miércoles, 22 de agosto de 2018

La dinástía búyida II: La era del esplendor.


Medalla de Rukn-ad-Daula con símbolos reales
sasánidas. Fuente: Wikipedia
Saludos. En el artículo anterior nos quedamos en el momento en el que Ali bin Buya, llamado  Imad ad-Daula llega al final de su vida, en el 949. Recordemos que los tres hermanos bin Buya se habían repartido sus territorios en tres emiratos: el de Fars, gobernado por el propio Ali; El de Rei, gobernado por Rukn-ad-Daula y el de Bagdad, que tenía dominado al propio califa, para el hermano menor, Mu´izz ad-Daula, o Hasan bin Buya.  En adelante usaré los títulos que les otorgaron los califas, para evitar confusiones.

Antes de su muerte, el viejo Imad-ad-Daula hizo llamar al único descendiente de su familia que había llegado a los 13 años: el príncipe Fana-Khusrau, hijo de Rukn-ad-Daula, y le legó el emirato de Fars. Pero no se preocupó de ningún otro asunto relativo a la sucesión del título de “Emir mayor” o “Emir principal”. Cuando murió, Fana-Khusrau tenía quince años, y su padre Rukn ad-Daula, el mayor de los bin Buya que quedaba vivo,  pasó con él los primeros nueve meses de su reinado, a pesar de sus numerosos problemas en Rei, para asegurar el traspaso de poderes a su hijo, y para darle las directrices necesarias para el gobierno de Fars, como emir sometido a la autoridad de “Emir mayor”, pues en eso se convirtió Rukn-ad-Daula.  Esto se sabe porque en las monedas de Fars, el nombre de Rukn ad-Daula aparece junto al de su hijo. Su otro hermano, Mu´izz ad-Daula no pareció haber hecho gran cosa por disputar el título a su hermano, aunque puesto que Fana-Khusrau iba a recibir un nuevo nombre, sí aprovechó para influir directamente en el califa y evitar que este llamara a Fana-Khusrau “Taj ad-Daula”, “corona del reino”. En su lugar fue llamado “Adud-ad-Daula”. Ese título no comprometía las aspiraciones de Mu´izz a ser algún día “Emir mayor”. Tal vez se debió a eso. Para Mu´izz ad-Daula, sabiendo que cuando Rukn-ad-Daula muriera, sólo quedarían sus sobrinos al mando de los demás emiratos, y confió en poder asumir el título de “Emir mayor” sin oposición, y así asegurar la posición a su hijo, el futuro Izz-ad-Daula, frente a sus primos.

Pero volvamos a Rukn-ad-Daula. Ahora era el indiscutible “Emir Mayor” de la casa búyida. La situación en los emiratos era la siguiente: en Bagdad, sólo los Hamdánidas de Aleppo se oponían a la posición de los búyidas, además de la siempre tensa relación con Bizancio. En Fars, el recién nombrado Adud-ad-Daula se enfrentó a casi veinte años de paz, en los que pudo crecer familiarizado con las labores de la administración. Fue Rukn ad-Daula quien soportó el peso de las hostilidades en el disputado territorio de Rei. Con los ziyáridas al norte y los samánidas al este, Rukn atacó y recibió ofensivas en estos frentes. Eso sí, como “Emir Mayor” sí tuvo la autoridad para obligar a Mu´izz ad-Daula a proporcionarle más recursos.  Las guerras entre los búyidas contra ziyáridas y samánidas fueron largas, amargas y poco resolutivas. Rukn ad-Daula tuvo que firmar un tratado con los samánidas,  que a pesar de no ser demasiado humillante, le obligaba a pagar cierta cantidad anualmente. A cambio, Jorasán se convirtió en virtualmente independiente.  Con los ziyáridas fue aun más dolorosa, pues la ciudad de Isfahan cayó varias veces en ambas manos. Pero el tratado anterior le permitió concentrar los esfuerzos para conquistar al fin Tabaristán y Gurgan, y recibir el sometimiento  de los ziyáridas, de manos del propio Vushmgir. Y también mantuvo una larga y difícil guerra con los kurdos, que tuvo que abortar tras la muerte repentina de su general, y que no quedaría resuelta hasta el gobierno de Adud ad-Daula, pues la casa de Hasanwaihid aprovechó la tregua para fortificar sus ya inaccesibles tierras. Por otro lado, no pocos kurdos formaron parte de las tropas mercenarias de Rukn, que supo apreciar su tradición de caballería pesada de impacto, tan diferente a la turca y persa.
Pantanos de Iraq, donde el tiempo parece haberse
detenido.

En esos casi veinte años, Mu´izz ad-Daula vio malogrados sus planes de futuro al sufrir la desgracia de morirse en el 967, durante una campaña contra el reino shanihida, situado en las tierras pantanosas del sureste de Iraq.   Rukn-ad-Daula seguía vivo,  puesto que el heredero de Mu´izz sería su joven hijo Izz-ad-Daula, Rukn y Adud acordaron dar de lado a esa rama a la hora de nombrar un nuevo “Emir Mayor”. Tuvo tiempo de testamentar, y el cronista Miskawaih, visir de Mu´izz y luego de Rukn, dejó transcrito en su “Experiencia de las naciones” el testamento del búyida. En ella, recomienda finalmente a su hijo, Izz-ad-daula, no disputar el emirato a su primo, Adud-ad-Daula. Mu´izz había luchado con gran éxito contra los Hamdánidas, y había lanzados muchas campañas contra el reino de los pantanos del sur del Eúfrates. También había ayudado a Adud-ad-Daula a conquistar Omán, con lo que el emirato de Fars dominaba ambas orillas de la entrada al Golfo Pérsico. Su hijo Izz-ad-daula siguió al principio las indicaciones de su padre, pero no tardó en desviarse.

Además, en Bagdad fue donde las tensiones en el ejército entre dailamis y turcos se hicieron más fuertes. Izz no fue diligente en el asunto de las pagas, y se retrasaron. Necesitado de dinero, culpó a los turcos y se lanzó hacia el sur, para expropiarles todas las tierras que les había asignado.  El jefe militar de Izz-ad-daula era un turco,  Sebik Tegin, y cuando este inició marchó,  una revuelta en Bagdad, aprovechada por los Hamdánidas para hacer una incursión en Iraq que le llevaría a las puertas de la ciudad. Y para colmo, ese año los fatimíes, que  eran chiíes, se hicieron con el poder en Egipto, y declararon abiertamente su oposición a los califas abásidas y su intención de destruirlo. Precisamente el califato defendido por los búyidas, que también eran chiíes.    Izz-ad-Daula estaba en apuros y no tuvo más remedio que pedir ayuda a Rukn-ad-Daula, y este obligó a Adud-ad-Daula a prestársela. Podemos imaginar sin duda esta conversación en términos familiares: “¡Ayuda a tu primo!”. Pero Adud lo hizo con renuencia, y llegó a retrasar su asistencia confiando en que Izz caería en una de las plazas fuertes donde estaba asediado. Pero Izz-ad-Daula resistió, y Adud se vio impelido por su padre una vez más a ayudarle. Y con la vena de la frente hinchada. Imaginad la escena.

Adud-ad-Daula ya empezaba a despuntar y tenía planes, claro. Sabía que su padre no tardaría en fallecer, y su hermano menor, señalado ya por Rukn como sucesor en el emirato de Rei, no le plantearía problemas para ser “Emir Mayor”. E Izz era un pusilánime al que pensaba, no solo excluir de la línea sucesoria, sino arrebatar todo el territorio de Iraq. Sin embargo, Rukn sabía cómo dominarlo, y Adud tuvo que entrar en Iraq a ayudar a su primo. Aplacaron la revuelta turca. Sebik Tegin fue ejecutado, y Adud reinstauró a Izz, como su propio visir. Pero la relación con su padre se había deteriorado, y por primera vez, Adud vio peligrar su futuro emirato. Llegó a temer que Rukn señalara, tras la disputa, a su hijo menor. Fueron los visires los que mediaron para que Rukn y Adud se reconciliaran. Hombres de estado, capaces de ver más allá de las razones familiares, los visires de los búyidas, de los que hablaremos más adelante, terminaron de construir el imperio.

               
La revuelta del anti-emperador Bardas Skleros fue aprovechada por
los búyidas
Rukn-ad-Daula falleció poco después de esta cumbre, e Izz-ad-Daula, que no había sido invitado, no reconoció a Adud-ad-Daula. ¿Por qué decidió esto? Se vio apoyado sin duda por el califa y los hamdánidas, que lo preferían a él,  más manejable y débil, a Adud, en Iraq, a quien sabían que no podrían dominar.  Tenía un visir que jugaba un doble juego hacia él y hacia el califa. Y ese visir logró que Fakr-ad-Daula, hermano de Adud, y emir de Rei, se rebelara  también contra Adud, con la clara intención de conseguir un poder independiente en el norte de Iraq.

Adud-ad-Daula invadió Iraq y venció a Izz-ad-Daula en una terrible batalla. El primo, no obstante, salió con vida, y llegó a pactar un trato con Adud, reconociendo su supremacía, y con la condición de que no pactara ninguna ayuda con los hamdánidas. Pero Izz no cumplió, y Adud tuvo que volver a luchar contra él. Esa vez fue capturado y muerto. Mientras, Fakr ad-Daula fue también puesto en fuga, y se unió al ziyárida Qabus en Tabaristán. Adud confió la marcha de este frente a otro hermano, Mu´yad ad-Daula, que los persiguió, aunque ambos fugitivos terminaron recogidos en la corte samánida.

Adud se quedó en Iraq. Terminó de ordenar todos los asuntos, derrotando a los kurdos que se habían unido a la rebelión de Izz ad-Daula, así como domeñando a los turcos, y sometiendo de nuevo a los hamdánidas, que quedaron sometidos otra vez a la casa búyida. Y de paso, capturó a un importante rebede del imperio bizantino: Bardas Sklerós, que se había instalado en territorios limítrofes entre ambos poderes y se había rodeado de numerosas tropas musulmanas. Adud había jugado a darle apoyo, pero cuando Bardas Sklerós se convirtió en jugosa moneda de cambio, lo capturó y comenzó a negociar con los bizantinos su entrega.

Así fue como en poco más tres años. Adud ad-Daula tomó el poder absoluto en el imperio que habían creado los búyidas. Iraq quedó sometido. Las regiones kurdas, tras la purga en la casa de Hasanwaith, fue de nuevo entregada a uno de los pocos que Adud dejó con vida, que desde entonces le fue siempre fiel. El emirato de Rei fue entregado a Mu´yad-ad-Daula. Kirman seguía en manos safáridas, pero estos reconocían y tributaban a los búyidas, y Omán y las regiones del golfo a su otro hermano, Samsam ad-Daula. Este periodo, aunque breve, se considera el cénit del poder búyida. Nos detendremos un poco en él porque merece la pena.

Fortalezas iraníes
El visir, filósofo y cronista Miskawayth dejó testimonio de estos años en su “Experiencia de las naciones”, que luego fue continuada, ya en periodo Seljuk, por otro visi, Rudhrawari, recopilando numerosos documentos originales de la época. Esta crónica es un testimonio apasionante de los hechos, las negociaciones, los testamentos y todos los análisis de las figuras. Hemos de pensar que los búyidas no hicieron todo eso solo. Preocupados principalmente por las cuestiones militares y la adquisición de recursos para pagar al ejército, los visires fueron piezas claves en la construcción de sus estados. Visires, además, pertenecientes a una élite intelectual, y que sirvieron con frecuencia en varias casas, llevando y trayendo ideas de unas a otras.

Gracias a estas crónicas sabemos cómo Rukn y Adud mejoraron las principales ciudades de su imperio, con la gran Bagdad como modelo. Sobre todo Isfahan fue engrandecida por Rukn ad-Daula. También Shiraz, o Arrajan, la ciudad favorita de Rukn ad-Daula. También acometieron grandes obras públicas, como carreteras y puentes, dentro de una estrategia de mejorar las comunicaciones entre Iraq e Irán.  Construyeron un canal que permitía navegar el eje Tigris/Eúfrates/Karun, en Khuzistan, sin tener que salir al Golfo Pérsico.  También hablan de la gestión de organismos fundamentales, como el correo. Rudhrawari escribe que ninguna noticia tardaba más de una semana en llegar a Adud en Iraq, y con frecuencia frutas y otras mercancías eran llevadas a sus palacios en perfecto estado.  No hicieron, sin embargo, nuevas mezquitas en Bagdad. Respetaron esta potestad de los califas, que a pesar de sus limitaciones, siguieron construyéndolas. Sí hicieron hermosas mezquitas en sus capitales.

¿Sabéis cómo vivía un príncipe búyida? La crónica nos lo describe. Es muy interesante.  Adud era conocido por su disciplina y por su austeridad.  Su día comenzaba tomando un baño, y luego yendo a la oración (la primera del día se hace al amanecer). Luego recibía a sus visires y su consejo real, en el que participaban el jefe del ejército dailami y el jefe de los turcos. Revisaban entonces las últimas noticias y se tomaban decisiones sobre el gobierno. A media mañana bajaba a la oficina del correo. Adud era un fanático de este servicio, y si alguna vez se retrasaba, el jinete debía tener una excusa muy pero que muy buena para salvar el pescuezo. La crónica dedica varias líneas a este rasgo de su gobierno. Tomaba el correo, elegía las que iban a él y luego devolvía las demás a la oficina de correos para que llegara al resto de sus destinatarios, pues el correo no servía sólo al príncipe. Entonces leía todas sus cartas, las pasaba a sus visires y daba indicaciones sobre las respuestas, mientras todas las deliberaciones quedaban registradas en acta. Entonces iba a comer, descansar y rezar de nuevo. Así por la tarde ya se iba al salón donde bebían vino, escuchaban música y repasaban las cartas ya escritas, se corregían y enviaban. El resto de la velada escuchaba a los músicos y charlaba con sus amigos. Se comenta que solía interrogar a músicos y poetas sobre sus composiciones.

Nótese la atención que prestaba a las comunicaciones y la importancia de la labor de los visires, que redactaban las cartas. Cualquier gobernante que no fuera cuidadoso caería en manos de ellos. No fue el caso de Adud, que siempre se implicó mucho en las decisiones y la política de su reino. En la crónica se cuenta una leyenda sobre una esclava de la que se prendó y que le “distrajo” demasiado del gobierno, pero hasta el propio cronista deshecha la historia como poco creíble y por ser repetida con casi todos los gobernantes.

Una de las hermosas mezquitas búyidas en Isfahan
En cuanto a esta, hablaremos un poco de su papel como gobernante del Islam. Recordemos que en el caso de Imad-ad-Daula, había decidido mantener al califa pero mantener el poder de forma más o menos oficial, sin aspiraciones a una corona real. En cambio, con Adud, el concepto de monarquía irania quedó totalmente perfilado. De hecho,  fue gracias a los visires que esta idea se afianzó. Resulta que fueron los ziyáridas los primeros en aspirar a recuperar la corona irania.  Celebraban el Año Nuevo Iranio, y en las monedas que acuñaban añadían símbolos y epítetos de la monarquía sasánida. Rukn-ad-Daula fue rehén en la corte ziyárida durante un tiempo y tomó contacto con esas ideas. Y cuando uno de sus visires, el principal ideólogo del asunto entró al servicio de Rukn-ad-Daula y luego de Adud, consiguió que estos terminaran de perfilar su rol. En esta época el persa volvió a ser utilizado en la corte búyida, y todos los príncipes recibieron al nacer nombres persas (recordemos que Adud-ad-Daula se llamaba Fana-Kusrahu, mientras que su padre, Rukn, se había llamado Ahmed bin Buya). El fundador de la dinastía, Ali bin Buya, era hijo de pescadores. Sabía que los dailami no le reconocerían como rey.  Adud encargó una genealogía más “adecuada” para reclamar la corona, que enlazaba con los reyes sasánidas. Y finalmente, recibió la corona de manos del califato.  Y aunque nunca se planteó salir del Islam, si  consiguió la separación total de poder religioso y político de manos del califa abásida At-Tai, en una elaborada ceremonia de coronación con cientos de trampas, y numerosos símbolos ocultos que los árabes abásidas no entendieron, pero que los iranios sí valoraban.

En la ceremonia, Adud negoció llegar a caballo, pero el califa no aceptó. Puso una barrera, para que tuviera que desmontar. Adud pidió también una cortina para que sus súbditos no le vieran besar el suelo delante de At-Tai, pero este tampoco aceptó. Y cedió en esto para conseguir lo que realmente quería. Veréis, en la ceremonia, Adud recibiría una corona, pero no de manos del califa, sino de sus ministros. Sin embargo, Adud llevaría un bucle suelo, adornado con una joya. Lo que negoció es que el califa debería asegurar dicho bucle bajo la corona si este se soltaba, en un momento en el que Adud estaba frente a sus generales. Este gesto, al que el califa no dio importancia, permitió legitimar que Adud había recibido la corona de manos del califa. Y tras ello, el califa declaró que le delegaba todo el poder en  él. Aquello era lo que había imaginado: la monarquía irania restaurada por el califa, bendecida por la “sombra de Dios en la tierra”. Eso era lo que significaba realmente aquello.

No cabe duda del papel que Adud dio a los búyidas. En las negociaciones con Bizancio para la devolución de unas fortalezas, el visir indica a Bardas Phokas que Adud ad-Daula  es, y cito, “el monarca del Islam”. Es apenas una frase en un párrafo de una transcripción, pero está llena de significado. El imperio búyida tomó para sí todo el poder político y militar del califato. Fueron “el califa en lugar del califa”, como diría Iznogud el Infame. Y esta estructura fue tan estable  y funcional  que cuando los turcos Seljuk derrotaron a los Búyidasla  aprovecharon esta estructura creada por ellos para tomar igualmente el poder, a pesar de mantener sus costumbres nómadas. El componente  iranio lo mantuvieron las dinastías turcas  a través de sus visires, reconociéndolos como elemento superior. No en vano, el visir de los selyúcida  Alparlsan y Malikshah fue el iranio Nizam al Mulk, el visir de visires, y del que ya hablaremos en futuros artículos.

La verdad es que el título que tomó, “Rey de Reyes”, que enlazaba con la casa sasánida, los reyes partos y los monarcas aqueménidas, no fue universalmente reconocido, pero hasta los samánidas, suníes, llegaron a respetar el símbolo de esa monarquía irania renacida, que sólo la fragmentación de las dinastías musulmanas .

En el próximo artículo contaremos los últimos años de esta dinastía.

 

 

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