viernes, 26 de febrero de 2021

II Guerra Médica. La batalla del Artemisio

Combates en el Artemisio. Fuente: AntenaHistoria
Saludos. En el artículo anterior dejamos a los persas ya en Tesalia, y a los griegos enviando una flota a la entrada del estrecho de Eubea, a una zona llamada el Artemisio, mientras una fuerza a pie se dirige al paso de las Termópilas a impedir que el ejército persa entre en el resto de la Hélade.

 Las Termópilas… Su mero nombre nos retrotrae a la leyenda. En tiempos recientes, hasta el cine y el cómic se han encargado de recrear los acontecimientos de este estrecho paso. Sin embargo, recomiendo como siempre acudir a las fuentes. Porque es cierto que Leónidas capitaneó a sus Trescientos, pero también es cierto que fueron muchos más hoplitas, hasta 5000, de muchas otras polis, y que, desde luego, Leónidas no fue contradiciendo a los éforos. Según Herodoto, lo que ocurrió es que por aquellos días se celebraban juegos ístmicos y las leyes sagradas impedían la movilización de los ejércitos. Fueron los éforos los que ordenaron la movilización de una pequeña vanguardia espartana, al frente de Leónidas, para dar ejemplo y motivar a las polis a enviar sus respectivas vanguardias. De este modo se reunieron unos cuatro mil hoplitas de muchas polis del Peloponeso, incluyendo los Trescientos, que además, al adentrarse en Beocia y dirigirse a las Termópilas, se reunieron con unos mil hoplitas procedentes de Tespias, y unos cuatrocientos tebanos. Estos, que habían dado tierra y agua a los persas, fueron obligados por Leónidas de Esparta, que los tomó casi como rehenes.

                Bien, la flota en el Artemisio y Leónidas en las Termópilas componían el último intento de bloquear el avance persa. Si superaban su posición pues... solo quedaban opciones desesperadas.  Así de crudo. Estas dos batallas, el Artemisio por mar, y las Termópilas por tierra, se lucharon simultáneamente. No obstante, nos centraremos primero en el Artemisio.

 

BATALLA DEL ARTEMISIO

La flota estaba al mando del estratego espartano Euribíades, que mandaba a todos los jefes de los distintos contingentes. El principal eran el ateniense, al mando de Temístocles (220 naves), y el corintio, al mando de Adimanto (40 trirremes), pero también había eginetas, calcídeos focenses, etc.  La flota tomó como base el extremo norte de Eubea, y desde allí enviaban naves de exploración para vigilar el avance persa. Cuando por fin supieron, merced a una trirreme que huyó de los persas en el último momento, que ya estaban cerca y cuántos trirremes traían, el espartano Euribíades decidió la retirada. Y esto hay que explicarlo.

                Veréis, la mentalidad de Esparta era muy conservadora. Aunque su prestigio los pusiera al frente de la liga helena, ellos no estaban dispuestos a arriesgar el Peloponeso. Y su visión estratégica era fundamentalmente terrestre. Bajo su óptica, la mejor posición era defender el istmo, bloqueándolo con un muro. Claro, si esto se hubiera hecho así, la flota persa hubiera rodeado esta posición y listo, y solo este hecho los convenció de que la flota ateniense era necesaria en la liga. Pero no sabían nada del combate marítimo. Pensaban que en aguas abiertas, la flota griega podría parar a los persas. Si los espartanos aceptaron defender las Termópilas fue porque era el único sitio por donde realmente se podría bloquear a los persas, pero una vez superado, su plan era retroceder al istmo, fortalecerse allí y a la Hélade al norte del istmo, pues que le dieran. Por lo tanto, Euribíades debía conservar la flota intacta. Seguramente tendría órdenes de los éforos de no arriesgarla.

                Sin embargo, Temístocles sí sabía combatir en el mar, y sabía que los persas podrían ser derrotados por mar en lugares estrechos, pero no a mar abierto. Así que la orden de Euribíades fue discutida por Temístocles. Pero no penséis que lo hizo por Grecia ni por la libertad, ni nada de eso.

               

Temístocles. Fuente: ArteHistoria

Herodoto nos cuenta que los eubeos no querían que la flota abandonara la posición, pues la necesitaban allí para darles tiempo a evacuar la isla. ¿Qué hicieron? Pues sobornar a los estrategos. Concretamente, Temístocles, según Herodoto, era un fiera usando las tropas de la polis para forrarse personalmente. Pidió a los eubeos 30 talentos de plata, y les aseguró que él convencería a Euribíades. Y vaya si lo hizo. Sólo le costó 5 talentos de plata quebrar la voluntad del espartano. Y además, lo hizo con tanto arte que Euribíades creyó que el dinero procedía directamente de los ahorros de Temístocles, ignorando que el ateniense todavía tenía en el bolsillo muuuucha plata eubea. Y en cuanto al corintio, que fue el que más protestó, le costó aun menos. 3 talentos pidió Adimanto para apoyar quedarse. Así que Temístocles hizo una interesante carambola, rentabilizando su interés por luchar en los estrechos de Eubea.

