viernes, 27 de diciembre de 2019

Los turcos selyúcidas


Saludos. El advenimiento de los turcos y su posterior islamización puso fin al periodo que ya hemos visto en el periodo samánida llamado “intermedio iranio”. Desde ese momento, tras el dominio árabe y el iranio, sería el turco el que ostentaría la preminencia en el mundo islámico. Pues turcos serían los primeros rivales de las Cruzadas, y turcos serían los que vencerían finalmente al Imperio Romano de Oriente y a los estados Cristianos de Oriente, y turcos serían los únicos capaces de detener la expansión de los pueblos mongoles en el siglo XIII. Sucesivas dinastías de este origen se fueron sucediendo en el poder, y de entre ellas, serían los selyúcidas la de mayor impacto en la Historia, pues no solo cambiaron en cierta manera el mundo con su llegada, sino de que sus cenizas se levantaría otro gran imperio, que heredaría por derecho de conquista el verdadero poder de los emperadores romanos. Pero vayamos paso a paso.
 Como ya vimos en los artículos sobre la dinastía samánida, el siglo X fue la época en la que los pueblos turcos de la estepa, que ya había sido ocupada por los restos del desaparecido imperio de los Gökturks, intentan entrar a la fuerza en la Transoxiana. Sólo la eficiente administración de los gobernantes samánidas fue capaz de cerrar la inmensa frontera de esta región con la estepa. Administración y política que, a veces, recurrió a la artimaña de pactar con tribus turcas apoyo para luchar con otras tribus turcas invasoras. Y fue en uno de estos tratados cuando encontramos por primera vez el rastro de una tribu dirigida por un tal Seldjik, que fue reclutada por los samánidas y asentada en la Transoxiana bajo la égida samánida.  Seldjik procedía del otro lado de la estepa, donde su rastro se haya en la lista de nobles al servicio de un príncipe turco llamado Bogu. Seldjik cayó en desgracia y fue desterrado, y con su tribu, formada por apenas cien jinetes y sus rebaños de ovejas y camellos, cruzó aquel páramo y se asentó cerca de la frontera transoxiana. Allí prosperaron y abrazaron el islam, y a través del control de sus territorios, que no pararon de crecer, adquirió fama suficiente como para atraer la atención de Abul Kasim, de la casa de los samánidas, que en su guerra con Ilik Khan de los qarajaníes, vio ventajoso aliarse con Seldjik. Así recibió este un principado, unas tierras de las que fue nombrado oficialmente administrador, en la  órbita del oriente iraní.
Turcos selyúcidas. Fuente: Factoría histórica

