sábado, 1 de agosto de 2020

La Segunda Guerra Médica: un proyecto de invasión.

Corte persa. Fuente: Persian things
Saludos. En el artículo anterior detuvimos el relato en la ascensión de Jerjes al trono del Rey de Reyes. Nos cuenta Herodoto que estos primeros años de Jerjes, entorno al 486 a.d.C., no fueron fáciles. Tuvo que dedicarse a controlar la revuelta en Egipto. Bien, de este periodo, casi la única fuente de que disponemos es «Historia», del autor de Halicarnaso, y en este punto de su relato, describe numerosas sesiones del consejo del rey, en la que Jerjes consulta con los nobles la conveniencia o no de atacar a los helenos. Claro, la cosa es: ¿cómo pudo reunir la información de lo que se habló en Susa cincuenta años antes de la redacción de su obra (no olvidemos que Herodoto escribió «Historia» durante las Guerras del Peloponeso, a la que hace ciertas menciones que permiten ubicar la redacción en el tiempo). Bien, en mi opinión, en esta parte, el padre de la Historia está novelando esos acontecimientos, dotándolos de valor literario al crear un personaje, Jerjes, cargado de dramatismo, pues no olvidemos que su relato está dirigido a ser contado en público. Opino esto porque en esos pasajes, el tono de la obra es diferente a los pasajes más «antropológicos», en los que Herodoto se dedica a comentar las costumbres de los pueblos, algunos de los cuales ha visitado, o sobre los cuales se ha informado, apuntando diferentes hipótesis, a los hechos (como el pasaje sobre el que especula por qué el Nilo crece en verano y no en invierno), investigando y declarando abiertamente que él da más credibilidad o menos a tal o cual hipótesis.

El Jerjes que presenta Herodoto, creo yo, es un personaje que sirve a la Historia para ensalzar el valor de los griegos y, sobre todo, para mostrar el castigo que recibe un hombre que se cree más poderoso que la Naturaleza o los propios dioses. Y no debemos perder de vista que los hechos que narra Herodoto, los hechos constatables, muestran que Jerjes es un rey competente que sabe rodearse de gente igual de competente, mientras que en sus diálogos, Jerjes se muestra dubitativo, prisionero de sus pasiones y a veces, alejado de la realidad debido a su sensación de poder omnímodo. Me gusta entender este relato con esto en mente.

Bien, nos cuenta Herodoto que Jerjes, en sus consejos de nobles, no se muestra inicialmente muy proclive a preseguir la guerra con los helenos. Egipto era una preocupación mucho más grande y era una satrapía mucho más importante que un «miserable» trozo de tierra montañosa, como era la Hélade. Sin embargo, de sus nobles, su tío Mardonio le aconseja que como soberano, no puede dejar la afrenta que le ha hecho Atenas sin venganza, pues esto puede perjudicarle en su puesto. Después de todo, Jerjes gobierna, por encima de todo, sobre la nobleza persa, y en su pueblo, este tipo de cosas con importantes; un monarca que pueda parecer débil es un monarca candidato a «caer por accidente» sobre su propio puñal. Tras varias vacilaciones y alguna intervención divina en sus sueños, Jerjes se decide a lanzar la expedición, y hay que decir que se hizo una preparación logística impresionante, analizada bajo la óptica de mi profesión de gestión de proyectos.

Veréis, la gestión de proyectos posee herramientas comunes independientes del objeto en sí del proyecto. Desde esta óptica, es casi lo mismo diseñas y construir plantas químicas, que hacer una película, que invadir la Hélade desde Persia. Porque esa es el punto de vista que pretendo dar en esta parte del artículo.

Todos los proyectos tienen más o menos las mismas fases: ingeniería y planificación, procura y ejecución. En la primera diseñamos qué queremos hacer, en la segunda adquirimos los materiales necesarios y los recursos humanos que gracias a la primera fase hemos detectado que nos harán falta, y finalmente se pone todo en ejecución. Veremos esas fases en el apartado siguiente.