                No nos escandalicemos todavía. Herodoto es el primero en ensalzar a Temístocles, pero el sabio de Halicarnaso nos muestra aquí estos personajes son héroes porque hicieron algo heroico en un momento determinado, y esto no es incompatible con una conducta más oscura durante el resto de su vida. Esa es una importante lección para nosotros. En nuestra sociedad, tal vez con la visión heredada del Romanticismo, consideramos que los héroes patrios se comportan de forma correcta todo el tiempo, y que hasta mean colonia. Los griegos tenían claro que no era así. Si sus dioses estaban podridos de defectos y pasiones humanas, sus héroes también.

                Por otro lado, la inmensa flota persa sufrió un revés terrible. Llegaron a una bahía cercana y fondearon, pero como eran 1200 trirremes, no cabían, y una terrible tormenta que se desató por la noche dio al traste con 400 embarcaciones. Hubo miles de ahogados. Sin embargo, su número todavía era temible, así que siguieron su travesía hasta llegar a la entrada del estrecho de Eubea, quedándose en una playa llamada Afetas, desde la que podían observar la posición griega.

                Y los persas, que no eran mancos, idearon un plan. Pensando que si los griegos huían, tendrían que enfrentarse a la flota griega más tarde, concibieron un plan para destruirla de una vez. De noche, enviaron una flota a que circunnavegara Eubea por el este, para entrar en los estrechos por el sur, remontar hacia el norte y así, cortar la retirada de los griegos. Calculando el tiempo de navegación, fijaron una fecha para lanzar un ataque desde Afetas al Artemisio, ponerlos en fuga y atraparlos en los estrechos con la segunda flota.

                Sin embargo, hubo un heleno entre los persas que desertó del bando del Rey de Reyes, y por la noche, se escapó con su barco, cruzó al Artemisio, e informó a Euribíades de los planes enemigos.

                Al día siguiente, los persas de Afetas quedarían a la espera, mientras su avanzadilla navegaba alrededor de Eubea. Ese día, Euribiades aguardó, pero al caer la noche, ordenó zarpar con todos sus barcos hacia el sur, y sorprender así a la fuerza que los rodeaba, en una interesante  aplicación de la teoría de la posición central que tan bien explotó Napoleón en su día.

                Pero, ¿sabéis qué pasó? Que esa noche se dirigieron al sur y por la mañana aguardaron en la posición a la que habían calculado que llegarían los persas. Pero allí no había nadie. De modo que a mediodía, pusieron rumbo al norte, con el objetivo de llegar a la entrada del estrecho con la tarde avanzada y atacar a los persas en Afetas en ese momento.

Desastre de la flota persa

                ¿Qué pasó con esta flota que rodeaba Eubea? Pues veréis. ¿Recordáis cuando en la peli de “300”, Leónidas llega con sus tropas durante la noche y una tormenta está destrozando barcos persas. Pues eso pasó. Solo que el cómic, y la peli de “300”  muestran ese desastre dentro del estrecho de Eubea, el mar que puede ver Leónidas avanzando hacia las Termópilas. En realidad, el estrecho quedó bastante resguardado por la propia isla de Eubea, y por eso los griegos navegaron al sur de noche sin incidentes. La tormenta pilló a los persas al este de Eubea, en el lado de mar abierto, y los machacó. En realidad, Leónidas debió de ver a los griegos que navegaban hacia el sur.

                Bueno, pues como decíamos, por la tarde los griegos llegaron de nuevo frente a la playa de Afetas, y los persas salieron contra ellos. Fue un combate duro, y Herodoto nos cuenta que si los griegos resistieron, fue gracias a la formación que hicieron en círculo, con las proas hacia fuera, que impidió que el ataque poco coordinado de los persas fuera muy efectivo. Este sería un defecto de la táctica persa: siendo una flota compuesta por diferentes naciones, sus estrategos pensaban más en destacar ante Jerjes más que en trabajar de manera coordinada, fiándolo todo a su número. El caso es que los griegos salían de súbito de su formación y atacaban a las naves persas que quedaban expuestas al maniobrar. Debemos pensar además que en esta época, la guerra en el mar se basaba en el abordaje, y no en la maniobra. Los griegos se mostraron superiores en este campo, debido quizás al mejor equipo de sus hoplitas embarcados y mayor experiencia. Capturaron ese día 30 naves enemigas, y al caer la tarde, cada bando se retiró a su base.

                Esa noche, la mala mar llevó a la playa de Afetas a los muertos de la primera tormenta y del combate del día, lo que los llenó de malos presagios.

                Contemporizamos en este momento: en este día, el ejército de tierra de Jerjes, que ya llevaba varios días acampados frente a las “Puertas calientes” (es decir, no estaban con su flota, que seguía enfrentada con la griega más al norte de su posición, en Afetas)  aguardando que esos miserables griegos huyeran de miedo, atacaron al fin la posición de Leónidas y se llevaron una desagradable sorpresa.

 

                SEGUNDO DÍA

                Euribíades recibió  buenas noticias de Leónidas, y como el día anterior también le había ido bien, decidió atacar a los dubitativos persas, que pasaron esa mañana analizando el combate del día anterior. Esta vez llevó él la iniciativa, pero aguardó a la tarde. ¿Por qué? Pues, aconsejado por Temístocles, sabía que debía aprovechar su velocidad para atacar rápidamente, hacer daño y retirarse. Al atacar por la tarde, como hicieron el día anterior, la caída de la noche limitaba el tiempo de respuesta persa.

                Así hicieron.  Cayeron sobre las naves persas protegidas en la bahía de Afetas. Muchas estaban todavía ancladas. Casi todas las que hundieron eran cilicias, pues por turnos habían quedado en el exterior de la bahía. El ataque fue fulminante, y al menos otros 60 trirremes fueron hundidos. Para cuando los persas salieron a hacerles frente, los griegos ya se retiraban al Artemisio protegidos por el manto de la noche. Fue un día memorable.

Posición del Artemisio. Fuente: Blog de Gonzalo

 

                TERCER DÍA

                Esta vez los persas no se dejaron atrapar por segunda vez, ni cometieron los mismos errores. Aprovechando la zona de mayor amplitud, formaron en media luna y cayeron sobre el ARtemisio bien temprano. Los brazos de la media luna cerraron la zona y los griegos se quedaron sin escapatoria, así que no les quedó más remedio que luchar. Y lo hicieron. Vaya si lo hicieron.

                Herodoto nos habla de combates desesperados ese día, pues toda la ventaja griega había sido anulada. Aquel día, los trirremes egipcios dieron buena cuenta de los griegos. Pero los helenos no quedaron atrás, y también nos dice Herodoto que Clinias se destacó por encima de los demás trierarcas. ¿Sabéis quién es este Clinias? Pues veréis, este joven trierarca  perteneciente a la familia de los Alcmeónidas, sobreviviría a esta guerra y tendría un hijo, al que le pondría el nombre de su abuelo: Alcibíades. Sí, amigos, Alcibíades de Atenas, discípulo de Sócrates y famoso general durante las guerras del Peloponeso, era el hijo de este Clinias.

                Cuando cayó la noche, los griegos habrían sufrido muchas bajas, pero los persas también. Y se estaban replanteando su estrategia cuando les llegaron las peores noticias: Leónidas había muerto, los griegos se retiraban de las Termópilas y ya no había nada que hacer. Euribíades decretó entonces la retirada, y esa misma noche, la flota se deslizó de nuevo por el estrecho de Eubea hacia el sur.

                Pero Temístocles había podido enfrentarse con los invasores y eso le bastó para comprobar sus teorías: era posible vencer a Jerjes en el mar, en un lugar estrecho. Y también, debían separar a los jonios del bando persa. Y entonces, al astuto ateniense se le ocurrió un plan brillante: como sabía que la flota persa los perseguiría al día siguiente, y que harían la aguada en los mismos lugares que él mismo, dejó en esos lugares mensajes escritos, bien visibles, en griego, incitando a los jonios a separarse de Jerjes, y dándoles instrucciones sobre cómo reunirse con la flota de la liga helena.

                Cuando los almirantes persas vieron esos mensajes, hicieron lo lógico: comenzaron a  desconfiar de los jonios. Ya estaba. El astuto Temístocles había dado un golpe maestro: si los jonios desertaban, ganaría. Y si  no lo hacían, al menos los persas no confiarían en ellos y evitarían ponerlos en lugares críticos de la batalla.

                Así,  la flota griega en retirada, bastante entera a pesar de las naves perdidas, recaló en la isla de Egina, a la espera de tomar nuevas decisiones.

                De lo que pasó esos días en las Termópilas hablaremos en el siguiente artículo. Hasta entonces, un cordial saludo, amigos.

1 comentario: