viernes, 22 de marzo de 2019

La Primera Guerra Púnica, parte II.


Saludos. Habíamos dejado a nuestros admirados romanos y cartagineses en el cambio de paradigma que supuso la batalla naval de Milas, en el 260 a.d.C.
En los siguientes cuatro años, la guerra, pues esta fue una guerra larga, se sucedieron pequeñas acciones por tierra y por mar. Un general llamado Amílcar, enterado de ciertas desavenencias entre los romanos y sus aliados sicilianos, atacó a estos cuando estaban separados de aquellos, en una brillante acción que acabó con cuatro mil auxiliares menos. Poco después, este Amílcar fue enviado a Cerdeña, y la flota romana le siguió y atacó por sorpresa, le derrotó y le capturaron muchos barcos. Los propios cartagineses crucificaron (literalmente) a su general por incompetencia. También se combatió ePalermo y Camarina. En fin, a cada golpe seguía un contragolpe un poco más audaz.
No fue hasta el 256 a.d.C cuando los romanos decidieron que debían llevar la guerra a África. Reunieron una gran flota al mando de Marco Atilio Régulo y Lucio Manlio. Tenían transporte de caballos y víveres y trescientas naves ponteadas. Claro que todos estos preparativos no habían pasado desapercibido a los cartagineses, y su vez estos reunieron una flota asombrosa de trescientas cincuenta naves de guerra, y se dirigieron a Sicilia, donde se organizaba la escuadra.

La batalla de Écnomo

Los romanos, sabiendo que iban a cruzar el mar abierto, expuestos a las maniobras cartaginesas, diseñaron una formación muy especial, algo que no se había visto antes y que les proporcionó una gran protección: una cuña. Dos cuerpos de la flota avanzaban dispuestos en una línea escalonada tras las dos naves consulares. El tercer y cuarto cuerpo formaban la base del triángulo. Era el tercero el que remolcaba los transportes. El cuarto cerraba la retaguardia y proporcionaba protección, pues superaba el ancho de la cuña y sobresalía por ambos flancos. Cuando la flota zarpó, navegaron cerca de Écnomo, en la costa de Sicilia, con esta a la derecha. Navegaban paralelos a la costa cuando los cartagineses les atacaron.
Estos habían dispuestos sus naves en una formación extendida, de una sola nave de profundidad, con un ala extendida a la derecha, hacia alta mar, con objeto de envolver la formación. El encargado de esta misión fue Hannón, el derrotado en Agrigento, mientras que la flota centralla guiaría otro Amílcar (no, tampoco este es el Bárquida, ni el anterior, crucificado en Cerdeña). Y en verdad eran ambos almirantes notables, pues esta batalla no se decidió por la impericia o la falta de audacia de ninguno de los bandos. Os he preparado unos gráficos para entender bien el desarrollo de este asombroso encuentro naval.
Despligue inicial

Polibio nos dice que había 120 soldados y 200 remeros por nave. En total, en Écnomo se enfrentaron más de 300.000 hombres. Fue la batalla naval más grande de la Antigüedad, librada por dos potencias iguales en fuerza y en recursos por aquel entonces.
Amílcar, decíamos, atacó con su frente extendido, pero los romanos estimaron que su formación era más fuerte que la de los cartagineses, y se lanzaron contra el centro con objeto de atravesar el frente. Ahí marcharon los cuerpos primero y segundo de la flota, la punta de la cuña. Pero Amílcar era un tipo muy listo, y por algo los cartagineses eran considerados los señores del mar. En una asombrosa maniobra, todo su frente dio media vuelta al mismo tiempo (hablamos de al menos doscientas naves en línea, sin estorbarse), fingió huir y esperó a que los romanos le siguieran. Y lo hicieron. Vaya si lo hicieron.
Amílcar atrae a la vanguardia romana fingiendo una retirada

En ese momento, al alejarse el primer y segundo cuerpo, el tercero y cuarto, con los transportes, quedaron desprotegidos. Soltaron los transportes y se aprestaron al combate, porque en ese momento les llegó desde el mar abierto Hannón con su cuerpo de flota, y los pilló contra la costa. Pues entonces se reveló la brillante estrategia de los almirantes cartagineses, que supieron aprovechar sus fortalezas y llevar la batalla al punto donde querían. Supieron leer la batalla: la clave para evitar la invasión estaba en los transportes que remolcaba el tercer cuerpo. Sin ellos, un ejército tran grande no podría resistir en África. La brillante táctica cartaginesa, atrayendo la vanguardia lejos del resto de la flota con una maniobra perfectamente coordinada y ejecutada era el mejor ejemplo de lo que aquellos señores del mar podían hacer. Era la excelencia de una doctrina naval perfeccionada durante siglos.
Pero todavía tenían que hundir los transportes, protegidos por los barcos romanos, y para ello tenían que acercarse a ellos y luchar. Aquí fue donde el veneno de los cuervos aun escocía en las heridas de Cartago. Cuando Amílcar giró de nuevo para trabarse al fin con los romanos de la vanguardia, intentaba ganar tiempo para Hannón. Probablemente sabía que en combate, estaría en inferioridad frente a sus enemigos, pues se vería privado de su maniobrabilidad. Pero era el tiempo que Hannón necesitaba para arrinconar y asfixiar al tercer y cuarto cuerpo de flota romano, para atacarles con mucho cuidado, sólo donde tuvieran ventaja, e inutilizar sus medios. Imaginemos la vista de aquellos barcos romanos acercándose, con los cuervos maniobrando, listos para anclarse en las naves cartaginesas. La adrenalina, el miedo, las arengas de los capitanes...
Entonces llega Hannón desde alta mar a atacar a la retaguardia

