hijo, Izz-ad-daula, no disputar el emirato a su primo, Adud-ad-Daula. Mu´izz había luchado con gran éxito contra los Hamdánidas, y había lanzados muchas campañas contra el reino de los pantanos del sur del Eúfrates. También había ayudado a Adud-ad-Daula a conquistar Omán, con lo que el emirato de Fars dominaba ambas orillas de la entrada al Golfo Pérsico. Su hijo Izz-ad-daula siguió al principio las indicaciones de su padre, pero no tardó en desviarse.

Además, en Bagdad fue donde las tensiones en el ejército entre dailamis y turcos se hicieron más fuertes. Izz no fue diligente en el asunto de las pagas, y se retrasaron. Necesitado de dinero, culpó a los turcos y se lanzó hacia el sur, para expropiarles todas las tierras que les había asignado.  El jefe militar de Izz-ad-daula era un turco,  Sebik Tegin, y cuando este inició marchó,  una revuelta en Bagdad, aprovechada por los Hamdánidas para hacer una incursión en Iraq que le llevaría a las puertas de la ciudad. Y para colmo, ese año los fatimíes, que  eran chiíes, se hicieron con el poder en Egipto, y declararon abiertamente su oposición a los califas abásidas y su intención de destruirlo. Precisamente el califato defendido por los búyidas, que también eran chiíes.    Izz-ad-Daula estaba en apuros y no tuvo más remedio que pedir ayuda a Rukn-ad-Daula, y este obligó a Adud-ad-Daula a prestársela. Podemos imaginar sin duda esta conversación en términos familiares: “¡Ayuda a tu primo!”. Pero Adud lo hizo con renuencia, y llegó a retrasar su asistencia confiando en que Izz caería en una de las plazas fuertes donde estaba asediado. Pero Izz-ad-Daula resistió, y Adud se vio impelido por su padre una vez más a ayudarle. Y con la vena de la frente hinchada. Imaginad la escena.

Adud-ad-Daula ya empezaba a despuntar y tenía planes, claro. Sabía que su padre no tardaría en fallecer, y su hermano menor, señalado ya por Rukn como sucesor en el emirato de Rei, no le plantearía problemas para ser “Emir Mayor”. E Izz era un pusilánime al que pensaba, no solo excluir de la línea sucesoria, sino arrebatar todo el territorio de Iraq. Sin embargo, Rukn sabía cómo dominarlo, y Adud tuvo que entrar en Iraq a ayudar a su primo. Aplacaron la revuelta turca. Sebik Tegin fue ejecutado, y Adud reinstauró a Izz, como su propio visir. Pero la relación con su padre se había deteriorado, y por primera vez, Adud vio peligrar su futuro emirato. Llegó a temer que Rukn señalara, tras la disputa, a su hijo menor. Fueron los visires los que mediaron para que Rukn y Adud se reconciliaran. Hombres de estado, capaces de ver más allá de las razones familiares, los visires de los búyidas, de los que hablaremos más adelante, terminaron de construir el imperio.

               
La revuelta del anti-emperador Bardas Skleros fue aprovechada por
los búyidas
Rukn-ad-Daula falleció poco después de esta cumbre, e Izz-ad-Daula, que no había sido invitado, no reconoció a Adud-ad-Daula. ¿Por qué decidió esto? Se vio apoyado sin duda por el califa y los hamdánidas, que lo preferían a él,  más manejable y débil, a Adud, en Iraq, a quien sabían que no podrían dominar.  Tenía un visir que jugaba un doble juego hacia él y hacia el califa. Y ese visir logró que Fakr-ad-Daula, hermano de Adud, y emir de Rei, se rebelara  también contra Adud, con la clara intención de conseguir un poder independiente en el norte de Iraq.

Adud-ad-Daula invadió Iraq y venció a Izz-ad-Daula en una terrible batalla. El primo, no obstante, salió con vida, y llegó a pactar un trato con Adud, reconociendo su supremacía, y con la condición de que no pactara ninguna ayuda con los hamdánidas. Pero Izz no cumplió, y Adud tuvo que volver a luchar contra él. Esa vez fue capturado y muerto. Mientras, Fakr ad-Daula fue también puesto en fuga, y se unió al ziyárida Qabus en Tabaristán. Adud confió la marcha de este frente a otro hermano, Mu´yad ad-Daula, que los persiguió, aunque ambos fugitivos terminaron recogidos en la corte samánida.

