domingo, 18 de noviembre de 2018

La batalla de los Campos Catalaúnicos.

Saludos. Hoy hablaremos de la última gran victoria a de los romanos antes de que su ciudad cayera para no volver a levantarse jamás. Algunos hombres doctos dicen que aquella batalla comenzó por un motivo determinado, otros dicen que por otro. Pero lo cierto es que en el año 451 de nuestra era, el Imperio Romano se descomponía como un cadáver. La antigua gloria de la Luz del Mundo estaba extinta. Los dueños de todas las tierras de un océano a otro ya no eran capaces de dirigir con eficacia ni propia región. Hacía medio siglo que se había dividido el Imperio en dos, y ahora había sendos emperadores: uno en el este y otro en el oeste. Pero las tierras ya no eran seguras.
Desde el norte, los invasores germanos habían cruzado el Rin y se habían apoderado de la Galia, estableciendo sus propios reinos. Ahora, había un rey franco que gobernaba, aunque no era reconocido oficialmente por el emperador romano.
Los visigodos habían sido empujados desde el este hacia el oeste, y habían atravesado impunemente el imperio, apoderándose de las tierras al norte y al sur de los Pirineos.
El imperio en el siglo V. Fuente: LBV


Pero el peor de todos aquellos enemigos era el enorme imperio que habían formado unos orientales que habían llegado a caballo, y que desde sus tierras al otro lado del Danubio, atravesaban las tierras del imperio romano de Oriente robando, saqueando y estableciendo tributos que estaban asfixiando los ya exiguos recursos del emperador oriental. Los hunos, gobernados por Atila, que desde su centro de poder, Tigas, la ciudad de las llanuras, podía jugar a decidir el destino de toda Europa. Había subyugado a los germanos del este, ostrogodos y gépidos, que ahora le obedecían sin rechistar. Hasta el emperador occidental se vio obligado a establecer relaciones diplomáticas con Atila, y Tigas era visitada frecuente por los embajadores romanos, tanto de occidente como de oriente. Uno de aquellos embajadores de occidente era el general Flavio Aecio.
Aecio era un romano de su tiempo, con todo lo que implicaba aquello. En su vida había conocido tanto lo que quedaba de la vieja Roma como los nuevos poderes que surgían de entre los germanos, y sus nuevos reinos. Con todos ellos era capaz de hablar en sus distintas lenguas, y hasta se ganó la confianza de Atila, que llegó a desarrollar cierta amistad personal.


Muchos dicen que todo empezó por una mujer: Honoria, la hermana del emperador Valeriano III, señor del Imperio Romano de Occidente. Honoria había sido obligada a casarse contra su voluntad con un senador romano, y a los pocos años de angustioso matrimonio, enfurecida y desesperada, sólo encontró una solución. Envió un mensaje a Tigas, a Atila, rey de los hunos, prometiéndole matrimonio y una extensa dote en forma de tierras si la rescataba de la vida que llevaba hasta ese momento.
Atila, que llevaba un tiempo sopesando y midiendo el poder del Imperio Romano de Occidente, así como a los francos y visigodos que se habían apoderado de sus tierras, no tardó en decidirse a actuar: reclamó a Honoria como esposa, y a toda la Galia como dote. Luego, reunió sus ejércitos de arqueros a caballo hunos, y sus aliados ostrogodos y gépidos, y se puso en marcha.
Cuando el desafío de Atila llegó a la corte de Valeriano, éste envió a Flavio Aecio con la orden de detener a Atila en sus pretensiones. Porque, si Atila se apoderaba de la Galia y subyugaba a los germanos francos y visigodos, Italia sería lo único que le quedaría por conquistar, y sin más apoyos, perecería irremediablemente. Aecio reunió las pocas tropas romanas que pudo antes de marchar al norte: básicamente, auxiliares no profesionales. Roma no podía reunir las legiones de antaño. Los soldados que siguieron a Aecio eran ciudadanos, campesinos y artesanos, mal equipados y con precaria formación militar. Sin embargo, Aecio consiguió infundir en ellos el valor suficiente para enfrentarse al más poderoso enemigo de Roma.
Honoria. Fuente. Wikipedia

Sin embargo, Aecio sabía que no serían suficientes. Tenía muy claro que necesitaba la ayuda de otros enemigos de Roma: los reinos visigodo y franco, los únicos con poder militar efectivo, con fieros soldados, que Aecio conocía bien por haber luchado junto a él como federados. Por ello, es astuto Aecio se dirigió a la corte e Teodorico, rey visigodo del reino de Tolosa, para convencerle de que se aliara con él contra los hunos. Se dice que cuando Teodorico vio la ruina de ejército que comandaba Aecio, decidió que sería más seguro quedarse en casa y esperar a Atila en sus propias tierras. Sin embargo, Aecio no se rindió fácilmente. Buscó apoyo en un consejero de Teodorico, Avio, que finalmente convenció a Teodorico. Luego, Aecio y Teodorico marcharon hacia los francos. Como estaban en el camino de Atila, Meroveo, rey de los francos, fue más fácil de convencer. Además, Avio consiguió atraer también a las tribus alanas que en aquel momento se habían asentado entre los francos y los visigodos. Finalmente, toda aquella última alianza se puso en marcha para interceptar a Atila. Aecio, desde una colina, vio pasar todo el ejército hacia el norte, pensando que aquél era el último poder militar que quedaba en occidente. Si aquella precaria alianza fracasaba, si la Galia caía, nada evitaría que Roma también desapareciera bajo las pezuñas de los caballos hunos. En aquel momento, un trueno retumbó a lo lejos, la brisa arreció y una fina lluvia comenzó a caer. Aecio se arrebujó en su capa y espoleó su caballo para unirse a la marcha.

Para entonces, Atila y sus germanos ya recorrían el norte de la Galia a sus anchas. Habían aprendido técnicas de asedio anteriormente, y habían asediado y saqueado Tournai, Cambrai, Amiens, Beuvais, Colonia, Mains, Traer, Metz y Reims. Lutecia (París) se había salvado in extremis, y ahora, Atila había concentrado sus tropas para asediar Aurelianum (Orleáns), ciudad fortificada que cerraba el paso del río Loira.
Se dice que los hunos ya estaban sobre las murallas Orleáns cuando el ejército de Aecio apareció en el horizonte. Atila fue avisado, y maldiciendo ordenó una rápida retirada. No lo quedó más remedio, pues no quería ser atrapado contra los muros de Orleáns, sin poder aprovechar su principal fuerza, la movilidad de sus hunos. De modo que a toda prisa, el ejército de Atila se replegó hacia el norte, a una llanura conocida como Campos Catalúnicos, o Chalons. Estableció una precaria fortificación para su campamento mediante la disposición de las carretas, y esperó la llegada de Aecio.
Éste se lanzó desde Orleáns en una rápida persecución tras Atila, y finalmente, el 19 de Junio del 451, llegó al extremo sur de los Campos Catalúnicos, donde los hunos le cortaban el paso. Aecio maldijo la astucia de Atila. En una llanura prácticamente plana, Atila podría usar mejor sus tropas montadas. Únicamente había una escarpada colina quedaba a la izquierda de los romanos, más cerca de sus líneas. La noche cayó, y ambos ejércitos se retiraron a sus campamentos.

La nubosa mañana del 20 de Junio, Aecio se reunió con sus aliados. Decidió que los romanos se quedarían en el flanco izquierdo, más a la izquierda incluso que la colina, que quedó así en el centro-izquierda de la línea de la alianza. En el centro, Aecio desplegó a sus alanos, ya que no se fiaba completamente de su lealtad o voluntad de resistir, y al menos, si huían, no dejarán los flancos del ejército expuestos. A las espaldas de los alanos se situaron los francos de Meroveo. Los alanos ni siquiera podrían huir, pues su camino estaba bloqueado por los francos. Finalmente, los visigodos de Teodorico protegerían el flanco derecho.
Atila, simultáneamente, organizó su frente. A su derecha, frente a los romanos, situó a los gépidos y vándalos. Sus hunos, sus mejores tropas, los situó en el centro, frente a alanos y francos. A su izquierda situó a los ostrogodos, que sentían una especial animadversión hacia los visigodos. En aquel momento, el número total de guerreros se aproximaba a los quinientos mil. Sería una terrible batalla.
Aecio se dirigió a sus hombres. El viento, que agitaba el penacho de su casco y hacía bailar su capa, se
llevó aquellas palabras que nadie recuerda, pero cuando habló a sus tropas, los últimos romanos, despertó algo en los corazones de aquellos atemorizados hombres, y al terminar, un grito se elevó al unísono entre sus filas, y comenzaron a marchar a paso ligero, como si fueran de nuevo el mejor ejército del mundo, guiados por él, acompañados por los espíritus de los mejores guerreros de la Antigüedad, a ocupar la colina que estaba frente a ellos. Teodorico, por su parte, en el flanco derecho, envió a su hijo, el príncipe Turismund con una avanzadilla, a avanzar más hacia la derecha aun, para desbordar por ahí a los ostrogodos si éstos se lanzaban contra el grueso de los visigodos.

Mientras, Atila lanzó directamente a todos sus efectivos a la carga. Despreciando a los romanos, había dicho a sus hombres que sólo encontrarían rivales a su altura entre los aliados germanos de Aecio. Ni siquiera se molestó en comenzar a hostigar las líneas enemigas. Sus órdenes fueron lanzar un ataque total en todo el frente, y decenas de miles de caballos se lanzaron a un galope salvaje, que hizo temblar toda la llanura.

Los ostrogodos fueron los primeros en estrellarse contra los visigodos. En un terrible choque, las caballerías pesadas de ambos bandos se trabaron en un terrible y sangriento combate. Los soldados a pie, por su parte, chillando y golpeando sus escudos, se lanzaron también unos contra otros. De alguna manera, dejaron de ser hombres para transformarse en bestias que se despedazaban unos a otros, llenando el aire con el sonido del acero contra el acero, de gritos, de huesos rotos a golpes y gritos de agonía ahogados en sangre. Y a la cabeza de sus caballeros, Teodorico, ya rota su lanza, segaba con su espada la vida de los enemigos ostrogodos adentrándose más y más en sus filas.
Hunos y gépidos se lanzaron también contra el centro y la izquierda de los romanos. Los alanos se llevaron la peor parte, y los jinetes hunos no tardaron en ponerlos en desbandada, perseguidos y asaeteados por los excelentes arqueros a caballo de Atila. Entonces, la persecución llegó hasta las líneas de los francos de Meroveo, que se lanzaron al combate con fiereza, frescos y descansados, trabando a los hunos.
La confusa batalla. Fuente. Menofthewest.