Pero Hannón necesitó demasiado tiempo. De forma inconsciente, comprobaron que aquel tipo de guerra había quedado atrás. Ya no eran capaces de lanzarse con decisión a embestir a los romanos. Así que se limitaron a arrinconarlos y a aprovechar los combates ventajosos. 

Amílcar no resiste a la vanguardia romana, pero da tiempo a Hannón 

Incapaces de detener a los romanos, Amílcar fue derrotado, y aun tuvieron tiempo las naves romanas de vanguardia para regresar a asistir a los demás, y Hannón tuvo que huir sin haber cumplido su misión. Regresaron para preparar la defensa de África. 
Amílcar es puesto en fuga, y la mitad de la vanguardia regresa. Hannón 
huye ante el riesgo de quedar atrapado entre dos frentes.

Así terminó la batalla de Écnomo; la confirmación de que Cartago, su flota y sus tácticas habían quedado obsoletas. Aun así, consiguieron salvar la mayoría de sus naves.

Los romanos desembarcan en África.
Fuente. Arrecaballo
Tras la batalla, los romanos cruzaron el mar y desembavrcaron en la cosa de la actual Túnez antes incluso de que los supervivientes cartagineses de Énomo. Rápidamente se dispusieron a devastar las fincas y campos de sus enemigos, que se encerraron en Cartago sin salir a efnrentarse a ellos. Marco Régulo y Lucio Atilio asediaron las ciudades fortificadas y tomaron las que no lo estaban. Finalmente, Lucio Atilio fue llamado de vuelta, y Marco Régulo quedó allí con una fuerza expedicionaria de quince mil hombres, quinientos jinetes y cuarenta naves.
Marco atacó la villa de Adi, y los cartagineses decidieron entonces plantarles cara, pues ya sus fuerzas eran mucho menores. Pero designaron a generales muy conservadores que, a pesar de disponer de más y mejor caballería, además de elefantes, acamparon en una colina, cerca de los romanos, arruinando su ventaja.
Régulo era audaz y lanzó un asalto al campamento, de donde los cartagineses tuvieron que huir por patas. Sin oposición, tomaron Adi, y se dispuserion entonces a tomar Túnez, muy próxima ya a Cartago. Era la mejor posición para establecer una base permanente. La ciudad de Dido parecía condenada. Y entonces, una pequeña flota llegó al puerto de Cartago, procedente de la Hélade. Su cargamento era un grupo de mercenarios griegos, soldados de fortuna contratados por uno de los reclutadores cartagineses que, meses atrás, había comenzado su periplo en busca de nuevos guerreros. Y entre ellos, el arma más poderosa: la esperanza.