Adud se quedó en Iraq. Terminó de ordenar todos los asuntos, derrotando a los kurdos que se habían unido a la rebelión de Izz ad-Daula, así como domeñando a los turcos, y sometiendo de nuevo a los hamdánidas, que quedaron sometidos otra vez a la casa búyida. Y de paso, capturó a un importante rebede del imperio bizantino: Bardas Sklerós, que se había instalado en territorios limítrofes entre ambos poderes y se había rodeado de numerosas tropas musulmanas. Adud había jugado a darle apoyo, pero cuando Bardas Sklerós se convirtió en jugosa moneda de cambio, lo capturó y comenzó a negociar con los bizantinos su entrega.

Así fue como en poco más tres años. Adud ad-Daula tomó el poder absoluto en el imperio que habían creado los búyidas. Iraq quedó sometido. Las regiones kurdas, tras la purga en la casa de Hasanwaith, fue de nuevo entregada a uno de los pocos que Adud dejó con vida, que desde entonces le fue siempre fiel. El emirato de Rei fue entregado a Mu´yad-ad-Daula. Kirman seguía en manos safáridas, pero estos reconocían y tributaban a los búyidas, y Omán y las regiones del golfo a su otro hermano, Samsam ad-Daula. Este periodo, aunque breve, se considera el cénit del poder búyida. Nos detendremos un poco en él porque merece la pena.

Fortalezas iraníes
El visir, filósofo y cronista Miskawayth dejó testimonio de estos años en su “Experiencia de las naciones”, que luego fue continuada, ya en periodo Seljuk, por otro visi, Rudhrawari, recopilando numerosos documentos originales de la época. Esta crónica es un testimonio apasionante de los hechos, las negociaciones, los testamentos y todos los análisis de las figuras. Hemos de pensar que los búyidas no hicieron todo eso solo. Preocupados principalmente por las cuestiones militares y la adquisición de recursos para pagar al ejército, los visires fueron piezas claves en la construcción de sus estados. Visires, además, pertenecientes a una élite intelectual, y que sirvieron con frecuencia en varias casas, llevando y trayendo ideas de unas a otras.

Gracias a estas crónicas sabemos cómo Rukn y Adud mejoraron las principales ciudades de su imperio, con la gran Bagdad como modelo. Sobre todo Isfahan fue engrandecida por Rukn ad-Daula. También Shiraz, o Arrajan, la ciudad favorita de Rukn ad-Daula. También acometieron grandes obras públicas, como carreteras y puentes, dentro de una estrategia de mejorar las comunicaciones entre Iraq e Irán.  Construyeron un canal que permitía navegar el eje Tigris/Eúfrates/Karun, en Khuzistan, sin tener que salir al Golfo Pérsico.  También hablan de la gestión de organismos fundamentales, como el correo. Rudhrawari escribe que ninguna noticia tardaba más de una semana en llegar a Adud en Iraq, y con frecuencia frutas y otras mercancías eran llevadas a sus palacios en perfecto estado.  No hicieron, sin embargo, nuevas mezquitas en Bagdad. Respetaron esta potestad de los califas, que a pesar de sus limitaciones, siguieron construyéndolas. Sí hicieron hermosas mezquitas en sus capitales.

¿Sabéis cómo vivía un príncipe búyida? La crónica nos lo describe. Es muy interesante.  Adud era conocido por su disciplina y por su austeridad.  Su día comenzaba tomando un baño, y luego yendo a la oración (la primera del día se hace al amanecer). Luego recibía a sus visires y su consejo real, en el que participaban el jefe del ejército dailami y el jefe de los turcos. Revisaban entonces las últimas noticias y se tomaban decisiones sobre el gobierno. A media mañana bajaba a la oficina del correo. Adud era un fanático de este servicio, y si alguna vez se retrasaba, el jinete debía tener una excusa muy pero que muy buena para salvar el pescuezo. La crónica dedica varias líneas a este rasgo de su gobierno. Tomaba el correo, elegía las que iban a él y luego devolvía las demás a la oficina de correos para que llegara al resto de sus destinatarios, pues el correo no servía sólo al príncipe. Entonces leía todas sus cartas, las pasaba a sus visires y daba indicaciones sobre las respuestas, mientras todas las deliberaciones quedaban registradas en acta. Entonces iba a comer, descansar y rezar de nuevo. Así por la tarde ya se iba al salón donde bebían vino, escuchaban música y repasaban las cartas ya escritas, se corregían y enviaban. El resto de la velada escuchaba a los músicos y charlaba con sus amigos. Se comenta que solía interrogar a músicos y poetas sobre sus composiciones.