En el flanco izquierdo romano, el resto de los hunos y los gépidos se lanzaron al galope a tomar la colina, pero Aecio se les había adelantado y había tomado la posición predominante. Ordenó a sus soldados que mantuvieran la línea y aguardaran a que aquellos fieros enemigos llegaran al final de la pendiente, que no se lanzaran al combate todavía. Y los enemigos comenzaron a llegar, pero las órdenes de Aecio comenzaron a dar su fruto. Los jinetes enemigos fueron perdiendo su ímpetu inicial conforme ascendiendo, y no pocos caballos resbalaron y cayeron, empujando a otros en su caída. Los que fueron llegando a las líneas romanas no formaban un frente cohesionado, sino grupos desordenados, que los soldados romanos despacharon sin mucha dificultad, con disparos de jabalinas. Entonces, los hunos que no habían terminado de ascender recibieron la orden de desmontar, y así, renunciaron a su principal ventaja. Echaron el pie en tierra, y comenzaron a ascender disparando sus arcos. Los gépidos marchaban a su lado, pero tanto los jinetes que desmontaron como la infantería, pesadamente equipada, tenía también muchas dificultades para seguir subiendo. Aecio recorría su línea manteniendo la disciplina. Siguió manteniendo sus tropas sobre la colina, aguardando a que más hunos se agolparan al pie de la misma, y que siguieran ascendiendo con tantas dificultades. Si lanzaba sus tropas a una carga, sólo tendría una oportunidad, y no quería desaprovecharla.
Los generales hunos informaron de los problemas que tenían en la colina dominada por Aecio, pero Atila les ordenó que no retrocedieran, que tomaran la posición a cualquier precio.

En el flanco derecho de los romanos, los visigodos se impusieron tras los sangrientos combates, y los ostrogodos comenzaron a retroceder. Fue entonces, cuando, en el frenesí de la persecución, Teodorico se lanzó al galope tras sus enemigos, seguido a duras penas por su escolta. Pero en ese momento, de entre los ostrogodos apareció la figura de Andag, un noble que intentaba contener a sus guerreros y reagruparlos. Viéndose impotente para conseguirlo, Andag giró su caballo y galopando hacia los visigodos, divisó su rey al frente, segando la vida de sus guerreros. Tomando su lanza, gritó: “¡Theodorik!”. Entonces, espoleó su caballo hacia el rey visigodo. Éste, habiéndole visto, le apuntó con su espada y también se lanzó al combate. Los siguientes segundos fueron angustiosos para su escolta, que no logró alcanzar a su rey a tiempo. Andag, el ostrogodo, cuyo pueblo había aprendido el arte de la caballería de guerra de manos de los sármatas, blandió su contos y, aprovechando su mayor alcance, desvió su caballo en el último momento, girando la lanza hacia el pecho de Teodorico. El rey no tuvo tiempo para esquivar el golpe, y con un terrible grito de dolor, la lanza de Andag chasqueó y se rompió. Teodorico, con toda la punta del contos clavada en su cuerpo, desequilibró a su caballo que cayó y rodó, aplastando al rey bajo su peso. Andag volvió grupas y huyó cuando la escolta del rey llegaba hasta él, maldiciéndolos.
El mayordomo del rey desmontó y corrió hacia Teodorico. Su cuerpo estaba machacado, pero el rey todavía luchaba por vivir. Respiraba con estertores, semiahogado por su propia sangre, y la vida le abandonaba. Cuando vio a su mayordomo, tomó la espada real, y encomendándosela, susurró su última palabra: “¡Turismund!”. Luego murió.
Muerte de Theodorik. Angus Mcbride para Osprey

El mayordomo del rey abrazó la espada, y montando de nuevo, se lanzó a la busca del príncipe Turismund, en el extremo derecho de las posiciones visigodas.
“¡El rey ha muerto! ¡El rey ha muerto!”. La noticia se extendió rápidamente entre los visigodos y también entre los ostrogodos, que, entonces, consiguieron reagruparse, pues el empuje visigodo pareció flaquear. Turismund se encontraba dirigiendo un contraataque contre los ostrogodos cuando el mayordo le localizó, y con lágrimas en los ojos, le entregó la espada de su padre. Turismund, embargado por el dolor, no reaccionó al principio, pero pronto los nobles se reconocieron como el nuevo rey. Los ostrogodos se habían reagrupado y avanzaban de nuevo contra los visigodos, pero Turismund se puso al frente de las líneas. Entonó el canto fúnebre por su padre, y éste se extendió por entre los visigodos, y aquel canto se transformó, con el ritmo del paso de los soldados y caballeros, en un grito ensordecedor que los visigodos lanzaron mientras se lanzaban de nuevo a la carga, invocando el nombre de Teodorico y Turismund. El combate se reinició, tan sangriento como al comienzo de la batalla.