El general Jantipo
Los mercenarios griegos ahora lucían así. Lámina de Angus
McBride para Osprey
Jantipo, procedente de Esparta, había acudido a la llamada de los púnicos. Había crecido en los años en los que el rey Areo I de Esparta había despertado a la polis de su letargo de más de un siglo. Bajo su liderazgo, la Liga del Peloponeso había derrotado a Pirro de Epiro y mantenía una guerra atroz contra Antígono II de Macedonia. Los soldados profesionales de la época, como el propio Jantipo, tenían el culo pelado de batallar y habían mamado la doctrina de guerra helenística.. En los escasos periodos de paz quedaban disponibles en el mercado, y servían bajo los estandartes de ptolomeos, seleúcidas o macedonios, o de quien estuviera dispuesto a pagar, como los propios cartagineses.
Pues bien, Jantipo llegó cuando los cartagineses acababan de ser derrotados en Adi. Siendo una persona inquieta, estudió las tropas disponibles, e investigó lo ocurrido allí, tomando notas sobre el comportamiento en batalla de los romanos. Descubrió que, aunque Cartago tenía nociones de los modos helenísticos de combate e incluso había adquirido elefantes tras las constantes guerras con los Ptolomeos de Egipto y disponía de una excelente y numerosa caballería, los generales cartagineses no habían interiorizado los principios más importantes de aquel modo de batalla. Rehuían de las llanuras y las batallas campales frente a Roma, justo lo opuesto a lo que había hecho Piro, o lo que hubiera hecho cualquier otro estratego imbuido de las enseñanzas de Alejandro y sus sucesores.
Mientras ocurría esto, Marco Régulo se dio cuenta de que su año de consulado se iba a acabar, y decidió negociar con Cartago el cese de las hostilidades de manera favorable para Roma, pues deseaba sobre todo regresar como vencedor en África. Los sufetes se reunieron con él, pero Marco estimó demasiada su ventaja y propuso unas condiciones tan duras a Cartago que estos estimaron que aun derrotados definitivamente por Roma, no estarían mucho peor. Desesperados, pero con el orgullo intacto, rechazaron la propuesta del cónsul y se aprestaron para la lucha.
En esto que Jantipo se dirigió a ellos para convencerles de que podían ganar si actualizaban sus tácticas. Desesperados por la necesidad de conseguir la victoria, dieron al espartano el mando y pusieron todas las tropas disponibles a su disposición. Y con Jantipo, su ejército y sus libreta de notas bien llena de ideas, Cartago salió a campo abierto a desafiar a los hasta ese momento terribles romanos.
La batalla tuvo lugar en los llanos de Bagradas. Jantipo supo elegir el lugar, como supo también leer la doctrina romana, su mentalidad y su comportamiento en la batalla. Atentos, porque Bagradas cambió realmente a Cartago. Fue en Bagradas donde Jantipo les enseñó a machacar legiones.
Lo que hizo fue disponier sus ciento y pico de elefantes en el centro, en primera línea, con objeto de asaltar el frente de la legión. Tras ellos dispuso a la falange de la ciudad, a una distancia prudencial de los paquidermos. Posibio usa aquí el término “falange”, y nótese que si leéis esa preciosa novela de Gustave Flaubert llamada “Salambó”, el autor menciona explícitamente piqueros cartagineses. No obstante, el consenso actual es que Polibio se refería a una falange tipo hoplítico, formada por ciudadanos, no soldados profesionales. Los piqueros requerían una estructura militar que Cartago no tenía.
Asalto al frente romano en los llanos de Bagradas.
 Fuente Historynet
Luego dispuso a los mercenarios en el flanco izquierdo. Y, he aquí la clave, la caballería cartaginesa se dividió en ambos extremos de la línea, con una misión muy concreta que todos los que hayamos leído sobre Aníbal Barca reconoceremos de inmediato...
Los romanos se colocaron en un frente profundo y estrecho para encararse a los elefantes y aguantar su carga, con su escasa caballería en ambos flancos, de acuerdo a su tosca y predecible costumbre.
Pues bien, Jantipo lanzó a los elefantes contra el centro romano y lo machacaron. Aquel día se cansaron de pisotear, aplastar, lanzar por los aires y dar trompazos a los infelices legionarios de Régulo. Mientras, la caballería cartaginesa fue directamente hacia la romana en ambas alas, la puso en fuga y entonces, rodeó la formación de legionarios. Y al mismo tiempo, una vez los elefantes se habían abierto paso a través de las líneas romanas, Jantipo lanzó a la falange, fresca, descansada y con ganas de revancha, contra las maltrechas legiones. Un yunque. Y dos martillos en las alas. Sólo en su izquierda, los mercenarios fueron puestos en fuga por los romanos, pero la batalla había quedado decidida en el centro, pues allí, atrapados entre elefantes, caballería y lanceros cartagineses, se consumó un exterminio de legiones.
Salvo por los elefantes, de los que cincuenta años más tarde, Aníbal Barca no tuvo en Italia, vemos aquí los mismos acordes principales de la “sinfonía de la destrucción de Cannas”. De hecho, la estrategia de Aníbal en aquella batalla fue una adaptación de Bagradas a los medios que disponía, y obtuvo así los mismos resultados que Jantipo: una de las victorias más brillantes y aplastantes, y en este caso literalmente, que jamás sufrieron los romanos.
Sólo sobrevivieron unos cientos de romanos incluido el orgulloso Marco Régulo, que tuvo que rogar por su vida a quienes sólo unos días antes había amenazado con unas condiciones humillantes.