Nótese la atención que prestaba a las comunicaciones y la importancia de la labor de los visires, que redactaban las cartas. Cualquier gobernante que no fuera cuidadoso caería en manos de ellos. No fue el caso de Adud, que siempre se implicó mucho en las decisiones y la política de su reino. En la crónica se cuenta una leyenda sobre una esclava de la que se prendó y que le “distrajo” demasiado del gobierno, pero hasta el propio cronista deshecha la historia como poco creíble y por ser repetida con casi todos los gobernantes.

Una de las hermosas mezquitas búyidas en Isfahan
En cuanto a esta, hablaremos un poco de su papel como gobernante del Islam. Recordemos que en el caso de Imad-ad-Daula, había decidido mantener al califa pero mantener el poder de forma más o menos oficial, sin aspiraciones a una corona real. En cambio, con Adud, el concepto de monarquía irania quedó totalmente perfilado. De hecho,  fue gracias a los visires que esta idea se afianzó. Resulta que fueron los ziyáridas los primeros en aspirar a recuperar la corona irania.  Celebraban el Año Nuevo Iranio, y en las monedas que acuñaban añadían símbolos y epítetos de la monarquía sasánida. Rukn-ad-Daula fue rehén en la corte ziyárida durante un tiempo y tomó contacto con esas ideas. Y cuando uno de sus visires, el principal ideólogo del asunto entró al servicio de Rukn-ad-Daula y luego de Adud, consiguió que estos terminaran de perfilar su rol. En esta época el persa volvió a ser utilizado en la corte búyida, y todos los príncipes recibieron al nacer nombres persas (recordemos que Adud-ad-Daula se llamaba Fana-Kusrahu, mientras que su padre, Rukn, se había llamado Ahmed bin Buya). El fundador de la dinastía, Ali bin Buya, era hijo de pescadores. Sabía que los dailami no le reconocerían como rey.  Adud encargó una genealogía más “adecuada” para reclamar la corona, que enlazaba con los reyes sasánidas. Y finalmente, recibió la corona de manos del califato.  Y aunque nunca se planteó salir del Islam, si  consiguió la separación total de poder religioso y político de manos del califa abásida At-Tai, en una elaborada ceremonia de coronación con cientos de trampas, y numerosos símbolos ocultos que los árabes abásidas no entendieron, pero que los iranios sí valoraban.

En la ceremonia, Adud negoció llegar a caballo, pero el califa no aceptó. Puso una barrera, para que tuviera que desmontar. Adud pidió también una cortina para que sus súbditos no le vieran besar el suelo delante de At-Tai, pero este tampoco aceptó. Y cedió en esto para conseguir lo que realmente quería. Veréis, en la ceremonia, Adud recibiría una corona, pero no de manos del califa, sino de sus ministros. Sin embargo, Adud llevaría un bucle suelo, adornado con una joya. Lo que negoció es que el califa debería asegurar dicho bucle bajo la corona si este se soltaba, en un momento en el que Adud estaba frente a sus generales. Este gesto, al que el califa no dio importancia, permitió legitimar que Adud había recibido la corona de manos del califa. Y tras ello, el califa declaró que le delegaba todo el poder en  él. Aquello era lo que había imaginado: la monarquía irania restaurada por el califa, bendecida por la “sombra de Dios en la tierra”. Eso era lo que significaba realmente aquello.

No cabe duda del papel que Adud dio a los búyidas. En las negociaciones con Bizancio para la devolución de unas fortalezas, el visir indica a Bardas Phokas que Adud ad-Daula  es, y cito, “el monarca del Islam”. Es apenas una frase en un párrafo de una transcripción, pero está llena de significado. El imperio búyida tomó para sí todo el poder político y militar del califato. Fueron “el califa en lugar del califa”, como diría Iznogud el Infame. Y esta estructura fue tan estable  y funcional  que cuando los turcos Seljuk derrotaron a los Búyidasla  aprovecharon esta estructura creada por ellos para tomar igualmente el poder, a pesar de mantener sus costumbres nómadas. El componente  iranio lo mantuvieron las dinastías turcas  a través de sus visires, reconociéndolos como elemento superior. No en vano, el visir de los selyúcida  Alparlsan y Malikshah fue el iranio Nizam al Mulk, el visir de visires, y del que ya hablaremos en futuros artículos.