Las horas seguían transcurriendo, y mientras, en el flanco izquierdo, hunos y gépidos seguían subiendo por la ladera, tropezando con los cadáveres de caballos y guerreros que habían muerto ya. Cuando Aecio estimó que había suficientes enemigos, lanzó a sus tropas colina abajo. El nombre de Roma y de sus fundadores era invocado por aquellos humildes soldados, que como una marea inexorable, cargaron ordenadamente contra sus enemigos, segando sus vidas sin que nada pudiera pararlos.
Y Atila lo vio. Incapaz de romper el frente franco, a pesar del gran daño que les estaban infligiendo a las tropas de Meroveo, Atila se vio de repente bloqueado en el centro, y con sus dos flancos retrocediendo y sufriendo numerosas bajas. Y un pensamiento cruzó su mente como un relámpago, llenándole al mismo tiempo de miedo y rabia. Estaba siendo derrotado.
Cuando las tropas rechazadas de la colina huyeron, y los ostrogodos flaquearon también empujados por los visigodos, atravesando parte del centro donde Atila dirigía el ataque, no le quedó más remedio que ordenar la retirada total. Los rápidos hunos volvieron grupas y cabalgaron hacia su campamento. Ya estaba próximo el ocaso, cuando Atila irrumpió en su propia tienda. Estaba fuera de sí, y desesperado. Dio órdenes a sus sirvientes de que prepararan una pira. Si sus enemigos llegaban hasta el campamento, no le cogerían vivo.

Mientras, Aecio, Meroveo y Turismund convergieron en el centro, y entonces, Aecio tuvo que actuar rápidamente, tomando una de las decisiones más trascendentales de su vida: Turismund quería lanzar a sus visigodos a la persecución de Atila antes de que cayera la noche. Aecio sabía que si hacía eso, Atila sería eliminado, y su imperio se desestructuraría rápidamente. Si se eliminaba a la principal amenaza oriental, ¿quién podría entonces detener a los visigodos? Con la supervivencia de Roma como principal preocupación, Aecio jugó sus cartas brillantemente, y convenció a Turismund para que no continuara la persecución. De esta manera, los hunos pudieron retirarse. Atila volvió a sus dominios rápidamente, sin terminar de entender lo que había pasado.

La batalla de los Campos Catalaúnicos fue terriblemente sangrienta. Durante siglos, los campesinos de aquellas tierras contaron la leyenda de una gran batalla en la que perecieron miles de guerreros, que cada noche volvían a la vida para seguir luchando, una y otra vez. De vez en cuando, al arar las tierras, aparecían esqueletos, armaduras y armas oxidadas que mantenían con vida aquella leyenda.
25 años más tarde, Roma caería para siempre, pero aquel día en aquella llanura, se ganó ese cuarto de siglo más de vida para la civilización que había gobernado el mundo durante siglos.

CAMPOS CATALAÚNICOS PARA DBA.
Esta batalla es perfecta para jugarla tanto en DBA normal como en BBDBA.
Para jugarla en DBA normal, harán falta las listas II/83, romanos patricios, opción occidental, y la lista II/80, Hunos, opción a.
La lista romana ya lleva las tropas para representar a francos, alanos y visigodos. La Kn/Cv general y los Aux representan a los romanos. La LH representa a los alanos. Las Wb y Ps representan a los francos y los Kn y Bd restantes, a los visigodos.
La lista huna también lleva tanto tropas hunas como Wb y Kn ostrogodos y gépidos.
No creo que hagan falta reglas adicionales, salvo, si se desea, que la victoria se obtenga tras matar 6 peanas enemigas, no 4, para representar la dureza de esta batalla.
La escenografía debe incluir una colina escarpada lo más grande posible en un lado del campo de batalla, y luego, el mínimo de escenografía posible, teniendo en cuenta que se juega en territorio franco (como si los francos fueran defensores). Los atacantes serán los hunos.
Chalons, según DBA. Fuente. Heretical wargaming


Aunque si os reunís los suficientes, la batalla es perfecta para un BBDBA, con tres ejércitos por bando: II/83 Patricios, II/82 visigodos tardíos y II/72 francos tempranos para un bando, y II/80 hunos, II/71 gépidos, y II/67 ostrogodos para el otro.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Túmulos en Escandinavia


  Túmulos en Escandinavia

     Los antiguos nórdicos desarrollaron ritos y costumbres alrededor del trascendente momento de la muerte. Según sus creencias, el fin de la vida terrena marcaba el paso a otra vida, y debían observarse ciertos cuidados para favorecer dicho tránsito y evitar que el muerto regresara a importunar a los vivos como un «mal muerto», algo similar a un espíritu vengativo. Existió, además, un intenso culto a los antepasados, a los que consideraban, de algún modo, todavía accesibles y activos en la otra vida.


Recreación de complejo tumular de Lindholm Høje. Fuente: www.wildfiregames.com
     Antes de la estandarización de práctica y culto que supuso la adopción del cristianismo, encontramos muy diversos tipos de tumbas, muchas veces en lugares, momentos y grupos sociales coincidentes. Resulta sorprendente la variedad de tipologías de enterramiento y los cambios en las prácticas a lo largo del tiempo. Los condicionantes que motivaban un tipo u otro eran variados: el momento histórico, la costumbre regional, el estatus, el sexo…

      Podríamos generalizar una división básica entre cremaciones e inhumaciones y su combinación, es decir, enterramiento de restos de cremación. Así pues, podemos dar con cremaciones humanas, cremaciones de barcos, cremaciones de barcos con posterior cubrimiento de los restos (humanos y de la nave) en forma de túmulo; inhumaciones en túmulos, inhumaciones en cámaras, inhumaciones en barcos cubiertos por túmulos, inhumaciones en barcos simbólicos realizados con piedras y posteriormente cubiertos; túmulos monumentales, túmulos pequeños, tumbas individuales, tumbas colectivas… Encontramos, por lo general, signos externos (hitos líticos, túmulos), como señales y recordatorios emergidos en el mundo de los vivos. Existió una especial vinculación hacia los barcos, ya sean reales o simbolizados mediante rocas, importante imagen asociada al tránsito a la otra vida.
Necrópolis con tumbas de nave en piedra. Fuente: www.palba.cz
Un elemento común a todo enterramiento era la inclusión de un ajuar, en ocasiones relacionado con el difunto o con función ritual. Era esto parte del rito, una ofrenda propiciatoria a los poderes que habrían de recibir al muerto, unas posesiones útiles para la nueva vida que emprendía el difunto y, por supuesto, un símbolo de estatus personal y familiar. Por su espectacularidad y significación, dentro de esta diversidad, nombraré de manera especial a los túmulos. La erección de túmulos se dio en Escandinavia desde la Edad de Bronce hasta el
Túmulo de nave. Fuente:www.thevintagenews.com
siglo xi. Estos monumentos funerarios fueron de una gran variedad de diseños, según las tradiciones culturales de la época en que fueron construidos. Los túmulos podían contener nichos individuales, sepulcros colectivos e incluso no contener cuerpo alguno. En ellos se practicaron tanto la inhumación como la cremación, como ya se ha señalado. Muchos muestran un uso continuado desde tiempos prehistóricos hasta la Edad Vikinga, posiblemente relacionados con figuras históricas o legendarias, marcando una fuerte tradición continuista y ligadas a lugares de especial relevancia cultural. Estuvieron relacionados con el importante culto a los antepasados, propio de estas sociedades.

Túmulo de cámara (excavación de Jelling). Fuente:www.danmarkshistorien.dk
En efecto, los túmulos no solo eran una notoria muestra de estatus y poder personal y familiar. Eran un lugar de culto, de conexión con el antepasado. Una suerte de «casa de tierra» del difunto para su nueva vida, donde podía visitársele, celebrar con él, y desde el cual ejercía su influencia en el mundo vivo. Existieron numerosos túmulos huecos que nunca contuvieron cuerpo alguno. Eran hogares para el espíritu del muerto.
Según la Heimskringla de Snorri, el rey Halfdan el Negro tuvo un reinado victorioso y próspero, y el pueblo le amó tanto que erigió varios monumentos funerarios en su honor, para favorecer la influencia benigna de su benefactor en sus propios territorios. Estas cuatro colinas de Halfdan eran algo más que un símbolo de poder. Representaban una hacienda real, un lugar de encuentro e influencias que el soberano podía visitar en cualquier momento tras su muerte, en una transposición directa de las mansiones del rey entre las que viajaba en vida. A su nieto, Bjorn el Comerciante, muerto durante un viaje por mar, se le erigió una colina, también vacía. Su yo difunto debió regresar a la patria para sentirse al lado de sus familiares y recibir ofrendas. El monumental túmulo de Raknehaugen, en Romerike, fechado en el 550 d. C., es una tumba hueca, más antigua que las tumbas barco de los reyes de Vestfold. Con setentaisiete metros de diámetro y una altura de quince metros, es el túmulo más grande en el norte de Europa.
Incluso en la literatura encontramos referencias a esta práctica mortuoria. Así pues, Snorri Sturluson, menciona en su Saga de los Ynglingos:
Odínn estableció por ley que todos los muertos debían ser quemados, y sus pertenencias depositadas sobre la pila, y las cenizas arrojadas al mar o enterradas en la tierra. Por lo tanto, dijo él, cada uno vendrá a Valhalla con las riquezas que tenía con él sobre la pila, y también disfrutaría lo que él mismo enterró en la tierra. Para hombres de importancia, un montículo deberá ser levantado a su memoria, y para todos los demás guerreros distinguidos por la virilidad, una piedra enhiesta. Esta costumbre se mantuvo mucho tiempo.

Recreación de rito en túmulo. Fuente:timeslipsblog.wordpress.com
La profanación de un túmulo y el combate con su ocupante, una especie de espectro guardián, es un episodio literario que debió de gozar de gran atractivo entre el público de las sagas de los tiempos antiguos, pues aparece en numerosas narraciones, desde la Saga de Egil el Manco a la Saga de Hromund Gripsson, pasando por la Gesta Danorum. En varias sagas (Saga de los habitantes de Eyr, por ejemplo) aparece mencionada una colina sagrada en la que los personajes esperan morar tras la muerte. Encontramos en estos textos tardíos la reminiscencia de la consideración de estos túmulos como hogares ultraterrenos.


Complejos tumulares en el fiordo de Oslo. Fuente: www.ivargault.com

También podemos hallar un gran número de túmulos en Noruega, especialmente en el área de Viken, algunos de impresionante tamaño y soberbio contenido. Muchos se remontan a la Edad de Bronce. Algunos de los más importantes legados del pasado escandinavo provienen de estas tumbas. Cabe mencionar los siguientes:
  • Raknehaugen (550 d. C.), en Romerike. Con setentaisiete metros de diámetro y una altura de quince, es el túmulo más grande en el norte de Europa.
  • Jellhaugen (500 d. C.), en Halden, considerado el segundo más grande en Noruega.
  • Gokstadhaugen, en Vestfold. Contenía la nave Gokstad, un gran barco de la era vikinga.
  • Oseberghaugen, en Vestfold. Contenía la nave Oseberg, una nave de la era vikinga bien conservada, entre otros tesoros.
  • Borrehaugene (cementerio de Borre). Cubre ciento ochenta mil metros cuadrados e incluye siete montículos grandes y veinticinco menores.
  • Båthaugen, en Tune. Contenía el barco Tune, un barco vikingo de tipo karv.
  • Storhaug, en Rogaland. Contenía un barco de roble.
  • Grønhaug, en Avaldsnes. Contenía un bote del siglo x.
  • Flagghaugen, en Avaldsnes. Uno de los sepulcros más ricos de Noruega, que data del período previkingo.
  • Karnilshaugen, en Sogn og Fjordane.
  • Osneshaugen, en Møre og Romsdal. Fechado en la Edad de Bronce.

Krake



domingo, 4 de noviembre de 2018

Histórica, nº 4

Saludos. Ya está disponible el número 4 de nuestra revista Histórica. Muchos y grandes artículos se pueden encontrar entre sus páginas. El equipo de redacción ha preparado este mes un variado espectacular. Confiamos en que sea de vuestro agrado y la disfrutéis tanto como nosotros mientras la preparamos.

Histórica, nº 4

viernes, 2 de noviembre de 2018

Los sármatas. Hijos de las llanuras, capítulo II.

Catafractos sármatas a la carga, de la estupenda página Arre Caballo
Saludos. Hace algunos años, películas y libros resucitaron  la leyenda de los caballeros del rey Arturo, dotándola de cierta componente histórica. En cuanto se analiza el origen en el imperio romano de Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, rápidamente nos encontramos con el rastro de unos jinetes legendarios, los caballeros sármatas, al servicio del imperio romano, pero ¿quiénes eran esos sármatas? ¿De dónde venían? ¿Cómo luchaban? Sobre estas cuestiones hablaremos en este artículo.

En realidad, algunos sármatas ya son conocidos por nosotros. Si recordáis el artículo de los escitas, mencionamos que algunas tribus de las estepas se aliaron con ellos cuando los persas invadieron su territorio. Una de esas tribus eran los saurómatas. Pues los saurómatas son una de las grandes tribus que componían el pueblo sármata. Porque no podemos decir que los sármatas fueran un único pueblo. En realidad, el pueblo sármata era un conglomerado de distintas tribus que hablaban una lengua aria, emparentada con el persa, y que desde el siglo VII a.d.C. habitaban el mar de hierba que eran las llanuras de la estepa euroasiática. Si los escitas ocupaban el extremo europeo de la llanura, los sármatas habitaron muchos siglos al este del actual río Don. Entre las principales encontramos los saurómatas, los yazygos, los siracos, los orsos, los roxolanos y algunos también incluyen a los alanos (adapto los nombres desde el latín al castellano, espero no equivocarme mucho), aunque otros autores los distinguen como otro pueblo diferente.

Laceros saurómatas. Fuente Arre Caballo
Las costumbres de los sármatas no diferían mucho de las de otros pueblos esteparios. Vivían de sus rebaños, del que se abastecían de pieles, leche, hueso y cuerno. Al igual que los escitas, la estructura social era enormemente igualitaria. Las mujeres y los hombres hacían las mismas tareas: cabalgaban, disparaban con arco, utilizaban el lazo como los jinetes sagartios descritos por Herodoto cuando hablaba del ejército persa… De hecho, se piensa que las mujeres sármatas son el origen de la leyenda de las amazonas. Herodoto explica el origen del pueblo saurómata como si fueran los descendientes de mujeres amazonas que se unieron a escitas jóvenes, formando un grupo separado. Herodoto se basaba en las diferencias y similitudes de las lenguas de ambos pueblos, explicando que las amazonas nunca aprendieron correctamente el escita, y por eso los sármatas hablan distinto a ellos.