Los desastres en el mar
En los meses siguientes, los romanos sufrieton terribles reveses con su flota, no debidos a las batallas en sí, sino a los elementos. Una flota enorme fue destruida por una tempestad mientras navegaba, haciendo exhibición de fuerza antes las ciudades que no se habían entregado, en la costa sur de Sicilia. Las rocosas playas quedaron sembradas de maderas y d emuertos, y los cartagineses aprovecharon para desembarcar con su flota en Palermo, con más de cien elefantes y muchas ganas de volver a batallar contra Roma.
Los romanos no pudieron contra los elementos. Fuente Ancient History
Pero los romanos mostraon una vez más su carácter. Los supervivientes del desastre y sus aliados recuperaron las maderas útiles y construyeron en tres meses unos cien navíos, que se unieron al nuevo cónsul, Aulio Atilio en su brutal asalto a Palermo. Esta ciudad cayó, y los cartagineses se vieron una sola fortaleza en Sicilia, Drépana.
Pero al año siguiente, los romanos lanzaron su flota hacia África de nuevo, y tras varios desembarcos infructuosos, quedaron atrapados por una bajamar frente a una isla. Tuvieron que tirar todo el equipo por la borda para escapar en la siguiente pleamar, así que decidieorn regresar a Italia, y llegando a Sicilia, otra tempestad les hundió cien de aquellos navíos. Es interesante la reflexión que hace Polibio sobre esto, porque remarca el carácter violento y el uso de la fuerza como todo argumento y motor en las acciones romanos, ignorando todo sobre el mar, enfrentándose sin prudencia a los elementos, y desoyendo los consejos de los expertos. Vamos, le faltó decir que los romanos se enfrentaron al Mediterranio a leches. Y salieron muy mal parados.
Se vieron así en su peor momento, porque entonces renunciaron al mar y se centraron en la guerra terrestre, y cambieron de estrategia para rehuir la batalla campal, porque los cartagineses dominaban de nuevo los mares, y tras Bagradas, parecían invencibles en tierra. Ahora, los romanos comenzaron a temer en verdad a Cartago y pensaron de verdad que podían perder. 

El ejército romano republicano en wargames
La descripción más detallada que se tiene de las legiones la dio el propio Polibio. De hecho, en DBA, el ejército se llama Polybian Roman, y su lista es la II/33.
Lo que nos dice Polibio es que funcionaba por líneas, y hacían relevos. El primer frente era la vanguardia de velites, hostigadores armados a la ligera. Luego iban los prínceps y hastati, legionarios típicos, con jabalina (el pilum que conocemos no estaba totalmente desarrollado en esta época), escudo, casco, armadura y escudo. Las armas las aportaban los propios legionarios, que no eran guerreros permanentes, sino hombres libres: campesinos, mercaderes, etc. La última fila la formaban unos veteranos llamados triarios, que cerraban los huecos y apoyaban las zonas más debilitadas. con lanzas y grandes escudos. En ambas alas formaba la caballería romana.
Bien, en DBA esto se representa con dos peanas de Cv (una de ellas general, más por limitación del juego que por realidad, ya que los generales no solían inmiscuirse en combate y la caballería tenía una función auxiliar); luego hay seis bases de Bd, que son los hastati y príncipes; 2 peanas de Sp (triarios) y 2 de Ps (velites).
Fuente: Little green Studio

En AdlG, la lista es la 53, romanos republicanos. Es un ejército con mucho mando (4) y la posibilidad de enrolar estrategas. La caballería está realmente limitada. Los legionarios son infantería pesada, impacto y tienen posibilidad de equiparse con armadura pesada, y en un reducido número, ser élite. Luego hay opciones para tener legiones novatas, bajando calidades y equipo a mediocre y sin armadura. Luego hay unas limitadas opciones de auxiliares, entre los que encontramos galos, por ejemplo, o griegos, que ya no son hoplitas, sino Thureophoroi, representados como infantería media lanceros.

En FoG, me encantaba cómo estaban. Los legionarios eran HF, impact foot swordman armoured. ERan durísimos en impacto, pero las reglas representaban bien la ventaja de las falanges ordenadas, porque mientras estuvieran lanceros o piqueros en firmes, anulaban el "swordman" de las legiones. Claro, que en el turno de impacto, estaban igualados con piqueros y tenían ventaja sobre lanceros. Eran duelos muy emocionantes los de legionarios contra falanges.

Parte III   Parte I

martes, 5 de marzo de 2019

"Ser el mejor de los hombres"

Saludos. Mi colega Sandra González Parente, autora de "El rey de Nemi", y yo, acabamos de ganar el XI Certamen de Relato Histórico Hislibris, con un relato escrito a cuatro manos llamado "Ser el mejor de los hombres". No exagero si digo que ha sido para ambos el texto más difícil que nunca hemos hecho. Sandra, además de una escritora magnífica, es una auténtica erudita. Ha sido un placer trabajar con ella. Y muy divertido, la verdad.

Nuestro segundo relato, llamado "El signo de capricornio" ha entrado también en la selección para el libro que cada año edita la editorial Evohé con los elegidos por el jurado. Una alegría, la verdad.

Eso significa que habrá tercera parte y conclusión de la historia que iniciamos con "La isla de las sombras: la batalla de Esfacteria".
Habéis leído bien. Tercera parte. Por que la segunda... La segunda... 

viernes, 1 de marzo de 2019

La Primera Guerra Púnica. Parte I.