La verdad es que el título que tomó, “Rey de Reyes”, que enlazaba con la casa sasánida, los reyes partos y los monarcas aqueménidas, no fue universalmente reconocido, pero hasta los samánidas, suníes, llegaron a respetar el símbolo de esa monarquía irania renacida, que sólo la fragmentación de las dinastías musulmanas .

En el próximo artículo contaremos los últimos años de esta dinastía.

 

 

domingo, 5 de agosto de 2018

La dinastía Búyida I: el intermedio iranio

 Sur del mar Caspio. Fuente: wikipedia
Saludos. En el artículo de hoy estudiaremos la última gran dinastía persa que nos queda en los albores del siglo XI en Irán. Los Búyidas, que desde sus montañosos orígenes en las tierras del sur del Mar Caspio, se expandieron en paralelo a una casa samánida (que ya había alcanzado su cénit en Jorasán y la Transoxiana), por el centro y el oeste de Persia, llegando incluso a dominar Irak, incluido Bagdad y a sus indolentes califas de la casa abásida. Desde mediados del siglo X y durante un siglo, los búyidas, gracias a esta ocupación, protagonizaron un periodo denominado por los historiadores como "intermedio iranio": los años en los que el califato abásida estuvo bajo el puño de dinastías iranias, que hicieron de puente entre el dominio de los árabes y el de los turcos que estaba por llegar.
Bien, lo primero es saber que los búyidas eran una dinastía dailami, o dailamita. Pero ¿quiénes eran estos dailamitas? En las montañosas regiones que forman la orilla sur del Mar Caspio se encontraba el hogar de estas tribus iranias. En cuanto a sus orígenes, encontramos ya menciones a ellos en Ptolomeo, por ejemplo. Probablemente llegaran con el advenimiento de los arios a Irán que describe Herodoto.
La orografía permitía la cría de ganado vacuno, pero no así para la cría de grandes manadas de caballos o la agricultura extensiva. Las tribus, por lo tanto, vivían una vida pastoril en una tierra hermosa, pero difícil. Ya hemos visto otras veces que las sociedades pastoriles requieren poca mano de obra y suelen generar excedentes de población que provocan o bien su expansión o bien, grandes migraciones (germanos, turcos, mongoles...). Los dailami, sin caballos, no podían ocupar la gran estepa a la que  caían las laderas de sus montañas. Pero la belicosa naturaleza de la región les aportó la solución; las guerras de todos los reyes persas sirvieron como fuente de ingresos, pues comenzaron a servir como mercenarios, y pronto mostraron su valía como soldados de infantería. Encontramos mercenarios dailami totalmente organizados en los ejércitos de la casa sasánida, el gran enemigo oriental de Roma, y los seguimos viendo de forma ininterrumpida en todos los ejércitos califales tras la conquista islámica de Persia, así como dinásticos persas, beduinos (como los Hamdánidas) e incluso turcos. Desarrollaron una doctrina de combate muy característica y efectiva. Equipados con largas espadas (que portaban suspendida de dos puntos, inclinada, no colgando recta de la cadera, lo que nos da una idea de la longitud de las espadas y la calidad de su acero), bien protegidos con cascos, escudos y, en el caso de los ejércitos personales de los emires,  corazas de buena calidad, y portando también unas jabalinas muy características, llamadas "zupin",  los dailami eran capaces de lanzar unas cargas devastadoras contra la infantería enemiga; combatir en formación cerrada, juntando escudos, o bien adaptarse al terreno, abrir la formación y combatir con garantías basándose en una más que apta capacidad de esgrima individual. Y también se fueron adaptando a la lucha contra la caballería enemiga, incorporando a sus filas algunos arqueros dailami (¿qué persa no era apto con los arcos por entonces?). La profesionalización de estas bandas de mercenarios hizo el resto. A lo largo de la historia, las compañías de dailami vencerían batallas incluso superados ampliamente en número.

Mapa por ro4444 -, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20409117
Durante la conquista árabe de Persia, los primeros intentos de acceder a sus montañas terminaron en desastre. Y cuando llegó la hora de los misioneros islámicos para su conversión, tampoco fueron atendidos por los dailami. Casi doscientos años después de la Hégira, a pesar de que toda Persia estuviera convertida al islam, los dailami seguían adorando al fuego en sus cultos zoroástricos.
Fue un grupo de perseguidos, seguidores de Ali, yerno del Profeta, los que se refugiaron al fin entre ellos, huyendo de la persecución suní. Estos sí consiguieron las primeras conversiones, y los dailami profesaron desde ese momento la doctrina chií zaidita. Fue un proceso gradual, pero a mediados del siglo IX, una de las primeras dinastías dailami, los Banu Justan, se apoyaron en los imanes zaiditas para legitimar sus aspiraciones para gobernar la región de Tabaristán, que ya mencionamoso en los artículos sobre los samánidas.
Recordemos también que para esta época, el califato abásida estaba en plena descomposición. Los safáridas, tahíridas y samánidas por el este, y las numerosas dinastías independizadas en el norte de África, no eran sino la muestra de que la casa abásida había perdido el control de Dar-al-Islam, y su poder era únicamente simbólico.
Es en este confuso periodo en el que nace en las montañas Ali bin Buya, el fundador de la dinastía, alrededor del 890. No se sabe mucho de su infancia, salvo que se unió a las compañías de mercenarios que recorrían las montañas buscando nuevos reclutas, en cuanto tuvo edad para empuñar las "zupin". No tardó en despuntar entre los duros mercenarios, y se sabe que sirvió en los ejércitos samánidas de Nasr, el Emir Afortunado.
Tal vez en busca de nuevas oportunidades que la estabilidad de los territorios samánidas le negaba, bin Buya marchó con sus mercenarios a uno de los frentes tradicionales: Tabaristán. Alí se puso al servicio de un gobernador aliado de los samánidas, Makan, que gobernaba en Rei. También se ganó su confianza, ascendió en el escalafón, y tuvo autoridad para traer a su lado a sus dos hermanos menores: Hasan y Ahmed bin Buya. Es curioso, pero sin esos dos hermanos, si hubiera sido hijo único, la historia podría haber sido muy diferente.
Makan se rebeló contra los samánidas, pero el que aprovechó la situación fue el príncipe de otra casa de la que hablamos ya la otra vez, los Ziyáridas de Tabaristán. Mardavij venció a Makan, y de súbito Ali y sus hermanos aparecieron a su lado. Mardavij recompensó a Ali con el gobierno de la ciudad de Karaj.
Entonces ocurrió algo que terminó de decidir a Ali bin Buya a tomar las riendas de su destino. Fue algo así: desde su posición en Nishapur, donde Makan había sido vencido, Ali recibió un mensaje de Mardavij para que fuera a Rei a recibir su nombramiento. Sin embargo, mientras viajaba, Mardavij prestó oídos a los que le hablaban mal de Ali, y le recomendaban que lo depusiera, tal vez por ser demasiado válido. Mardavij anuló el nombramiento antes de la llegada del búyida.  Sin embargo, alguno de los partidarios de Ali supo de la conspiración y le avisó. Entonces tuvo que tomar una importante decisión: seguir hasta Rei a someterse a los "caprichos" de Mardavij o bien cruzar su propio "Rubicón" iranio y marchar a toda prisa a Karaj a ponerse al frente de la situación. Y esto fue lo que hizo, al fin.