Seldjik tuvo hijos, y uno de estos tuvo otros dos hijos llamados Toghrul y Tchakar. Estos dos hermanos trabajaron siempre juntos, hombro con hombro, por el futuro de su dinastía. Fue cuando ya el territorio samánida estaba siendo dividido entre los qarajaníes de Ilik Khan y los gaznávidas (que habían servido a los propios samánidas) por el sur, ambas dinastías conspiraron para eliminar a estos “seldjuk”, pero Toghrul y Tchakar se habían convertido en un duro hueso de roer. En primera instancia, derrotaron a los qarajaníes, y luego a los gaznávidas que fueron en su ayuda, y luego a los jorezmitas. Pensemos que estos hermanos, a pesar de vivir en una zona sedentaria, mantenían sus costumbres nómadas. Cuando tenían que desaparecer, lo hacían. Cuando querían guerrear, enviaban a su familia y posesiones a esconderse en el desierto, y ellos se quedaban para guerrear.
En el año 1030, los selyúcidas se habían desplazado, para desesperación de las ricas ciudades de esta región y de la propia administración de los gaznávidas, a Jurasán, el corazón de Irán. Las ricas ciudades de esta región se vieron atormentadas por sus veloces ataques y saqueos . En los siguientes cinco años, los ejércitos gaznávidas fueron derrotados una y otra vez por los seldjucidas, hasta que totalmente agotadas, las ciudades optaron por abrirles las puertas y dar la espalda a Mas´ud, hijo de Mahmud el grande. Así fue como los selyúcidas se hicieron con las ricas ciudades de la región y pasaron a convertirse en sus gobernantes. En su administración, Togrhrul se quedó con el poder político y Tchakar, con el “ministerio de defensa”. ¡Ja!  Los gaznávidas fueron definitivamente derrotados en el 1039 por los selyúcidas, y su último gobernante, Mas´ud, huyó a Gazni, donde murió poco después.
Establecieron la base de su poder en dos ciudades: Nishapur y Belkh, y ya como líderes indiscutibles de esta región, ya en pleno periodo búyida, se convirtieron en un poder fáctico en la zona. Desde Jorezmia fueron llamados por su príncipe para ayudarles a vencer a uno de sus generales rebeldes. Un error. Toghrul y Tchakar no tardaron en vencer a ambos y adueñarse también de esta región.
Cuando ya los últimos príncipes búyidas gobernaban con dificultad desde Bagdad, Toghrul y Tchakar se adueñaron de Azerbayán, atrayendo la atención del califa abásida que en aquellos momentos era sostenido a duras penas por los búyidas.  Este califa comenzó a escribir dulces cartas, buscando su apoyo para deshacerse de sus “carceleros” iranios y chiíes búyidas. Su administración ya estaba debilitada y no conseguía mantener la paz en el territorio. Fueron los selyúcidas los que aseguraron de nuevo la ruta de Bagdad a La Meca. Por aquel entonces ya acompañaba a su tío un joven y prometedor príncipe llamado Alp Arslan, hijo de Tchakar. Quedémonos con este nombre. Bien, parte de esta historia ya la narramos hablando de los búyidas: el califa invitó a Toghrul a Bagdad y con astucia, este hizo prisionero al último príncipe de la dinastía, ocupando su lugar al frente del poder político del califato en el 1053. Y entonces, estudiando las estructuras de estado que habían creado los búyidas, los selyúcidas decidieron mantenerlas y simplemente, ocupar su lugar, asegurando la división entre el poder político terrenal, que quedaría en sus manos, y el religioso, que seguiría en manos de los califas abásidas encerrados en su jaula de cristal. Además, puesto que ellos mantenían su faceta militar y su vida nómada, el estado fue apuntalado sobre los sabios visires y estadistas iranios que habían servido también a los búyidas. Y los selyúcidas tuvieron la suerte de contar con algunos de los mejores visires Así fue como esta dinastía  se colocó a la cabeza del mundo islámico. En el 1054, los selyúcidas lanzaron  una apabullante incursión en el Imperio Romano de Oriente a través de las tierras azeríes con tal éxito que su prestigió quedó totalmente consolidado.
Fuente: Histoire islamique
Debemos explicar que, aunque a todos los efectos mandaban los selyúcidas, sobre el papel, el estado al que representaban seguía siendo el califato abasí, que de manera oficial sólo desaparecería cuando los mongoles tomaron Bagdad. Nunca hubo un estado seldjúdida. Al menos con ese nombre. De hechos, estos líderes recibirían el título de “emires”, que ya habían recibido los búyidas antes que ellos.
En el año 1063, el último de los dos hermanos, Toghrul, falleció tras veintiséis años de liderazgo de su dinastía, y fue Alp Arslan el que le sucedió. Este príncipe turco resultó ser de lo más competente en todos los asuntos militares, y supo rodearse de buenos visires y consejeros en los asuntos que no dominaba. Se decía de él que era un estudioso de los clásicos, y que conocía bien la vida de Alejandro Magno, con quien, en secreto, se comparaba. El gobierno de Alp Arslan llevó a los selyúcidas más allá del Tigris y el Eúfrates, hasta Asia Menor. Esta fue la primera vez que los turcos pisarían este territorio, que siguen gobernando actualmente. Es decir, hasta Alp Arslan no hubo turcos  en “Turquía”. Ojo al dato.
La política de Alp Arslan hacia los romanos fue simple: guerra sin cuartel. Esto llevó a la gran batalla de Manzikert, en el 1071, en el que los turcos derrotaron de forma aplastante a los ejércitos del emperador Romano IV e incluso lo capturaron, lo que provocó una cadena de acontecimientos que llevó a una profunda crisis en el Imperio Romano cuando Romano IV regresó, pues había otro en su lugar, y permitió que los turcos invadieran Anatolia casi sin oposición. Los romanos solo pudieron mantener territorios costeros, mientras que los selyúcidas crearon un sultanato, al que llamaron “Rum”, por los “rumíes”, es decir, los romanos orientales que habían gobernado aquellas tierras hasta aquel momento.  En efecto, la rapidísima expansión de Alp Arslan, que pronto llegó al Mediterráneo, pero también se extendió hacia el interior de Asia, hasta las fronteras con China a lo largo de la Ruta de la Seda, respondió a los desafíos de su administración creando pequeños principados al cargo militar de la casta turca selyúcida.
Victoria de Manzikert. Fuente: Batallas Históricas

Durante el reinado de Alp Arslan, nombró visir a Nizam al Mulk, el persa. Nizam al Mulk es sin duda el visir de visires. Un hombre de estado que dejó un legado espectacular de textos sobre buen gobierno, y una serie de escuelas avanzadas que asentarían las bases para las futuras universidades. Fue una época gloriosa, en la que coincidieron personalidades como Omar Khayam, filósofo y matemático, famoso autor de los hermosos “Rubayat”, y hombres brutales como Hassan ibn Sabbah, el “viejo de la montaña”, líder de la secta de los “hashashins”, a quienes gobernó desde la fortaleza ismaelita de Alamut, el Nido del Águila. Diversas tradiciones unen a estos tres personajes, pero esto es dudoso o, al menos, no coincidente en las fuentes. Lo que sí se sabe es que esta época fue esplendorosa, pues en ella floreció aquella semilla de estado islámico concebido, depurado y administrado por funcionarios de la escuela persa.
Bien, tras su expansión en occidente, Alp Arslan cabalgó hasta el extremo oriental de sus dominios para luchar contra los jorezmitas. Fue durante esta campaña, una vez había designado a su hijo Malikshah como sucesor,  cuando, al parecer  tras una reyerta, Alp Arslan cayó mortalmente herido tras un principado de doce años, en el 1072. Así llegó a ser Primer Emir el joven Malikshah, que llevó a su dinastía al esplendor total, aunque sus primeros cinco años los tuvo que dedicar a apaciguar a familiares rebeldes que intentaron quitarle el puesto. Malikshah tuvo la suerte de contar con Nizam Al Mulk como visir, por lo que la continuidad del estado y el bueno gobierno estuvo garantizada y bien impregnada de ese componente estatal persa, que se convirtió en la lengua oficial de la diplomacia, al mismo nivel que el árabe. El estado protegió y favoreció el auge de la lengua persa también en las artes, como la literatura y la poesía. De este modo, el persa se equiparó e incluso superó al árabe en importancia, ya que los gobernantes turcos preferían utilizar el persa como idioma de la corte. Curiosamente, el idioma turco quedó relegado al ámbito privado de estos emires.
Busto de Nizam al Mulk, el más brillante visir que
jamás sirvió a los emires selyúcidas.