Mercenarios de Campania. Fuente: Anábasis  Histórica
Saludos. Comenzamos aquí una serie de artículos sobre la Primera Guerra Púnica.Estamos habituados a ver cómo los astutos cónsules o generales romanos recurrían a retorcidos ”cassus belli” para justificar sus guerras. Pero en esta época de la república, lo sorprendente es que no era necesario. Fue el propio pueblo romano el que decidió entrar en conflicto con Cartago. Lo que sí hicieron fue aprovechar la situación que habían provocado unos mercenarios de origen campano, que fueron a Sicilia algunos años antes al servicio de los siracusanos. Estos mercenarios, al servicio del tirano Agatocles, fueron destinados a Mesina. Allí vieron que la ocasión les era propicia para hacerse con el poder y tras un sangriento golpe de estado, mataron al consejo de la ciudad, desertaron de los siracusanos y se dieron a toda clase de pillajes. Comenzaron a autodenominarse “mamertinos”, pues Mamerto es el nombre que los campanos daban al dios de la Guerra.Tras unos años de desmanes, los siracusanos fueron a por ellos y comenzaron a pasar apuros, y entraron en negociaciones con los cartagineses para entregarles la ciudad. Pero he aquí que un grupo de mamertinos cruzó el estrecho hasta Italia y comenzó a negociar en paralelo con los romanos. Los romanos pensaban que si caía Mesina en manos cartaginsas, el resto de la isla no tardaría en caer. Roma ya había puesto orden en Regio, la ciudad frente a Mesina, al otro lado del estrecho, donde unos legionarios romanos habían desertado y habían hecho lo mismo que los mamertinos. Pues bien, corría el año 264 a.d.C., y el senado y los comicios se reunieron cada uno en sus sesiones para decidir qué hacer. El Senado, que dirigía la política exterior, desaconsejó la invasión de Sicilia. Roma acababa de salir de muchas guerras, y estaban casi arruinados. Tampoco estaban seguros de qué harían los cartagineses y los siracusanos. Pero, curiosamente, fue el pueblo, en los comicios, que tenían la potestad de declarar la guerra, los que optaron por probar fortuna, precisamente huyendo de la ruina. Una prueba más de que asociación de la democracia a la paz han ido de la mano sólo tras ls II G. M.

Las primeras hostilidades
Legiones republicanas, Fuente: Orden de batalla
Pues bien, los romanos enviaron al cónsul Apio Claudio con cuatro legiones hasta Regio, desde donde debía cruzar a Mesina. Mientras, el general cartaginés ya había entrado en Mesina, y estaba haciéndose con el poder cuando los propios mamertinos le tendieron una trampa y lo expulsaron de la ciudad, pues superion que Apio estaba ya en Regio dispuesto a cruzar. Los cartagineses sitiaron Mesina, y Apio Claudio cruzó el estrecho para asistir a los mamertinos. Esta fue la primera vez que un ejército romano operaba fuera de la península. De ahí lo relevante de todo esto desde un punto de vista histórico, considerando lo que ocurriría en los años posteriores.
En aquellos momentos, los romanos no tenían flota militar. Fueron los tarentinos y otros helenos del sur de Italia los que les prestaron los barcos. Pero tan pronto como entraron en Mesina y vieron a las fuerzas cartaginesas rodeando la ciudad, y a los siracusanos, que se pusieron al lado de los cartagineses, decidieron salir a combatir, a hacer lo que mejor hacían. Así que Apio Claudio sacó a sus tropas, y tras una dura batalla puso en fuga a cartagineses y siracusanos. Y viendo sus éxito, Apio no vaciló. Persiguió a los cartagineses y no les dio cuartel en ninguna de las plazas en las que se refugiaron, y finalmente, puso sitio a Siracusa.
En esto que su año de cónsul acabó, y Roma envió dos nuevos cónsules a Sicilia: Manio Otacilio y Manio Valerio. Numerosas poblaciones habían desertado de los cartagineses para entonces, y Siracusa, que acababa de descubrir con dolor de qué pasta estaban hechos los legionarios, se apostó su futuro a una nueva alianza con Roma. Y estos aceptaron encantados. Esta alianza tenía múltiples ventajas. Por un lado, los romanos se aseguraban avituallamiento sobre la propia isla, sin tener que depender de envíos de provisiones desde el continente. En segundo lugar, les permitía reducir su presencia a dos legiones, en lugar de las cuatro que habían destinado aquellos dos primeros años de guerra.

El asedio de Agrigento

Los cartagineses se lamieron las heridas y no tardaron en decidir que merecía la pena arriesgar para no perder Sicilia en aquel momento, cuando la habían tenido al alcance de sus dedos. Y si bien es cierto que los romanos les habían vencido en tierra, consideraron que las pérdidas sufridas eran aceptables, y su fuerza, pareja a Roma, y aún mayor, puesto que poseían el dominio del mar, indiscutible todavía, y tenían muchos recursos, tanto pecuniarios como humanos para apostar por su victoria. Siendo conscientes de que los romanos ya sólo habían dejado dos legiones, y estando más cómodos sabiendo que el resto de sus enemigos eran los propios siracusanos, a quienes ya conocían bien y tenían muy medidos, hicieron preparativos para reconquistar la isla. Reclutaron mercenarios entre los viejos enemigos de Roma: galos, ligures, campanos... Y si miráis un mapa, veréis que el mejor punto para llevar el equipamiento y agrupar las tropas, el lugar que mejor abrigo les proporcionaba para sus rutas de suministro, era la polis de Agrigento. Situada en la punta sur de Sicilia, la navegación hasta ella no podía ser interceptada. De modo que fueron reuniendo sus bagajes, provisiones, armas y tropas allí.
Fuente: Ancient HistoryEncyclopedia

Los cónsules del año, destinados a Sicilia, Lucio Postumo y Quinto Manilio, supieron entender bien la situación. A pesar de que la guerra se había extendido por la isla en forma de pequeñas escaramuzas, se dio cuenta de que era desde Agrigento desde donde todas las posiciones cartaginesas eran abastecidas y guarnecidas. De modo que se dispuso a cortar aquel “nudo gordiano” de un solo tajo, desentendiéndose de todos los frentes salvo la base de operaciones de sus enemigos. Así que hacia allá marchó con casi todas sus tropas.
En los siglos siguientes, muchos asedios emprenderían los romanos, y por mucho tiempo se hablaría de ello. Eran los maestros de la poliorcética: Alesia, Masada, etc. Y si en esos años lo hicieron tan bien, era porque llevaban siglos perfeccionando su técnica. Agrigento es uno de esos ejemplos. Un asedio asombroso, en el siglo III a.d.C., en el que ambos bandos tuvieron que dar lo mejor de sí.
El general cartaginés, Aníbal (no, no Aníbal Barca. Otro Aníbal, un poco mayor que Amílcar Barca) observó con impotencia cómo los romanos prepararon la circunvolución de la ciudad sin que ninguna de sus salidas tuviera éxito. Habían levantado dos campamentos, uno a cada lado de la ciudad, y fortificaron el espacio entre ambos con fosos, muros y torres de vigilancia. Y puesto que sabían que estaban en territorio enemigo, hicieron una segunda línea de circunvalación por el lado de fuera, para protegerse la retaguardia. Todos sus equipos y materiales se concentraban en una pequeña aldea llamada Herbeso, desde donde una línea de carretas transportaba continuamente las mercancías hasta el frente.
Aníbal podía abastecerse por mar, pero las líneas de suministro eran demasiado largas. Eso sí, envió numerosos mensajes a Cartago solicitando ayuda, pues en cierta forma, los romanos también estaban inmovilizados en Agrigento, y un ataque desde el exterior podría atraparlos entre dos frentes, y no dejó de intentar salidas para desgastar las defensas romanas.
En Cartago se atendió con celeridad la llamada de Aníbal. Reunieron más tropas, incluso un buen número de elefantes, y los embarcaron con rumbo a Sicilia. Quisiera destacar la gran ventaja tecnológica de los cartagineses. Antes de que los romanos pensaran siquiera en construir barcos de guerra, los cartagineses transportaban elefantes por mar. Elefantes. Dos siglos antes, los propios atenienses sorprendieron a los espartanos modificando sus naves para transportar caballos. Pues los cartagineses, insisto, transportaban elefantes.
El general de la nueva expedición se llamaba Hannón, y la verdad es que demostró estar a la altura de las circunstancias. Hannón desembarcó cerca de Heraclea, la tomó y la convirtió en su base de operaciones. Para aquel entonces, los romanos llevaban al menos cinco meses asediando Agrigento. Aníbal y sus tropas pasaban hambre. Hannón leyó acertadamente la situación, y en un ataque por sorpresa tomó Herbeso y segó con un solo movimiento las líneas de abastecimiento romanas. Así estos tuvieron que encerrarse dentro de sus fortificaciones, y de asediadores, pasaron a asediados.
Cinco meses sostuvo el cerco Hannón. Aquel asedio se convirtió en una prueba de resistencia, pues tanto Aníbal en Agrigento como los romanos dentro de sus defensas, pasaban hambre, enfermedades y miseria, y vivían en unas condiciones terribles. Era una carrera contra el hambre, en la que solo uno podría salir ganador. De no haber sido por el empeño que Hierón de Siracusa puso en asistir y abastecer a las legiones, hubieran levantado el campamento. Y cuando Hannón estimó que los romanos estaban al límite, lanzó un astuto ataque con sus jinetes númidas que consiguió, de acuerdo a sus planes, atraer a la caballería romana al exterior. Los númidas, en falsa fuga, cuando los romanos se habían alejado lo suficiente, se dieron la vuelta y dieron buena cuenta de ellos. Mientras, Hannón avanzó de súbito y sin que nadie pudiera oponérsele, sus hombres establecieron un nuevo campamento casi a tiro de piedra de las líneas romanas, impidendo cualquier ayuda de Siracusa, y allí se dispuso a lanzar el asalto final.
Dos meses pasaron así, hasta que Aníbal mandó el mensaje, mediante señales de fuego, de que no podían aguantar más. Entonces, Hannón puso a sus cincuenta elefantes y a sus mercenarios en orden de batalla, y se lanzó contra los romanos.
Puerto de Cartago. Fuentr: La taberna del puerto
Fue una de las batallas más terribles y desconocidas de la historia de Roma. Las legiones estaban famélicas, y la mayoría enfermos, y si no arrojaron las armas y huyeron quizá fuera porque estaban demasiado débiles para correr. Pero tenían buenas defensas, y con un terrible esfuerzo rechazaron a los mercenarios de Hannón, y los persiguieron, y fue entonces cuando la suerte cayó a favor de los romanos, puesto que los mercenarios tuvieron que retroceder entre los elefantes, y estos se asustaron. Sus mahuts perdieron el control sobre las bestias y hubo una terrible estampida. Fueron los elefantes los que se volvieron contra Hannón y así se culminó su derrota, cuando lo tenía todo a su favor. Se hicieron con un gran botín. Pero no se enfrentaban a hombres inferiores. Aníbal vivió con amargura la derrota de Hannón, pero cuando vio que los romanos se emborrachaban y descuidaban su guardia, aguardó a la noche, cegó los fosos y escapó de Agrigento con todo su ejército, dejando, eso sí, otro gran botín para Roma entre los muros de la ciudad.

Los romanos se lanzan al mar.
Corvus. Fuente Entre la Historia y la pared
La toma de Agrigento sorprendió incluso a los propios romanos. La guerra en Sicilia iba bien, pero el dominio del mar seguía perteneciendo a los cartagineses, que ante los reveses que sufrían en tierra, se lanzaron a devastar las costas de Italia. Incluso las ciudades sicilianas que se unieron a los romanos tras Agrigento, hicieron defección de ellos, aterrorizados por las incursiones de castigo de los cartagineses. Entonces, los comicios decidieron que debían construir una flota y disputar el mar a sus enemigos.
No podemos dejar de destacar esta decisión del pueblo romano. Nos dice Polibio que la primera vez que los romanos atravesaron el estrecho de Mesina, no tenían ni un sola nave de guerra con una cubierta superior desde la que poder luchar, como los trirremes o quinquirremes. De hecho, los astilleros romanos no sabían construirlos. Tecnológicamente estaba fuera de sus posibilidades. Pero quiso la fortuna que un quinquirreme cartaginés encallara frente a las costas de Italia. Rápidamente se hicieron con el pecio, lo desmontaron, lo estudiaron y así hicieron las primeras plantillas para construir su flota de guerra. Aquella nave varada fue su modelo.
Pero no solo necesitaban barcos. Los barcos había que tripularlos, y los romanos no tenían mucha experiencia como remeros. Pero de nuevo hicieron increíble, pues su decisión era tal que buscaron la solución para cada uno de los problemas que tuvieron. Se buscaron voluntarios, y se pusieron a entrenar en tierra seca, con bancos simulando su posición en los navíos y agitando remos imaginarios de acuerdo a las órdenes de sus contramaestres. Entrenaron durante meses, y conforme los navíos se iban botando, los equipaban y aun entrenaron unas semanas en condiciones reales. Pero nada más; con tan audaces pero escasos preparativos, los romanos se dispusieron a disputar el mar a la mejor flota del mediterráneo con las mejores y más entrenadas tripulaciones. Si hay un límite entre el valor y la locura, los romanos lo recorrieron en precario equilibrio.
La verdad es que aquellos primeros navíos no eran nada marineros, y en cuanto los pusieron en el agua se dieron cuenta de que no serían capaces de maniobrar ni la mitad de bien que los cartagineses. Fue entonces cuando, siendo conscientes de sus problemas técnicos, encontraron la solución más brillante: puesto que los superaban en combate terrestre, la estrategia romana de lucha en el mar se basó desde el primer momento en buscar el contacto y, sobre todo, impedir que las naves enemigas volvieran a alejarse. Y para ello desarrollaron el corvus: una pasarela con garfios, orientable, que podía trabarse con cualquier navío enemigo con el que contactara la quinquirreme. Dicha pasarela permitiría el paso de los infantes romanos a la cubierta enemiga, donde su habilidad para el combate cuerpo a cuerpo valía más que los remeros veteranos de Cartago. Era un plan jodidamente arriesgado, pero estimaron aun así que merecía la pena intentarlo.
No debemos pensar que en esta época Roma era tan poderosa como vino después de estas guerras. En estos momentos se habían hecho con el control de Italia, pero en cuanto a tecnología naval, realmente estaban más de dos siglos por detrás de Cartago. Si buscásemos un símil más gráfico, es como el ejército inglés de la Guerra de los Siete años, como los casacas rojas del conde de Cumberland, se hicieran con los restos de un Focke Wulf, lo usaran como plantilla, entrenaran pilotos en la parte de atrás de un granero, sentados sobre una bala de paja y con un bastón como palanca, y luego los lanzaran a combatir contra la Luftwafe en la Batalla de Inglaterra, basando sus esperanzas de ganar en enganchar a los Bf109 al pasar cerca, asaltarlo y acabar con el piloto a puñetazos...
. ¿Y el resultado? Ni os podéis imaginar el resultado.
Cuando cruzaron de nuevo a Sicilia, el cónsul Cneo Cornelio se adelantó con una pequeña escuadra hasta la ciudad de Lilibeo, y el almirante Boodes, habiendo tenido noticias de ello, los asaltó cuando las naves estaban fondeadas y sin tripulación en la bahía. Cneo Cornelio se rindió sin saber cómo había llegado a aquella situación. Fue Cayo Duilio, jefe del ejército de tierra, quien tras reunirse con lo que quedaba de la flota, presentó batalla en el mar, en Milas, a los cartagineses. Dudaron estos al ver las extrañas estructuras de los cuervos enhiestas sobre las cubiertas, pero finalmente despreciaron las deficientes naves romanas y se lanzaron al asalto de la manera habitual.
Y aquí la sorpresa jugó en su contra. Para su desgracia, la primera oleada cartaginesa quedó trabada con la vanguardia romana, y sin poder maniobrar, fueron brutalmente abordadas. Ya sabéis, todo eso de “He visto cosas que vosotros no creeríais: asaltar naves en llamas más allá de Mesina...”. Una carnicería. Cincuenta naves de guerra fueron capturadas, y los cartagineses tuvieron que retirarse a toda prisa para no sufrir más daños.
Navegar es arriesgado. Fuente History Collection

La batalla de Milas fue a la guerra naval lo que Queronea fue a la guerra hoplítica, Agicourt a los caballeros franceses, lo que fue Rocroix a los Tercios, o lo fue Alejandro al nudo gordiano. Gracias a su mierda de flota, los romanos acabaron de un plumazo con siglos de doctrina militar naval. Se acabó la guerra de las maniobras, las envolturas, las embestidas, el segado de remos y todo eso. Acabaron con las sutilezas. La guerra en el mar se convirtió en lanzarse de frente contra el enemigo, trabarlo y exterminarlo a punta de espada. Todavía se lucharían batallas tradicionales. Los cartagineses siguieron fabricando sus excelentes naves, pues tardaron en darse cuenta de toda su estrategia naval quedó obsoleta frente a Milas de Sicilia. Aquel día, el viejo mar Medio comenzó a convertirse en el Mare Nostrum.
Continuará.

La Primera Guerra Púnica en los wargames
Es este un periodo fascinante para jugar campañas con ejércitos históricos. Como haremos varios artículos, centraremos este primero en el ejército cartaginés de este periodo.
En DBA, la lista es la II/32, Later Carthaginian. Esta lista tiene un Cv general (mi favorito); 1LH, númidas, obviamente; 3x4Sp, que pueden representar lanceros africanos, o la propia falange cartaginesa (que en este periodo no operó nunca fuera de África); 1 peana de 3/4Ax, que representa a tropas itálicas como campanos, o bien íberos o mercenarios griegos, ya que las reglas DBX trataban a los thureophoroi helenísticos como Ax; 3 peanas opcionales a configurar como Wb o Ps, que representa a los galos en modo Wb, o bien honderos baleares y caetrati íberos; 1 peana opcional entre El y Cv, y otra entre El y LH, que representan más caballería cartaginesa en el primer caso, más caballería ligera númida en el segundo, o bien el temible frente de elefantes que tantas veces usaron los cartagineses. Una última peana de Ps cierra el ejército. Es un ejército de mucha agresividad, pero su composición mixta lo hace muy versátil para todo tipo de terreno. Es litoral, así que puede jugar también a desembarcos costeros bajo las condiciones del reglamento, algo muy interesante.
Ejército cartaginés para DBA. Fuente: The miniatures page


En AdlG, la lista es la 55. Con mando 5 y Aníbal Barca como general, presenta estas mismas opciones que DBA, y luego la lista desarrolla en detalle la Segunda Guerra Púnica, pero esas opciones quedan más allá de este artículo. Otro dato curioso es que también los mercenarios griegos son tratados como infantería media y no pesada. Y a los elefantes, los pone directamente mediocres, puesto que los cartagineses usaban elefantes africanos, más pequeños, sin armadura.
FoG presenta las mismas opciones más o menos. La Cv cartaginesa es superior acorazada light spear, lo que le da ventaja frente a la contemporánea romana, por ejemplo. Y a los mercenarios griegos, como principal diferencia, les permite la opción de ser infantería pesada.

Sigue en la segunda parte