Montañas dailam. Lo que queda de Alamout,
hogar de los Asesinos. Fue originalmente
un castillo búyida.
Fuente: wikipedia
Y aquí fue donde el destino conspiró a su favor. Recordad lo que hablábamos de la descomposición del califato abásida. Pues bien, esta desorganización había dejado a numerosos mercenarios en diversas guarniciones, abandonados a su suerte. En Karaj había varias compañías dailami, llevadas allí para luchar contra los herejes jurramitas que querían tomar Karaj. La realidad es que el califa hacía como que les pagaban, y los dailami hacían como que luchaban, y así iban las cosas. La llegada de Ali, un gran líder, cambió todo esto. Organizó las tropas, tomó todas las fortalezas jurramitas en una campaña relámpago y se aseguró el control de la región, así como el gran tesoro de los herejes, que invirtió en más mercenarios. En esto, su necesidad de caballería fue suplida por ghilmen mercenarios turcos. Los dailami y los turcos no se llevaron bien nunca, pero quien paga manda.
En vano intentó Mardavij levantar a aquellas tropas contra su nuevo líder. Ali y sus hermanos eran de su propio pueblo, y confiaron en ellos para que los guiaran a nuevas victorias y tesoros. En este momento, Ali reclamó un título del califa que le reconociera, y este llegó, pero siempre por debajo de Mardavij, lo que no le satisfizo.
Mardavij y los ziyáridas reunieron sus tropas para acabar con Ali, pero este abandonó Karaj y se dirigió al sureste. Atacó y conquistó Isfahán y Arrajan sin esfuerzo, pues los ejércitos enemigos se pusieron de su lado en cuanto formaron para la batalla.  Y el gobernador de estas tierras se enfrentó al fin con los búyidas, pero los dailami lo aplastaron totalmente. Y eso, combinado con una generosa paz, hizo que el gobernador se pasara a su lado. Esto les abrió por fin toda la región de Fars, incluido Isfahán, mientras que los Ziyáridas se quedaban con Tabaristán y Rei.
Entonces Ali comenzó a mover a sus hermanos. Ahmed, el más joven, marchó contra Kirman, que reconocía el poder samánida, y cambió esto para que así reconocieran a los búyidas. Hasan, el segundo, prosiguió la campaña contra los ziyáridas en el norte. Mientras, Ali pactaba con los bárlidas, una dinastía que gobernaba la provincia que limitaba con Irak y el golfo pérsico, porque los bárlidas estaban en guerra contra el califato. Ahmed, que ya era un gran general, entró en Mesopotamia por el actual Kuwait y ascendió aplastando cualquier oposición hasta las puertas de Bagdad, y mandó emisarios a negociar la rendición con el califa. Aquí fue donde Ali tomó la decisión más importante de su reinado. Podría haber acabado con el califa. Después de todo, eran suníes, mientras que los dailami eran chiíes, que solían ser perseguidos por los suníes. Pero Ali tenía una visión: quería gobernar sobre Dar-el-islam, y concibió por ello una suerte de estado en el que los califas tendrían el poder simbólico y legitimador, y los búyidas recibirían de él el mandamiento de gobernar todas sus tierras. Por eso, solo por eso, el califato sobrevivió, aunque fuera sometido totalmente a los búyidas. Sin ese reconocimiento califal, la autoridad búyida jamás sería reconocida, ni su poder legitimado, por ninguna otra dinastía.
El palacio del califa, "preocupado", mientras Mu´izz Ad-Dawla está
a las puertas de Bagdad.fuente
En el año 945, los búyidas entraron en paz en Bagdad, donde el califa los invistió con su poder político, y les dio los nombres con el que entrarían en la historia: Ali bin Buya sería para siempre llamado Imad ad-Daula (Pilar del Reino); Hasan, Rukn ad-Daula (Portador del Reino) y Ahmed, Mu´izz ad-Daula (Baluarte del Reino). Ya vimos estos nombres, sobre todo Rukn, en el artículo sobre los samánidas. Y otra cosa: Bagdad estaba plagada de mercenarios turcos. Tal y como Mu´izz entró, los turcos se pasaron al bando búyida.
Y poco después, en el 948, Rukn ad-daula venció su larga campaña contra los ziyáridas, y se anexionó Tabaristán y el territorio de Rei. Así se formó el imperio búyida, en un periodo no superior a doce años. Pero su imperio presentaba importantes particularidades, contrapuestas al samánida, que merece la pena estudiar.
En efecto, hay que destacar en esta rápida formación del imperio, los búyidas se repartieron el territorio en forma de tres emiratos prácticamente independientes: Emirato de Rei para Rukn ad-Daula, el de Bagdad para Mu´izz ad-Daula y el de Shiraz para Imad ad-Daula. De los tres hermanos, Imad que consideraro el "emir al-umara", el "hermano mayor", con autoridad sobre los otros. Y si bien esto era cierto en el caso de Mu´izz, no era así con Rukn.
Gracias a las monedas y quiénes son nombrados en ella, se sabe qué
emir obedecía a quien.
Por otro lado, la formación del imperio, a base de ejércitos mercenarios, obligó a crear una estructura feudal, una especie de dictadura militar con una aristocracia guerrera, y un sistema de impuestos dedicado al pago de mercenarios. Esto no tardó en someter a los búyidas a una presión económica importante. En tercer lugar, se comenzó a pagar también a los mercenarios con tierras expropiadas a los enemigos. Este sistema dio buenos resultados inicialmente, pero los soldados no son buenos campesinos, y al cabo de pocos años esto causaría muchos conflictos.
Imad creó un imperio militar, no cultura, a diferencia de los samánidas, que eran reconocidos por el pueblo y los gobernadores.  No tuvo tiempo. Y tampoco lo tuvo para establecer un sistema claro de sucesión. En el futuro, los emires serían siempre parientes, pero sólo la personalidad de cada uno decidiría quién sería el emir principal, el "primus inter pares" búyida.
En los próximos artículos veremos como tras la muerte de Imad, el imperio búyida evoluciona a algo diferente, cómo dio salida a esa voluntad de independencia persa que ya encontramos en los samánidas