Cuando iban a la guerra, los sármatas utilizaban el mismo modo que todos los esteparios . El arquero a caballo y los jinetes laceros, caballerías ligeras, formaban buena parte de las tropas. Sin embargo, los sármatas habían ido un paso más allá que los escitas en el uso de la caballería pesada, continuando la evolución de éstos truncada por su desaparición. La imagen clásica del sármata es el lancero pesado a caballo. Los sármatas y otras tribus como los partos empezaron a usar una lanza larguísima, llamada “Contos”, que se blandía con ambas manos. Se dice que dicha lanza fue desarrollada por los ejércitos de las satrapías orientales del imperio persa, que tuvieron que luchar contra Alejandro Magno y sus piqueros, aunque en realidad, el “contos” no daba para tanto. Más bien parece una adaptación de la larga lanza de caballería que usaban los jinetes de Alejandro. Dicha lanza, llamada “xyston”, fue modificada añadiendo más longitud y grosor para aguantar mejor. Si bien los sármatas usaron mucho tiempo una lanza normal, a partir de siglo I d.C., el “contos” manejado con las dos manos fue el arma principal de la caballería pesada sármata. Los nobles, además, se equiparon frecuentemente con pesadas armaduras de escamas, lo que les daba cierta apariencia de “lagarto”, o cotas de malla en periodos posteriores, tras copiar el diseño de los gálatas.
No obstante, el grueso de la caballería pesada sármata llevaba una armadura de cuero con escamas óseas hechas con cuerno y pezuñas de sus animales. Este tipo de caballero era más ligero que el típico catafracto parto (ya hablaremos de los partos en un próximo artículo), aunque sus cargas también solían ser temerarias siempre y devastadoras en ocasiones. Un autor clásico escribió, hablando de un noble de su época: “A pesar de ser sármata, era muy cabal”. Y es que los sármatas hacían un uso muy extendido de temerarias cargas frontales de caballeros con “contos”.  Este tipo de equipamiento más ligero puede que respondiera a una táctica contra otros pueblos esteparios más dados al uso del arquero a caballo. Consistía en lanzarse a la carga de los arqueros montados enemigos antes de que dieran la vuelta y se alejaran. En ese momento, una rápida carga con una larga lanza podía causar un terrible daño. De hecho era casi lo único , salvo un buen montón de arqueros, que podía amenzar la invulnerabilidad de los velocísimos arqueros a caballo esteparios.
Se acabaron las flechitas. Fuente, Arre caballo

Los sármatas solían lucir largas barbas o bigotes, y eran aficionados a realizarse complicados tatuajes por todo el cuerpo. Hay pocas representaciones de ellos, pero en las mismas, suelen aparecer con la cabeza totalmente rapada. Producían toda su ropa, probablemente igual que los escitas, a partir de cáñamo, con pieles de sus rebaños y de la caza para abrigarse, aunque se han encontrado tumbas con numerosos objetos importados, sobre todo de los griegos, que llegaban a las llanuras a través de las polis del Mar Negro, importantes nodos comerciales con los pueblos errantes de las estepas. Solían llevar pantalones tanto amplios, al estilo parto, como más ajustados, y botas de cuero sujetas con correas atadas sobre los tobillos y bajo la suela.

Sármatas y escitas coexistieron pacíficamente, pero a partir del siglo III a.d.C. se produjo un desequilibro de poder que favoreció a los primeros. Los escitas habían comenzado su decadencia y los sármatas ocuparon su lugar. Fue un proceso lento y silenciado por el aislamiento geográfico que era la inmensa estepa. Sin embargo, cuando estuvieron listos, irrumpieron en la Historia a lomos de sus caballos.
En el siglo V y IV a.d.C., los sirocos se convirtieron en la vanguardia sármata en su movimiento hacia el oeste. Eran el grupo menos numeroso, pero avanzaron hasta l e Bósforo,  en el que lucharon frente a los escitas en el conflicto sucesorio (ver Hijos de las llanuras I). Se asentaron allí y abandonaron su vida nómada: fueron el grupo que más se helenizó, y con el tiempo los nobles sármatas se hicieron con el poder del reino, y reformaron su ejército, incluyendo escuadrones de magníficos jinetes lanceros al estilo sármata.
Fueron seguidos por los orsos, un grupo muy numeroso y que es mencionado incluso por las crónicas del reino chino de Han. Los orsos irrumpieron en el oeste en el siglo I a.d.C., y contactaron con los romanos. De alguna manera, se aliaron con ellos y los ayudaron durante las guerras del Bósforo. Para el siglo I d.C. ya habían sido dominados por los alanos.
Sin embargo, los que avanzaron más hacia el oeste fueron los yazygos y los roxolanos. Roxolano proviene del término persa “raokshna”, que significa “blanco” o “claro”. Este adjetivo en Persia se asignaba a los pueblos occidentales. Por lo tanto, los roxolanos eran los sármatas más occidentales.

En el año 107 a.d.C., un ejército de 50.000 jinetes sármatas fue destrozado por Mitrídates del Ponto con apenas 6000 soldados. Los supervivientes se quedaron en dichas tierras y se enrolaron en el ejército de Mitrídates, y así contactaron con los romanos en las guerras del Ponto.

Altar de la espada. Todo muy "artúrico". Fuente, Horsenomads
El resto de los roxolanos y los yazygos se asentaron alrededor del Danubio, y desde allí establecieron una belicosa relación fronteriza con el imperio romano que duraría tres siglos. Con frecuencia invadían el territorio de la provincia y arrasaban con todo. En otras ocasiones eran detenidos por los romanos. El clímax de esta hostilidad fueron las Guerras Marcomanas que lideraron Marco Aurelio´, acompañado por  Lucio Vero , y más tarde el propio Cómodo (sí, sí, los de "Gladiator"). Durante 24 años, los sármatas se aliaron con los germanos y aportaron  la caballería a sus ejércitos. Una caballería formada por jinetes dados a lanzarse en temerarias cargas.  Los roxolanos se aliaron a los dacios durante segundo siglo de nuestra era contra Roma, que acababa de ocupar y asimilar el territorio, mientras los yazygos se aliaron con el imperio. Durante décadas, se produjo un tenso equilibrio de poder, y el continuo conflicto terminó por transformar a ambos contendientes: muchos sármatas, tanto yazygos como roxolanos, terminaron al servicio de los romanos como caballería, y los ejércitos del imperio tuvieron que evolucionar para hacer frente a los temibles ejércitos montados de los sármatas. De modo que fue a través de los contactos con estas tribus, y también con los peligrosos partos de la antigua Persia, como las legiones aumentando la presencia de la caballería y de tropas especializadas para el combate contra montados.
"Amazona" saurómata.  Angus Mcbride para Osprey

Es especialmente relevante para nuestra cultura occidental el siguiente hecho: la leyenda del rey Arturo comenzó a gestarse en un gélido día del invierno del 173 d.C., sobre el hielo de la superficie helada del Danubio. En una épica batalla, el ejército romano de Marco Aurelio “Sarmático” derrotó al rey Zántico de los yazygos y a sus poderosos jinetes. Dión Casio nos cuenta esa batalla tan curiosa en su libro 72. Describe que los sámartas adiestraban a sus caballos para desplazarse sobre el hielo, y atrajeron a los romanos hasta allí porque pensaban que los vencerían fácilmente. Los romanos, sin embargo, pavimentaron el suelo con sus escudos, creando así una superficie no deslizante. Cuando los yázigos cargaron, su momento hizo que ya no pudieran pararse. Se deslizaron hasta la línea romana, y allí ellos consiguieron trabajos en combate, tirando de sus lanzas y atacando a sus caballos. Es curioso que Dión Casio destaca el equipamiento ligero de los sármatas, a pesar de sus tácticas de choque. Los jinetes salieron tan mal parados que no se recuperaron, y a los dos años, los yázigos capitularon. Su rey entregó 5.000 valiosos jinetes sármatas a los romanos como rehenes de guerra, y éstos fueron utilizados como tropas en las filas romanas, atados por juramento. La mayoría fueron destinados a la provincia de Britania, donde nunca se habían visto jinetes lanceros del tipo sármata. Los sármatas causaron una profunda impresión en la cultura local, debido a sus exóticas armaduras, sus lanzas, sus terribles cargas, sus vistosos estandartes en forma de dragón y, sobre todo, su misterioso culto a la espada clavada en la tierra. Los sármatas, de manera similar a la escita, improvisaban altares sobre los que hacían juramentos con su sangre, en los que una espada se mantenía clavada en el suelo y alrededor de la cual vertían sangre de las víctimas de sus sacrificios.
Jinetes con estandarte de dragón. Fuente Arre Caballo

A partir del siglo III d.C., aunque sármatas y romanos siguieron en guerra, la irrupción de los godos, que desde Germania atravesaron la actual Polonia y llegaron hasta la provincia de la Dacia, provocó que los romanos aceptaran que numerosos grupos de sármatas se asentaran en las fronteras del imperio. Los nobles recibieron la ciudadanía romana, y prestaron servicio defendiendo el imperio contra los godos.
Éstos, a su vez, también se fueron adaptando a los contactos con los sármatas. Un siglo después de los primeros contactos, los godos peleaban a caballo al modo sármata, y es un hecho que, una vez cayó el imperio romano y los germanos se expandieron por occidente, la figura del caballero que comenzó a surgir del sistema feudal directamente del dominio germánico post-romanos podría interpretarse como una adaptación de la panoplia sármata.

Las listas que representan a los sármatas son dos en DBA:
II/24 Sármatas roxolanos tempranos. Esta lista muestra el periodo inicial de adaptación de la caballería sármata hacia el lancero acorazado. El general es Kn, representando a los nobles, y otras tres peanas pueden ser Kn o Cv, representando otros nobles locales más o menos evolucionados. El resto del ejército está formado por caballería armada con lanza y arco y una peana de caballería ligera, representando a jinetes laceros. También hay una opción para meter psilois, que son escitas de los que se hicieron sedentarios, sometidos por los sármatas.
II/26 Siracos, Yazigos y sármatas roxolanos tardíos. Esta lista muestra el clásico ejército sármata enemigo de los romanos. 9 peanas (incluido el general) son obligatoriamente Kn, es decir, lanceros acorazados armados con “contos”. Luego hay opción para meter 2 psilois o dos Kn más, y un LH u otro Kn. Es decir, puedes hacer un ejercito con las 12 peanas de Kn. Es un ejército temible, aunque el hecho de que los caballeros sean impetuosos y siempre avancen tras eliminar al oponente puede hacer que tus líneas se desorganicen mucho. Bien empleado y en campo abierto, los sármatas son muy duros. En cambio, si hay mucho terreno difícil, tendrán que echar mano de los psilois para estar algo más protegidos de las tropas que avancen bien por el terreno difícil.
Muchas marcas tienen sármatas, ya que son un ejército muy atractivo: Essex, Donnintong y Chariot tienen miniaturas para sármatas, que yo sepa. Puede que haya más.
Fuente Orders and Medals

En Art de la Guerre, la lista es la 77. Les dan 2 de mando, lo que creo que sí es más adecuado a su historia. Se basa en un núcleo grande  de caballería media o pesada impetuosa, lo que refleja muy bien su comportamiento. Hasta seis pueden ser élite, los nobles. Es casi un mando entero. La opción de roxolanos permite incorporar caballería media y pesada con arco, pero llega a mantener hasta seis lanceros impetuosos.