EL PROGRAMA DE LA INVASIÓN DE LA HÉLADE

Bien, supongamos que estamos gobernando un imperio enorme desde Susa (en esta época del año). ¿Qué hace falta para invadir la Hëlade, en Europa? Exacto, lo primero, guerreros. Pero claro, los soldados comen y beben, y están en sus aldeas y ciudades. Por lo tanto, hay que dar órdenes a todas las satrapías para que preparen los contingentes de tropas y los envíen en un determinado momento, a un punto del imperio, y preocuparse por que todas esas tropas tengan provisiones hasta llegar a ese punto. Luego hay que moverlas a Europa. ¿Lo hacemos por barco o avanzaremos por tierra? En el primer caso necesitaremos muchísimos barcos. En el segundo, cruzar el Helesponto. ¿Lo hacemos por barco o tendemos un puente? Si hacemos un puente, ¿cómo lo hacemos? Y avanzando por tierra por Europa, ¿qué comeremos? ¿Debemos llevar una flota que nos acompañe? ¿Dónde podremos guarecerla si hace mal tiempo?

¿Veis? Esas son las preguntas a las que tuvo que enfrentarse Jerjes con sus nobles. Para dar solución a todos esos problemas hacían falta recursos y conocimientos. Pues bien, veremos cómo los persas resolvieron todo esto de manera brillante y casi sin despeinarse, logrando proezas que ni siquiera Alejandro Magno logró. Y recordemos que algunos de estos problemas ya los había resuelto Darío en su primera expedición a Europa, a Escitia, antes de la revuelta jonia. Porque, a pesar de la imagen de barbarismo que nos ha transmitido el cine americano, los persas eran herederos de civilizaciones brillantes de miles de años de Antigüedad, y a su lado, los griegos pre-clásicos de Europa eran poco más que un puñado de pastores violentos.

La fase de «ingeniería y planificación» generó el siguiente plan: la fuerza de invasión tendría infantería y una enorme flota de guerra. El ejército terrestre se reuniría en Capadocia, procedente de todas partes del imperio. Avanzaría hasta el Helesponto. Allí habría dos puentes tendidos para cruzar a Asia, y esos puentes no serían desmontados, sino que debían ser permanentes, por lo que debían además permitir el tráfico marítimo normal en el Helesponto. Luego, esas fuerzas se reunirían con la flota en la base de Dorisco, ya en Europa. Desde allí, la flota avanzaría por la costa y el ejército terrestre avanzaría en tres cuerpos por tres rutas paralelas a la costa. Al llegar a Calcídica, la flota no debía navegar alrededor del monte Atos, sino que se abriría un canal en el istmo para que la flota lo cruzara sin peligro. Así avanzarían hasta entrar en Grecia a través de Macedonia. En Grecia, puesto que los griegos «cultivaban» la tierra, el ejército podría abastecerse.

La procura planificada debía conseguir, por este orden:

a)Provisiones para el camino. Los persas comenzaron reuniendo los excedentes de grano de varios años y disponiéndolos a lo largo de la ruta que seguiría su ejército.

b) Materiales para los puentes: la única tipología capaz de cumplir esas características era un puente de pontones, pero puesto que debía ser permanente, era necesario que estuviera vertebrado por cables tensados de una orilla a la otra. Cables de 1,4 kilómetros de largo cada uno. Se tardarían dos años en tenerlos listos. La tecnología de la época permitía hacer cuerdas de papiro y lino, así que el trabajo fue encargado con antelación a egipcios y fenicios. Además, el puente tendría huecos para el paso de navíos. La «ingeniería» reveló que cada puente necesitaría dos cables de papiro y tres de lino, con poderosos cabestrantes para poder tensarlos

Cuerda de papiro. Fuente: Marlow ropes


c)La flota: Como la flota era multinacional también, el número de barcos solicitados a cada satrapía no era ningún disparate, por lo que la flota estaría lista en apenas un año, entre reunir las naves, las armas y las tripulaciones.

e)El canal del monte Atos necesitaba ya de por sí un proyecto independiente. Como se necesitarían tres años de trabajo, se comenzó mientras se hacían las cuerdas y se reunía la flota, enviándose distintos contingentes de trabajadores fenicios y egipcios, pagados, suficientemente abastecidos por líneas de suministro dedicadas a ellos.

f) Soldados, en número bien conocido ya que las satrapías funcionaban bien, que se obtendrían en último lugar para poder disponer de la logística necesaria y de las provisiones.

Quisiera destacar, por mi profesión, las dos principales obras de ingeniería: los puentes y el canal del Atos.

Los puentes se hicieron anclando las naves en una posición de acuerdo a la fuerza de las corrientes (más débil en las orillas, más fuerte en el centro), y se unieron unos a otros. Los cables conectaron todos los barcos, y entonces fueron tensados por los enormes cabestrantes que se dispusieron en ambas orillas. De esta manera, el conjunto del puente podría moverse con las mareas y corrientes, pero mantener la coherencia entre naves, para que el paso no se rompiera. Luego, sobre los cables tensos se tendieron las maderas del suelo, se le echó tierra encima, y se levantaron parapetos para qu ellas bestias no vieran que estaban en medio del mar. SE hicieron dos puentes así. (al primer intento se lo llevó una tormenta y Jerjes castigó al Helesponto a unos latigazos, pero a la segunda, el puente quedó tendido). Estos puentes aguantaron todo el tiempo (más de un año) en el que Jerjes fue y volvió. Fueron un prodigio no igualado posteriormente.

El canal del monte Atos se hizo con la anchura suficiente para que dos trirremes pudieran pasar en paralelo. La excavación se dividió por tramos en diferentes naciones. Herodoto nos cuenta que a todos se les caían las paredes de la excavación porque lo hacían directamente del ancho del canal. Sin embargo, los fenicios comenzaron a excavar con una anchura del doble de la que necesitaba el canal, de manera que dieron forma a las paredes, en forma de talud, hasta la anchura definitiva del canal. Esto es auténtica Geotecnia. Es la técnica que se usa hoy día para hacer carreteras: dar taludes a las excavaciones para hacerlas estables en el tiempo. Los fenicios, tecnológicamente, daban sopas con honda a todos. Este canal perduró en el tiempo, aunque sin mantenimiento, se fue rellenando de sedimentos, y en mi segunda novela, «El llanto inconsolable de los cuervos», escribí un pasaje en el que Brásidas, cincuenta años después, visita asombrado los restos del canal persa.

Antiguo trazado del canal de Jerjes


Con todo esto ya listo, los persas se pusieron en marcha. Herodoto recoge escenas dramáticas en las que Jerjes llora y se emociona al ver su inmenso ejército cruzando el Helesponto, y luego vienen tal o cual consejeros, uno a advertirles de los peligros de la naturaleza, otros a advertirles que los griegos no se rendirán. Todo cargadito de la materia de la que se hacen las buenas historias. Es uno de sus consejeros el que señala el mayor peligro. El que le hace la «gestión de riesgos»: la flota es demasiado grande y no va a disponer de puertos para protegerla. Y no hay forma de paliar esto. Este es el riesgo que asumen los persas.

Ah, y casi se nos olvidaba. Antes de salir, Jerjes envía un montón de embajadores a los helenos a pedir tierra y agua. Los envía a todas las ciudades menos a Atenas y Esparta, contrariamente a lo que se ve en la peli de «300». Esto es así porque Darío ya envió en la Primera Guerra Médica estos embajadores, y fue en ese momento cuando atenienses y espartanos los arrojaron a un pozo. Claro, que matar al mensajero era un sacrilegio, y aunque a los atenienses les dio igual, los espartanos se sintieron obligados a reponer el daño hecho, y enviaron a dos voluntarios a Susa para que Darío los matara en compensación. Pero ocurrió que ya Darío había muerto, fueron recibidos por Jerjes, y este les dijo que ni pensaba matarlos, ni Esparta iba a expiar su pecado con ellos dos, de modo que estos hombres volvieron a Esparta.


Persas y sacas. Fuente: Weapons and Warfare
Tras cruzar el Helesponto, el ejército se concentra en Dorisco con la flota, y allí Jerjes pasa revista de sus tropas. Herodoto nos regala un detallado catálogo de las tropas y sus armamentos. Por parte de la infantería, destacan los persas y medos, equipados con coloridas túnicas medas, armaduras de escamas bajo ellas, arcos, sagaris y akinakes, además de lanzas y escudos guerros para la primera fila de sus formaciones de sparabara. Los persas luchaban en formaciones de arqueros, con una primera fila que sostenía un gran escudo de mimbre (spara) y lanza, y que protegía a los arqueros tras él. Luego van los sacas e hircanios, que van igual. También iban asirios, equipados con corazas, yelmos, cascos, lanzas, escudos y mazas, y que forman infantería pesada. Hay un gran contingente de tropas ligeras armadas con arcos: bactrios, paricanos, caspios, etc. También hay arqueros indios, vestidos con un misterioso tejido llamado «lana de árbol», o algodón, como los conocemos ahora. Los indios llevaban grandes arcos, muy potentes. También hay árabes, vestidos con mantos y con arcos. Desde África, los persas trajeron contingentes nubios, que luchaban vestidos con pieles de leopardo, y se pintaban el cuerpo con minio y cal para el combate, y se armaban con escudos y venablos; libios, igualmente equipados con venablos, y etíopes orientales, que eran arqueros y formaban junto a los indios. Desde Asia Menor iban los lidios, equipados al modo heleno; moscos, tibarenos, pablagonios, macrones y otros muchos pueblos equipados a la ligera con jabalinas y venablos. A lo largo de su viaje por Tracia, se le siguen uniendo tribus de feroces peltasta. Herodoto cuenta algo más de un millón de tropas, números que parecen increíbles, desde luego.
Tropas del imperio persa, por Montvert.

Pero es que la flota que describe ya tiene más de 1200 trirremes: 300 fenicios, cuyas tropas van bien equipadas como soldados de cubierta con corazas, yelmos, escudos y venablos; egipcios, con 200 trirremes, y tropas equipadas con grandes escudos cóncavos, largas lanzas para los abordajes, y terribles hachas. Los cilicios, desde donde habían partido tantas expediciones navales, también aportaron una poderosa flota. De Chipre fueron 150 naves, equipados con armas helenas. Los jonios dorios y eolios de Asia aportaron casi otras doscientas trirremes, etc. A destacar por Herodoto entre este contingente la competente Artemisa de Halicarnaso, una navarca muy competente, al frente de una flota, y que marchaba a la guerra como una de las principales consejeras de Jerjes.

Tropas asirias. Fuente: Persian Empires
Si bien 1200 trirremes es un número muy alto, viendo el número que aporta cada nación, ya no parece tan exagerado, ya que esos pueblos habían reunido flotas incluso mayores en otros momentos de la historia. Y a 200 personas por trirreme, hablamos de casi un cuarto de millón de personas, contando sólo los embarcados. La décima parte de las tripas de las que habla Herodoto ya son un número asombroso.


MIENTRAS EN GRECIA

Los helenos «mejor dispuestos hacia la Hélade», como los llama Herodoto, tuvieron noticias de los preparativos de Jerjes de por diferentes indicios. El mar guarda mal los secretos, y los comerciantes van y bien, y se habla en las tabernas del puerto de tal o cual demanda excesiva de materiales. Pero sobre todo, Demarato, rey espartano de la casa de los Europóntidas, destronado por las maquinaciones de Cleómenes y que en venganza, había marchado a Persia y trabajaba como consejero de Jerjes para la invasión, consiguió enviar un mensaje oculto bajo la cera inmaculada de una tablilla. Herodoto no es capaz de confirmar si lo hizo para proteger a su pueblo o para hacer escarnio, pero aquella tablilla en blanco llegó a Esparta, y ninguno comprendió el mensaje hasta que Gorgo, hija de Cleómenes y esposa de Leónidas, se olió el ardid y retiró la cera.

Pues bien, las ciudades del Peloponeso (con la excepción de la poderosa Argos), Atenas y Egina, e incluso los tesalios, fueron a aquellos consejos que se celebraron en el istmo, y en los que se tomaron importantes decisiones sobre la defensa de la Hélade, que fueron:

Marine fenicio
a)Poner fin a las guerras que tenían entre ellos. Aquí Atenas y Egina hicieron una tregua, por ejemplo.

b) Enviar espías a Sardes para conocer de antemano las fuerzas persas.

c)Enviarían mensajeros a Corcira y Creta para pedir ayuda.

d) Enviarían mensajeros a Argos, el otro gran poder del Peloponeso, para que se uniera a la liga. Argos y Esparta habían tenido una dura guerra y ahora no querían luchar por los griegos con tal de no beneficiar a Esparta.

e) Enviarían mensajeros a Gelón de Siracusa buscando ayuda.

f) Los espartanos comandarían las fuerzas que iban a aportar las polis. Y su primera decisión fue enviar un ejército al paso del monte Olimpo, para intentar bloquear a los persas en Macedonia y que no entraran en Tesalia. Era la condición que puso Tesalia para no aliarse con los persas.

Los espartanos serían los jefes de las fuerzas conjuntas.

El resultado de todas estas gestiones no fue exactamente el deseado. Veréis, lo que ocurrió en realidad fue lo siguiente:

a) Los espías griegos fueron detenidos en Sardes. Sin embargo, Jerjes salvó en el último momento sus vidas, les enseñó el ejército con el que iba a cruzar el Helesponto, y les dijo: «Ahora volved y decid a los atenienses lo que les espera». Y eso hicieron, completamente aterrorizados. Lo trágico es que, de todos sus planes, este fue el que mejor salió...

b)Los corcíreos dijeron que sí ayudarían a la Liga. Sin embargo, lo que hicieron en realidad fue equipar una flota a su debido momento y dejarla a la espera en la bahía de Pilos. Si ganaban los griegos, siempre podrían decir que habían enviado fuerzas pero que un temporal los había obligado a guarecerse allí. Y si ganaban los persas, podían acudir ante ellos haciendo gala de su no participación en la resistencia contra ellos.

c)Los cretenses consultaron los oráculos y argumentaron que estos no eran favorables y no ayudarían por tanto a los helenos del continente.

d)Los árgivos negociaron durante unas semanas una entrada en la liga, pero pedían la hegemonía de las fuerzas. Los espartanos, en un alarde de capacidad negociadora sin precedentes, les ofrecieron compartir el mando, pero ellos finalmente se retiraron de la negociación. Habían perdido seis mil hoplitas en la última guerra con Esparta y temían, y con razón, que una victoria contra los persas reforzara aun más su hegemonía. Argos se colocó en tal posición que la victoria persa le reportaba más beneficios. Herodoto plantea, sin poder corroborarla como dice él mismo, que los persas ya habían negociado con Argos incluso antes de salir de Sardes. Lo cual, teniendo en cuenta que Demarato de Esparta era consejero de Jerjes, tiene todo el sentido del mundo.

e) Gelón de Siracusa ofreció a la liga de ciudades griegas no menos de 20.000 hoplitas y 200 trirremes, pero también pidió el mando para él, lo que a los espartanos les pareció un obstáculo insalvable, y al final no hubo trato. Herodoto nos cuenta aquí que la historia que se cuenta en Sicilia es diferente: que Gelón no pudo enviar fuerzas porque los cartagineses, que ocupaban el extremo occidental de la isla, habían reunido un gran ejército en África y planeaban una invasión. Herodoto no habla apenas de esta guerra, pero existe la teoría de que los persas negociaron con los cartagineses para que metieran presión en Sicilia y así, los siracusanos no pudieran ayudar a sus parientes de la Hélade. Ahora bien, sabemos que sí hubo tal guerra, mencionada por Diodoro Sículo, y se dice que su conclusión, la batalla de Hímera, ocurrió el mismo día que la batalla de Salamina. Lo que queda en duda es si los cartagineses lo hicieron todo por iniciativa propia, o si bien fue resultado de la negociación con los persas.

Es decir, hasta ese momento TODOS LOS PLANES GRIEGOS FALLARON. No recibieron ninguna ayuda de nadie.

Y para colmo de males, cuando ya los persas estaban en Macedonia y la liga mandó el contingente al paso del monte Olimpo, Alejandro, hijo de Amintas y rey de Macedonia, les envió un mensaje (recordemos que Macedonia había sido conquistada por los persas en la Primera Guerra Médica), informándoles de que los persas estaban entrando por diferentes lugares y que iban a rodearles. Así tuvieron que retirarse, y puesto que Tesalia no pudo ser protegida, entregó en el último momento tierra y agua a los persas.


LOS PERSAS ENTRAN EN LA HÉLADE

Pues bien, de esta manera Jerjes y su enorme ejército entraron en Tesalia, y allí se prepararon, descansaron y recibieron a los embajadores que les traían tierra y agua de las polis griegas que voluntariamente se les habían entregado. ¿Quiénes fueron? Pues casi todas las ciudades al norte del istmo: Tebas y toda Beocia, a excepción de los plateos; tesalios, que recibieron a los persas en su propio país; los dólopes y los perrebos; los magnesios y los aqueos de la Ftíode. En fin, aquellos que, sencillamente, no podían protegerse de la invasión.

Mientras, los helenos de la liga prepararon un nuevo y desesperado plan. Conscientes del enorme tamaño de las fuerzas de Jerjes y de su flota, decidieron hacerles frente allí donde no pudieran aprovechar su superioridad. De manera que la liga destacó su flota al Artemisio, que es la entrada desde el mar abierto al canal de Eubea, mientras un ejército de tierra, formado a toda prisa por pequeños contingentes de las polis, marchó hacia un estrecho paso en la Focea, por el que Jerjes debía meter su enorme ejército. Un lugar llamado Termópilas.

Espectacular ejército persa aqueménida en 15 mm. Fuente: Flickr