LOS EJÉRCITO BÚYIDAS EN LOS WARGAMES
En los diferentes juegos se han conseguido plasmar las especiales características de los ejércitos dailami de diferentes maneras, y yo creo que acertadamente. Salvo en dBA, donde todos los ejércitos tienen 12 bases, los sistemas de juego basados en punto llevan sistemáticamente ha hacer ejércitos con pocas tropas de muy buena calidad.

En DBA, la lista es la III/57, con una agresividad de 3, y tres opciones:
a) Bagdad, que representa la lista del emirato de Bagdad: tiene hasta cinco caballerías (los turcos que se unieron a Mu´izz) o bien una Cv y 4x 5Wb, de ghazis fanáticos. Luego tiene 4 peanas de Ax, que representan a los mercenarios regulares dailami; 2 de psilois (dailamis con arco) y una 3Bd, que representa a tropas indias o afganas que Mu´izz  se trajo de Shiraz.
b) Lista genérica de dailami, con estos representados como 3Ax, no 4Ax. Esto representa que no son regulares, sino tropas tribales. PUede reunir entre siete y nueve Ax, y el resto 2Ps.
c) Lista para los demás emiratos: General Cv o 4Ax, 6 peanas de 4Ax, una ligera (beduinos) 2 psilois y una peana opcional entre Cv (ghilmen turcos o bien caballería kurda, con lanza) o elefantes.
En DBA, las simplificadas reglas creo que no permiten disfrutar de las "sensaciones" de una auténtica carga Dailami.

En FoG, los ejércitos búyidas de "Decline and Fall" se muestran con muy poca variedad de tropas: Dailami (MF superior, regular, acorazados, impact foot, swordmen), con opción de arcos en filas traseras,  Ghilmen (CV acorazada arco/swordmen superior regular), caballería kurda (CV acoraza, irregular, lancer/swordmen), algún elefante, alguna MF india y arqueros dailami. Pero, claro, aquí una carga dailami sí es de las que duelen.

Dailami de Grippingbeast

En Art de la Guerre, la lista es la  191. Se compone de las mismas tropas. Y los dailami son MF élite, impacto, con opción de apoyo trasero. También dan bastantes sensaciones. A la carga, ese impacto es arrollador, y su capacidad de élite, unido a su apoyo, hace que incluso ganándoles por 1 ó 2 de diferencia, no sufran daños.
Casi todas las marcas de musulmanes tienen dailami, pero mis favoritos son los de Old Glory, que además tienen un modelo con abrigo de piel vuelta, que te sirven para representar dailamis tribales, en lugar de mercenarios regulares.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Histórica, el nacimiento de una revista

Pues he aquí que por azar del destino, una cosa llevó a otra, y un nutrido grupo de blogueros hemos decidido juntar cabezas para hacer esta revista, a la que hemos llamado "Histórica". ¿Con qué objeto? Pues, de acuerdo a nuestro manifiesto, a mejorar en la medida de nuestras (y en mi caso, especialmente humildes) posibilidades la calidad de la divulgación histórica. Y hacerlo de forma amena.
Cada mes aparecerá en esta revista una selección de artículos de los participantes. Y como es un momento muy emocionante, os dejo aquí el primer número. Hay gente muy leída y con mucho bagaje en estos artículos. Espero que os entretengan un rato. Desde HistoriaHispano participamos este mes con nuestro artículo sobre los maoríes y las Guerras del Trueno.
Revista "Histórica"