Si bien es cierto que los selyúcidas aprovecharon la estructura estatal de los búyidas, la cultura esteparia turca llegó finalmente a provocar algunas decisiones que terminarían por debilitar al estado. Recordemos que los búyidas mantuvieron siempre tres principados independientes. Las disputas internas se limitaban a ponerse a la cabeza de cada uno de esos principados, pero estos, de alguna manera, eran una estructura fija de dominio territorial. Bien, los turcos tenían otra tradición y concepción de estado. Para ellos, los lazos de sangre primaban sobre los estados fijos. Eran nómadas, y la idea de un estado inmutable no tenía mucho sentido. Fue Malikshah, como parte de su política de pactos para asegurar su reinado, quien comenzó a crear pequeños principados y regiones al cargo de familiares suyos, que comenzaron a funcionar de manera más o menos autónoma, pero en la que las fronteras de sus posesiones demostraron ser más que flexibles, y tenían mucho margen para disputárselas. Malikshah recorrió sus inmensos dominios, desde el Mediterráneo, pasando por Yemen y la Transoxiana, al menos doce veces, precisamente como elemento cohesionador. Su corte era itinerante, cosa que podía hacer porque las estructuras de gobierno estaban bien asentadas por sus visires. Pero cuando Malikshah falleció, en el año 1092, esa cohesión desapareció, y el “imperio” selyúcida como dominio unificado, desapareció. Esto tuvo diferentes efectos en las partes oriental y occidental de su imperio.
                En el este, el poder de los selyúcidas fue rápidamente sustituido en la Transoxiana por otras dinastías turcas que  fueron llegando desde la estepa. Así encontramos turcos gobernando Jorasmia, o los Kara Kitai, u otras dinastías de la que quizás hablemos más adelante.
                En occidente florecieron los pequeños principados gobernados por los selyúcidas, pero cayeron en numerosas luchas civiles que acabaron con su poder. Fue en esta época cuando llegaron las Cruzadas. Eran tiempos turbulentos y no hubo un poder centralizado que pudiera hacer frente a la llegada de los ejércitos cruzados. Los fatimíes en Egipto, que habían nombrado su propio visir, ocuparon parte de Siria, por ejemplo, territorio que había estado bajo control selyúcida.  Por eso, hasta Saladino, fundador de la dinastía ayubí, no hubo una resistencia organizada contra las fuerzas invasoras cristianas.
             
El periodo selyúcida aseguró el esplendor del Irán islámico.
  
Sin embargo, hubo un principado que sí duró casi dos siglos más: el sultanato de Rum, en Anatolia, en el que prosperaron turcos y turcomanos, y que serían la base étnica para que Anatolia se acabara llamando Turquía. El sultanato de Rum se merece un artículo más detallado. Hubo también otro emirato que terminaría por convertirse en el origen de la dinastía otomana.  Una dinastía originada de las cenizas del poder que ejercieron los selyúcidas. Pero esto es otra historia. Así que aquí dejaremos este relato.

LOS EJÉRCITOS SELYÚCIDAS EN LOS WARGAMES.
III 73, opción a, de MFarrow
En DBA, los selyúcidas son la lista III/73, con terreno estepario y agresividad 3. La lista cubre tanto el “imperio” selyúcida como los emiratos que le sucedieron, incluso con la opción del sultanato de Rum. Pero nos centraremos en la opción b, la que el libro describe como “otros”, pues representan los ejércitos selyúcidas del periodo abarcado en este artículo. Se trata de un típico ejército estepario, con general  Cv, que son nobles turcos tipo ghilmen; 8 peanas de LH, que son los arqueros montados turcos y turcomanos y luego, tres peanas con muchas opciones. Una de ellas representa caballería beduina (2LH o bien 3Cv),  equipados con lanza pero no arco. Las otras dos pueden ser arqueros, psilois y auxiliares, aunque también LH. Estas tropas representan infantería procedente de los grandes dominios de estos turcos.
                En ADLG, la lista es la 195. Tiene un buen factor de mando, sobre todo por Alp Arslan. Los nobles turcos son caballería pesada con arco, tipo ghilmen, con opciones de élite, y los arqueros a caballo, superiores. Luego tienen opciones reguleras de infantería auxiliar, como arqueros, jabalineros, y cosillas así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario