Medalla de Rukn-ad-Daula con símbolos reales sasánidas. Fuente: Wikipedia |
Saludos. En el artículo anterior nos quedamos en el momento
en el que Ali bin Buya, llamado Imad
ad-Daula llega al final de su vida, en el 949. Recordemos que los tres hermanos
bin Buya se habían repartido sus territorios en tres emiratos: el de Fars,
gobernado por el propio Ali; El de Rei, gobernado por Rukn-ad-Daula y el de
Bagdad, que tenía dominado al propio califa, para el hermano menor, Mu´izz
ad-Daula, o Hasan bin Buya. En adelante
usaré los títulos que les otorgaron los califas, para evitar confusiones.
Antes de su muerte, el viejo
Imad-ad-Daula hizo llamar al único descendiente de su familia que había llegado
a los 13 años: el príncipe Fana-Khusrau, hijo de Rukn-ad-Daula, y le legó el
emirato de Fars. Pero no se preocupó de ningún otro asunto relativo a la
sucesión del título de “Emir mayor” o “Emir principal”. Cuando murió,
Fana-Khusrau tenía quince años, y su padre Rukn ad-Daula, el mayor de los bin
Buya que quedaba vivo, pasó con él los
primeros nueve meses de su reinado, a pesar de sus numerosos problemas en Rei,
para asegurar el traspaso de poderes a su hijo, y para darle las directrices
necesarias para el gobierno de Fars, como emir sometido a la autoridad de “Emir
mayor”, pues en eso se convirtió Rukn-ad-Daula. Esto se sabe porque en las monedas de Fars, el
nombre de Rukn ad-Daula aparece junto al de su hijo. Su otro hermano, Mu´izz
ad-Daula no pareció haber hecho gran cosa por disputar el título a su hermano,
aunque puesto que Fana-Khusrau iba a recibir un nuevo nombre, sí aprovechó para
influir directamente en el califa y evitar que este llamara a Fana-Khusrau “Taj
ad-Daula”, “corona del reino”. En su lugar fue llamado “Adud-ad-Daula”. Ese
título no comprometía las aspiraciones de Mu´izz a ser algún día “Emir mayor”.
Tal vez se debió a eso. Para Mu´izz ad-Daula, sabiendo que cuando Rukn-ad-Daula
muriera, sólo quedarían sus sobrinos al mando de los demás emiratos, y confió
en poder asumir el título de “Emir mayor” sin oposición, y así asegurar la
posición a su hijo, el futuro Izz-ad-Daula, frente a sus primos.
Pero volvamos a Rukn-ad-Daula.
Ahora era el indiscutible “Emir Mayor” de la casa búyida. La situación en los
emiratos era la siguiente: en Bagdad, sólo los Hamdánidas de Aleppo se oponían
a la posición de los búyidas, además de la siempre tensa relación con Bizancio.
En Fars, el recién nombrado Adud-ad-Daula se enfrentó a casi veinte años de
paz, en los que pudo crecer familiarizado con las labores de la administración.
Fue Rukn ad-Daula quien soportó el peso de las hostilidades en el disputado territorio
de Rei. Con los ziyáridas al norte y los samánidas al este, Rukn atacó y
recibió ofensivas en estos frentes. Eso sí, como “Emir Mayor” sí tuvo la
autoridad para obligar a Mu´izz ad-Daula a proporcionarle más recursos. Las guerras entre los búyidas contra
ziyáridas y samánidas fueron largas, amargas y poco resolutivas. Rukn ad-Daula
tuvo que firmar un tratado con los samánidas,
que a pesar de no ser demasiado humillante, le obligaba a pagar cierta
cantidad anualmente. A cambio, Jorasán se convirtió en virtualmente
independiente. Con los ziyáridas fue aun
más dolorosa, pues la ciudad de Isfahan cayó varias veces en ambas manos. Pero
el tratado anterior le permitió concentrar los esfuerzos para conquistar al fin
Tabaristán y Gurgan, y recibir el sometimiento de los ziyáridas, de manos del propio Vushmgir. Y también mantuvo una larga y difícil guerra con los kurdos, que tuvo que abortar tras la muerte repentina de su general, y que no quedaría resuelta hasta el gobierno de Adud ad-Daula, pues la casa de Hasanwaihid aprovechó la tregua para fortificar sus ya inaccesibles tierras. Por otro lado, no pocos kurdos formaron parte de las tropas mercenarias de Rukn, que supo apreciar su tradición de caballería pesada de impacto, tan diferente a la turca y persa.
Pantanos de Iraq, donde el tiempo parece haberse detenido. |
En esos casi veinte años, Mu´izz
ad-Daula vio malogrados sus planes de futuro al sufrir la desgracia de morirse
en el 967, durante una campaña contra el reino shanihida, situado en las tierras
pantanosas del sureste de Iraq. Rukn-ad-Daula seguía vivo, puesto que el heredero de Mu´izz sería su
joven hijo Izz-ad-Daula, Rukn y Adud acordaron dar de lado a esa rama a la hora
de nombrar un nuevo “Emir Mayor”. Tuvo tiempo de testamentar, y el cronista
Miskawaih, visir de Mu´izz y luego de Rukn, dejó transcrito en su “Experiencia
de las naciones” el testamento del búyida. En ella, recomienda finalmente a su
hijo, Izz-ad-daula, no disputar el emirato a su primo, Adud-ad-Daula. Mu´izz
había luchado con gran éxito contra los Hamdánidas, y había lanzados muchas
campañas contra el reino de los pantanos del sur del Eúfrates. También había
ayudado a Adud-ad-Daula a conquistar Omán, con lo que el emirato de Fars
dominaba ambas orillas de la entrada al Golfo Pérsico. Su hijo Izz-ad-daula
siguió al principio las indicaciones de su padre, pero no tardó en desviarse.
Además, en Bagdad fue donde las
tensiones en el ejército entre dailamis y turcos se hicieron más fuertes. Izz
no fue diligente en el asunto de las pagas, y se retrasaron. Necesitado de
dinero, culpó a los turcos y se lanzó hacia el sur, para expropiarles todas las
tierras que les había asignado. El jefe
militar de Izz-ad-daula era un turco, Sebik Tegin, y cuando este inició marchó, una revuelta en Bagdad, aprovechada por los
Hamdánidas para hacer una incursión en Iraq que le llevaría a las puertas de la
ciudad. Y para colmo, ese año los fatimíes, que
eran chiíes, se hicieron con el poder en Egipto, y declararon
abiertamente su oposición a los califas abásidas y su intención de destruirlo.
Precisamente el califato defendido por los búyidas, que también eran chiíes. Izz-ad-Daula estaba en apuros y no tuvo más
remedio que pedir ayuda a Rukn-ad-Daula, y este obligó a Adud-ad-Daula a
prestársela. Podemos imaginar sin duda esta conversación en términos
familiares: “¡Ayuda a tu primo!”. Pero Adud lo hizo con renuencia, y llegó a
retrasar su asistencia confiando en que Izz caería en una de las plazas fuertes
donde estaba asediado. Pero Izz-ad-Daula resistió, y Adud se vio impelido por
su padre una vez más a ayudarle. Y con la vena de la frente hinchada. Imaginad
la escena.
Adud-ad-Daula ya empezaba a despuntar
y tenía planes, claro. Sabía que su padre no tardaría en fallecer, y su hermano
menor, señalado ya por Rukn como sucesor en el emirato de Rei, no le plantearía
problemas para ser “Emir Mayor”. E Izz era un pusilánime al que pensaba, no
solo excluir de la línea sucesoria, sino arrebatar todo el territorio de Iraq.
Sin embargo, Rukn sabía cómo dominarlo, y Adud tuvo que entrar en Iraq a ayudar
a su primo. Aplacaron la revuelta turca. Sebik Tegin fue ejecutado, y Adud reinstauró
a Izz, como su propio visir. Pero la relación con su padre se había deteriorado,
y por primera vez, Adud vio peligrar su futuro emirato. Llegó a temer que Rukn
señalara, tras la disputa, a su hijo menor. Fueron los visires los que mediaron
para que Rukn y Adud se reconciliaran. Hombres de estado, capaces de ver más
allá de las razones familiares, los visires de los búyidas, de los que
hablaremos más adelante, terminaron de construir el imperio.
Rukn-ad-Daula
falleció poco después de esta cumbre, e Izz-ad-Daula, que no había sido
invitado, no reconoció a Adud-ad-Daula. ¿Por qué decidió esto? Se vio apoyado
sin duda por el califa y los hamdánidas, que lo preferían a él, más manejable y débil, a Adud, en Iraq, a
quien sabían que no podrían dominar. Tenía un visir que jugaba un doble juego hacia
él y hacia el califa. Y ese visir logró que Fakr-ad-Daula, hermano de Adud, y
emir de Rei, se rebelara también contra
Adud, con la clara intención de conseguir un poder independiente en el norte de
Iraq.
La revuelta del anti-emperador Bardas Skleros fue aprovechada por los búyidas |
Adud-ad-Daula invadió Iraq y
venció a Izz-ad-Daula en una terrible batalla. El primo, no obstante, salió con
vida, y llegó a pactar un trato con Adud, reconociendo su supremacía, y con la
condición de que no pactara ninguna ayuda con los hamdánidas. Pero Izz no
cumplió, y Adud tuvo que volver a luchar contra él. Esa vez fue capturado y
muerto. Mientras, Fakr ad-Daula fue también puesto en fuga, y se unió al
ziyárida Qabus en Tabaristán. Adud confió la marcha de este frente a otro
hermano, Mu´yad ad-Daula, que los persiguió, aunque ambos fugitivos terminaron
recogidos en la corte samánida.
Adud se quedó en Iraq. Terminó de
ordenar todos los asuntos, derrotando a los kurdos que se habían unido a la
rebelión de Izz ad-Daula, así como domeñando a los turcos, y sometiendo de
nuevo a los hamdánidas, que quedaron sometidos otra vez a la casa búyida. Y de
paso, capturó a un importante rebede del imperio bizantino: Bardas Sklerós, que
se había instalado en territorios limítrofes entre ambos poderes y se había
rodeado de numerosas tropas musulmanas. Adud había jugado a darle apoyo, pero
cuando Bardas Sklerós se convirtió en jugosa moneda de cambio, lo capturó y
comenzó a negociar con los bizantinos su entrega.
Así fue como en poco más tres
años. Adud ad-Daula tomó el poder absoluto en el imperio que habían creado los
búyidas. Iraq quedó sometido. Las regiones kurdas, tras la purga en la casa de
Hasanwaith, fue de nuevo entregada a uno de los pocos que Adud dejó con vida,
que desde entonces le fue siempre fiel. El emirato de Rei fue entregado a
Mu´yad-ad-Daula. Kirman seguía en manos safáridas, pero estos reconocían y
tributaban a los búyidas, y Omán y las regiones del golfo a su otro hermano,
Samsam ad-Daula. Este periodo, aunque breve, se considera el cénit del poder
búyida. Nos detendremos un poco en él porque merece la pena.
Fortalezas iraníes |
El visir, filósofo y cronista
Miskawayth dejó testimonio de estos años en su “Experiencia de las naciones”,
que luego fue continuada, ya en periodo Seljuk, por otro visi, Rudhrawari,
recopilando numerosos documentos originales de la época. Esta crónica es un
testimonio apasionante de los hechos, las negociaciones, los testamentos y
todos los análisis de las figuras. Hemos de pensar que los búyidas no hicieron
todo eso solo. Preocupados principalmente por las cuestiones militares y la
adquisición de recursos para pagar al ejército, los visires fueron piezas
claves en la construcción de sus estados. Visires, además, pertenecientes a una
élite intelectual, y que sirvieron con frecuencia en varias casas, llevando y
trayendo ideas de unas a otras.
Gracias a estas crónicas sabemos
cómo Rukn y Adud mejoraron las principales ciudades de su imperio, con la gran
Bagdad como modelo. Sobre todo Isfahan fue engrandecida por Rukn ad-Daula.
También Shiraz, o Arrajan, la ciudad favorita de Rukn ad-Daula. También acometieron
grandes obras públicas, como carreteras y puentes, dentro de una estrategia de
mejorar las comunicaciones entre Iraq e Irán.
Construyeron un canal que permitía navegar el eje Tigris/Eúfrates/Karun,
en Khuzistan, sin tener que salir al Golfo Pérsico. También hablan de la gestión de organismos
fundamentales, como el correo. Rudhrawari escribe que ninguna noticia tardaba
más de una semana en llegar a Adud en Iraq, y con frecuencia frutas y otras
mercancías eran llevadas a sus palacios en perfecto estado. No hicieron, sin embargo, nuevas mezquitas en
Bagdad. Respetaron esta potestad de los califas, que a pesar de sus
limitaciones, siguieron construyéndolas. Sí hicieron hermosas mezquitas en sus
capitales.
¿Sabéis cómo vivía un príncipe
búyida? La crónica nos lo describe. Es muy interesante. Adud era conocido por su disciplina y por su
austeridad. Su día comenzaba tomando un
baño, y luego yendo a la oración (la primera del día se hace al amanecer).
Luego recibía a sus visires y su consejo real, en el que participaban el jefe
del ejército dailami y el jefe de los turcos. Revisaban entonces las últimas
noticias y se tomaban decisiones sobre el gobierno. A media mañana bajaba a la
oficina del correo. Adud era un fanático de este servicio, y si alguna vez se
retrasaba, el jinete debía tener una excusa muy pero que muy buena para salvar
el pescuezo. La crónica dedica varias líneas a este rasgo de su gobierno.
Tomaba el correo, elegía las que iban a él y luego devolvía las demás a la
oficina de correos para que llegara al resto de sus destinatarios, pues el
correo no servía sólo al príncipe. Entonces leía todas sus cartas, las pasaba a
sus visires y daba indicaciones sobre las respuestas, mientras todas las
deliberaciones quedaban registradas en acta. Entonces iba a comer, descansar y
rezar de nuevo. Así por la tarde ya se iba al salón donde bebían vino,
escuchaban música y repasaban las cartas ya escritas, se corregían y enviaban.
El resto de la velada escuchaba a los músicos y charlaba con sus amigos. Se
comenta que solía interrogar a músicos y poetas sobre sus composiciones.
Nótese la atención que prestaba a
las comunicaciones y la importancia de la labor de los visires, que redactaban
las cartas. Cualquier gobernante que no fuera cuidadoso caería en manos de
ellos. No fue el caso de Adud, que siempre se implicó mucho en las decisiones y
la política de su reino. En la crónica se cuenta una leyenda sobre una esclava
de la que se prendó y que le “distrajo” demasiado del gobierno, pero hasta el
propio cronista deshecha la historia como poco creíble y por ser repetida con
casi todos los gobernantes.
Una de las hermosas mezquitas búyidas en Isfahan |
En cuanto a esta, hablaremos un
poco de su papel como gobernante del Islam. Recordemos que en el caso de
Imad-ad-Daula, había decidido mantener al califa pero mantener el poder de
forma más o menos oficial, sin aspiraciones a una corona real. En cambio, con
Adud, el concepto de monarquía irania quedó totalmente perfilado. De
hecho, fue gracias a los visires que
esta idea se afianzó. Resulta que fueron los ziyáridas los primeros en aspirar
a recuperar la corona irania. Celebraban
el Año Nuevo Iranio, y en las monedas que acuñaban añadían símbolos y epítetos
de la monarquía sasánida. Rukn-ad-Daula fue rehén en la corte ziyárida durante
un tiempo y tomó contacto con esas ideas. Y cuando uno de sus visires, el
principal ideólogo del asunto entró al servicio de Rukn-ad-Daula y luego de
Adud, consiguió que estos terminaran de perfilar su rol. En esta época el persa
volvió a ser utilizado en la corte búyida, y todos los príncipes recibieron al
nacer nombres persas (recordemos que Adud-ad-Daula se llamaba Fana-Kusrahu,
mientras que su padre, Rukn, se había llamado Ahmed bin Buya). El fundador de
la dinastía, Ali bin Buya, era hijo de pescadores. Sabía que los dailami no le
reconocerían como rey. Adud encargó una
genealogía más “adecuada” para reclamar la corona, que enlazaba con los reyes
sasánidas. Y finalmente, recibió la corona de manos del califato. Y aunque nunca se planteó salir del Islam,
si consiguió la separación total de
poder religioso y político de manos del califa abásida At-Tai, en una elaborada
ceremonia de coronación con cientos de trampas, y numerosos símbolos ocultos
que los árabes abásidas no entendieron, pero que los iranios sí valoraban.
En la ceremonia, Adud negoció
llegar a caballo, pero el califa no aceptó. Puso una barrera, para que tuviera
que desmontar. Adud pidió también una cortina para que sus súbditos no le
vieran besar el suelo delante de At-Tai, pero este tampoco aceptó. Y cedió en
esto para conseguir lo que realmente quería. Veréis, en la ceremonia, Adud
recibiría una corona, pero no de manos del califa, sino de sus ministros. Sin
embargo, Adud llevaría un bucle suelo, adornado con una joya. Lo que negoció es
que el califa debería asegurar dicho bucle bajo la corona si este se soltaba,
en un momento en el que Adud estaba frente a sus generales. Este gesto, al que
el califa no dio importancia, permitió legitimar que Adud había recibido la
corona de manos del califa. Y tras ello, el califa declaró que le delegaba todo
el poder en él. Aquello era lo que había
imaginado: la monarquía irania restaurada por el califa, bendecida por la “sombra
de Dios en la tierra”. Eso era lo que significaba realmente aquello.
No cabe duda del papel que Adud
dio a los búyidas. En las negociaciones con Bizancio para la devolución de unas
fortalezas, el visir indica a Bardas Phokas que Adud ad-Daula es, y cito, “el monarca del Islam”. Es apenas
una frase en un párrafo de una transcripción, pero está llena de significado.
El imperio búyida tomó para sí todo el poder político y militar del califato. Fueron
“el califa en lugar del califa”, como diría Iznogud el Infame. Y esta estructura
fue tan estable y funcional que cuando los turcos Seljuk derrotaron a los
Búyidasla aprovecharon esta estructura
creada por ellos para tomar igualmente el poder, a pesar de mantener sus
costumbres nómadas. El componente iranio
lo mantuvieron las dinastías turcas a
través de sus visires, reconociéndolos como elemento superior. No en vano, el
visir de los selyúcida Alparlsan y
Malikshah fue el iranio Nizam al Mulk, el visir de visires, y del que ya
hablaremos en futuros artículos.
La verdad es que el título que
tomó, “Rey de Reyes”, que enlazaba con la casa sasánida, los reyes partos y los
monarcas aqueménidas, no fue universalmente reconocido, pero hasta los
samánidas, suníes, llegaron a respetar el símbolo de esa monarquía irania
renacida, que sólo la fragmentación de las dinastías musulmanas .
En el próximo artículo contaremos
los últimos años de esta dinastía.
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