Emir Ismail |
Saludos. En el artículo anterior nos quedamos junto al lecho
de muerte de Ismail, en el 907. Fue sucedido por su hijo Ahmed. En su corto y
feroz reinado, que se caracterizó por sus numerosas y agresivas campañas y por
su carácter paranoico. Lo primero que
hizo fue deshacerse de su tío, que gobernaba en Samarcanda. Luego atacó sin
aviso a su propio virrey en Tabaristán, acusándole de quedarse con los
impuestos. Luego, entre 910 y el 911 se lanzó contra Sistán, el último bastión
de los Safáridas, y los derrotó finalmente. Tras dejar a un pariente suyo en la
región como nuevo gobernador, se llevó a su prisionero, el último safárida de
Sistán, Muadil, a Bojara, y portarse con él como no hubiera hecho Ismail.
En el
913, los Álidas o Ziyáridas, que aguardaban su oportunidad en Tabaristán, echaron al nuevo
gobernador y recuperaron el control de la región. Esto hizo que Ahmed
profundizara en su comportamiento perturbado. Cuando dormía, hacía que dos
leones custodiaran sus aposentos. Se dice que de nuevo en otra campaña, sus
fieros guardianes no fueron liberados de sus jaulas, cosa que sus sirvientes
aprovecharon para entrar en su tienda y acabar con su vida.
Pero,
¿por qué harían algo así? No podemos pensar solo en su hartazgo. Tenemos que
introducir un nuevo factor en esta historia. Habíamos dicho que estos ejércitos
contaban cada vez mas con una casta
militar esclava, los ghilmen (mozos) compuesta por soldados turcos. Era tal su
valía en combate que incluso en la corte samánida, sus jefes ascendían en la jerarquía y
aportaron un nuevo elemento de tensión. Cuando servían a un líder fuerte, los
turcos actuaban con prudencia. Pero cuando detectaban a un líder débil, tomaban
posiciones. Y aunque todavía quedaban muchos años de dinastía samánida, desde el reinado de Ahmed, los turcos fueron
tomando posiciones.
Algo
así debía de olerse el hijo de 10 años de Ahmed: el príncipe Abul Hasan Nasr, o
Nasr II. Se dice que cuando los ministros de su difunto padre y sus generales
fueron a buscarlo para investirlo con poderes sometidos a un gobierno regente,
el pobre muchacho saltó de la cama gritando que no lo mataran. No fue un
comienzo glorioso, sin duda, pero Nasr II
creció y heredó lo mejor de su abuelo, pues no solo mantuvo todos los
territorios que recibió de él, sino que consiguió incorporar nuevas tierras.
Fue un periodo dichoso, y así fue conocido: “el Emir Afortunado”. De hecho,
recupero Tabaristán de manos de los Álidas, y gracias a su brillante general
Hamuye, consiguió tras muchas victorias en sus fronteras, que nunca descuidó, y frente a las ambiciones de sus familiares,
como su tio Ishak. Y también gestionó, y ahí estuvo la clave, el poder de sus
generales turcos. Fatik se llamaba el primero en rebelarse contra él, como un
augurio de lo que estaba por venir, y llegó a tomar incluso la ciudad de Rei.
Pero la mayoría del ejército era todavía fiel a los samánidas. Y, ¿sabéis por
qué hay tan buen recuerdo del Emir Afortunado? Porque continuando con la labor
de mecenazgo de las artes, amparó al primer gran poeta persa de la era, Rudeki,
quien dedicó no pocos versos a la gloria de la casa de los samánidas. Es este
un personaje digno de ser conocido, pues se le considera el padre de la poesía
persa. Anterior a Firdowsi, y a pesar de que todavía se debate si era ciego o
no, Rudeki es el padre de más de un millón y medio de hermosos versos en lengua
persa.
Os dejo aquí algunos.
He visto un pájaro cerca
de la ciudad de Sarajs. Había
elevado su canción al
cielo. He visto un velo
tintado sobre él. Tantos colores había en el velo…Monedas acuñadas por los samánidas |
En
aquellos momentos, la estrella de los Búyidas, la más importante de las
dinastías dailamitas, le había elevado por encima de la de los Samánidas. Fue
la casa de los Búyidas la que llegó a tomar Bagdad de nuevo en “defensa del
califa”. Se convirtieron en sus nuevos protectores, por decirlo así, y este
legitimó su gobierno en todo Jurasán. A diferencia de los Samánidas, los
Búyidas sí se trabajaron a los califas, puesto contaban con la fuerza, pero no
con la legitimidad, que al fin obtuvieron. En unos años, a partir de Reï, los
dailami entraron en Jurasán y expulsaron a los samánidas. Nuh fue derrotado,
y vio sus dominios limitados a la
Transoxiana, al lugar de dónde habían salido.
Nuh falleció en el año 954, y de nuevo, tuvo que
ser sucedido por un niño de diez años. Imaginaos. El favorito de los generales
turcos. Se llamaba Abdul Malik, también conocido como Emir Rashid. Tuvo una
vida corta, aunque se dice de él que fue un gran jinete, y se le conoció como el
“Padre de caballeros”. Y los grandes generales que le rodeaban intentaron
recuperar Jorasán, pero los Búyidas para entonces eran demasiado poderosos,
aunque llegaron a firmar un tratado honorable, sin quedar sometidos a
Rukn-ad-dowleh. El “Padre de Caballeros”, aficionado a todo tipo de deportes
ecuestres, falleció tras una terrible caída, y el poder recayó en su hermano
Mansur bin Nuh.
Persia alrededor del año 1000. |
Fue con
él cuando otro general turco al servicio de los samánidas, llamado Alptekin, vio su oportunidad y se rebeló contra el nuevo rey en la ciudad
de Nishapur. Fue la intervención de las tropas de la frontera con la estepa las
que impideron que las tropas que el rebelde había llamado se unieran a él, y
Alptekin tuvo que huir hasta Ghazna. Allí recuperó fuerzas e hizo otra
intentona, y esta vez le fue mejor, pues fue nombrado gobernador en Nishapur.
Portaestandarte búyida |
Por
otro lado, Mansur de nuevo hacer frente a los Búyidas, pero sin éxito. Mantuvo, eso sí, una cierta estabilidad.
Falleció en el 976, con un reino recortado y una estrella en decadencia, tras
un reinado mediocre de trece años.
La
siguiente sucesión fue aun más
turbulenta. Said Abul Kasim dedicó sus primeros años a tomar las riendas de la
Transoxiana, por aquel entonces estaba revuelta y lo que es más peligroso: la
descomposición del estado samánida dejaba desprotegida la frontera esteparia.
Os contaré una anécdota. Abul Kasim tuvo que ser atendido
por un médico por una herida de gravedad. Le atendió un joven de 18 años. Un
médico brillante a pesar de su juventud. ¿Imagináis quién era? Pues sí. Ibn Sina,
o Avicena.
La
disputa más peligrosa, y que a la larga causó la caída de los samánidas, fue
entre el virrey de Jorasán, Tash, “
Espada del Reino”, nombrado por el propio Abul Kasim en el 981, y un hombre de
gran valía, y un cortesano con ansias de medrar, y con aspiraciones a ocupar el
lugar de los samánidas: Abul Hussein Simdjuri. Este resultó un hombre mucho más
hábil en el salón del trono, y consiguió que Abul Kasim desconfiara de Tash.
Simdjuri derrotó a Tash, y los siempre bien informados Búyidas lo acogieron.
Ese es otro de los rasgos de los reinos en decadencia: las figuras valiosas se
acaban marchando con el enemigo. “Espada
del Reino” fue amado y respetado entre los Búyidas, que le asignaron una provincia,
la Djordana. Mientras, Simdjuri y sus descendientes, victoriosos, en el
gobierno de Jorasán y contando con la confianza del samánida Abul Kasim, no
cesaban de conspirar en su contra. Cuando Simdjuri sufrió una apoplejía que lo
dejó en cama, su hijo Abu Ali rompió quizás el último tabú en el campo del “vale
todo” para ocupar el lugar de los samánidas. Envió mensajeros al norte, a la
frontera con la estepa. Allí había un pueblo túrquico que se había extendido
desde el corazón de China hasta el mar Caspio: los uigur. Y de toda su confederación,
la tribu de los Qarajaníes, llevaba ya un siglo con su kanato independiente
establecido. A principios del siglo X se habían convertido colectivamente al
Islam. Ilik Khan los guiaba, y Boghra
Khan era su lugarteniente. Pues bien, Abu Ali hizo un pacto con ellos para que
invadieran la Transoxiana. Abu Ali pensó
que Boghra Khan destruiría a los samánidas en la Transoxiana, y que mientras,
él, desde Jorasán, podría controlarlos o, al menos someterlos. Se disponían a
ser el pan y a convertir al pobre Abul Kasim en el una loncha de jamón de sándwich.
Miniatura de campamento estepario |
Abul
Kasim tuvo que huir de Samarcanda cuando Boghra Kan entró en la ciudad. Acompañado
por un reducido grupo de fieles, el desgraciado samánida pidió ayuda, inocente,
al propio Abu Ali, que había preparado su caída. Diplomáticamente, este le
respondió que no tenía medios para hacer frente a Boghra Khan. Pero entonces,
Abul Kasim tuvo una idea brillante. Se dirigió a Gazna, donde había aparecido
un nuevo líder que daría lugar a una gloriosa dinastía turca: hablamos de
Sebuktekin, fundador de la casa Gaznávida, y de su hijo Mahmud, el futuro
Mahmud el Grande. Sebuktekin y Mahmud son el equivalente turco a Filipo II y
Alejandro. Habían atacado en numerosas ocasiones los territorios de La India,
desde Gazna, en la actual Afganistán, y disponían cientos de elefantes de
guerra. Además, Sebuktekin había crecido
como líder en la órbita samánida, y el prestigio de la casa no le era
desconocido. Fueron ellos los que dieron
apoyo a Abul Kasim. No porque fueran buena gente, claro, sino porque Abul Kasim
los recompensaría con los territorios de Jorasán. Además, quien sostiene la
espada de un rey, puede también hacer que dicho rey se caiga sin querer encima
de ella. Los gaznávidas apoyaron a Abul Kasim y machacaron no solo a Abu Ali,
sino también al propio Ilik Khan, de los uigur. Los gaznávidas fueron el último
escudo de la casa de los samánidas, y Abul Kasim murió tras veintiocho años de
reinado, en el 997.
El joven Avicena |
Ya solo
quedan siete años de gobierno samánida. En ellos se sucedieron los tres hijos
de Abul Kasim. En resumen, el primero fue un necio cuya primera acción fue
humillar a Mahmud el Grande, y luego seguir molestando, hasta que uno de los
generales turcos le invitó a su casa y le sacó los ojos. Su segundo hermano,
Abdul Malik, quizás temiendo la ira del humillado Mahmud, se acercó a Ilik
Khan, y este, con la excusa de venir a visitarlo, entró en la Transoxiana con su ejército, asedió y tomó Bokhara y derrocó el último gobierno de los
samánidas, en el 999.
Pero aun quedaba un tercer
hermano. El único que sobrevivió. Huyó disfrazado junto a un pequeño grupo de
sirvientes de la caída de Bokhara. Se convirtió en un príncipe destronado. Sin
reino, sin tropas, vagó durante cuatro años buscando a alguien que lo ayudara a
recuperar para la casa de los samánidas sus antiguas posesiones. Se alió con
los turcomanos, venció en dos batallas a Ilik Khan, pero sin resultados
definitivos, y consiguió llegar y tomar
Nishapur. Finalmente fue derrotado por el jovencísimo hijo de Mahmud el Grande,
y sus hombres lo traicionaron, y lo entregaron a Ilik Khan. Murió finalmente
asesinado en el 1005, siendo prisionero de los qarajaníes.
Así se
extinguió la casa de los samánidas. Pero no así su legado. Porque en futuros
artículos veremos como su lugar en la Transoxiana fue ocupado por los
gaznávidas, y estos mantuvieron los principales rasgos del gobierno de los
samánidas, y de hecho, sería bajo su gobierno cuando el gran poeta persa
Firdowsi escribiera una obra sobrecogedora: “Shahnameh”, el “Libro de los Reyes”.
Aquel relato sería la cumbre de la poesía persa
y un canto a la gloria del pueblo iranio, que durante ciento cincuenta
años había recuperado el poder perdido frente a los árabes, y que veían que
iban a volver a perder en manos de los turcos. Turcos que, curiosamente, lejos
de borrar su legado, lo mantuvieron vivo y asumieron como suyo. Y cuando llegaron los Selyúcidas, la siguiente
dinastía turca, que gobernaría el Islam y a la que se enfrentaron los Cruzados,
mantuvieron también las formas samánidas, a través de sus vizires, sobre todo
Nizam-al-Mulk.
Oh,
Nizam-al-Mulk, por cierto, tuvo dos amigos muy especiales: el matemático y
poeta Omar Khayan, y Hassan Ibn Sabbah, también conocido como “el viejo de la
montaña”… El creador de la secta de los asesinos. Pero todo eso, como se dice,
es otra historia.
Duelo a mazazo limpio |
Esta
dualidad entre pueblo sedentario civilizado y tribu esteparia más salvaje se ve
también en el Shahnameh, en el que los grandes enemigos son los turanios, o “turans”,
que es el gentilicio precisamente de la estepa o “Turya”. El término se
aplicaba tribus turcas que habitaban la estepa más allá de la Transoxiana.
Batalla de Ghilmen |
Veamos ahora cómo representan los juegos de estrategia
histórica de estos ejércitos.
a)
En DBA, la lista es la III/43, opción c.
Consiste en tres peanas de Cv, una de ellas general. Estas peanas deberían
repartirse entre nobles persas y ghilmen turcos. Luego tiene una LH, caballería
ligera tribal, tipo túrcica o sogdiana, o incluso beduina podría encajar, puesto
que había tribus beduinas en Persia, que le asentaron durante la conquista. Una
peanan de elefantes, 3 de lanceros (acorazados mejor), y luego 3 peanas a
elegir entre 2Ps o 4Bw, que representan a los arqueros regulares de las
ciudades. La última es una peana de 4Ax, que representan a los feroces mercenarios
dailami, de los que ya hablamos.
Ghilmen |
b)
En FoG, las reglas representan mejor las
diferencias entre la caballería acorazada, pues los nobles son irregualres y
los ghilmen, regulares. Los lanceros son de tipo defensivo, lo habitual en las
listas islámicas, pero tienen la particularidad de poder ir acorazados. La
lista está en el libro Decline and Fall. A mí me encanta ese libro. También
tiene caballería ligera beduina, muy interesante, tipo “lancer”. Muy bonita,
por cierto.
c)
En AdlG, es la lista 137. No se diferencia tan
bien entre las habilidades, pero sí permite subir algunos a élite. Luego permite enrolar los diferentes tipos de
ligera: con arco (jorasaní), con arco élite (turca) y ligera impacto (beduinos).
También tiene los dailami como infantería media, impacto y élite, y luego otras
medias de diferente calidad. Incluso algunos jabalineros afganos. Y la lista de
aliados está muy bien: ziyáridas, Turcos en Asia central, Gaznávidas… Me
chiflan los gaznávidas.
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