viernes, 5 de octubre de 2018

Familia y honor en la antigua Escandinavia


Familia y honor en la antigua Escandinavia

La estructura social del nórdico antiguo estaba vinculada a la familia o tribu. Como elemento nuclear importantísimo, único módulo jurídico y político, fundamentó las leyes, costumbres, usos y la vida misma. A pesar del profundo concepto de individualidad nórdico, la persona no podía entenderse aislada, fuera de la pertenencia a un grupo familiar. Varias familias vivían y trabajan en la misma hacienda, compartían la sala, los quehaceres, la fortuna y las desgracias. Esta familia extendida consistía en el cabeza de familia y su esposa, sus hijos, los familiares consanguíneos y políticos, los granjeros o jornaleros que trabajan en la hacienda, los sirvientes y sus familias, además de los esclavos. Una hacienda típica podía haber consistido en un grupo de diez a veinte personas, sin excluir la existencia de granjas pobres mucho menores, una pareja de esposos, por ejemplo, o grandes y prósperas haciendas de decenas de personas.


Granja tipo escandinava. Fuente: www.newingtonnswn.edu.au
Los estratos en los que se dividía la sociedad: libres y no libres, ricos y pobres, hombres y mujeres. Todos estaban reflejados en la organización de la hacienda. Las duras condiciones de vida, el rigor climático, las enfermedades y plagas, así como la violencia del periodo condicionaron la esperanza de vida (unos veinte años) con una mortandad infantil del cincuenta por ciento. Según estimaciones arqueológicas, se trató de una población muy joven. La mitad eran niños menores de quince años. Un quince por ciento tenía más de cincuenta años. Tan solo un dos por ciento vivía más allá de los sesenta.

Grupo familiar. Fuente: www.hurttin.com
En el período vikingo, el honor, la familia y el linaje eran de crucial importancia. La sociedad estaba unida por una serie de tradiciones y normas, cuyo incumplimiento suponía la pérdida del honor y de la aprobación de la sociedad. El concepto de honor, muy diferente al de otros lugares o periodos, resultó de gran importancia como constructor social. En una comunidad como la antiguo-nórdica, que no contaba con un gobierno centralizado, una policía, un órgano ejecutor, en definitiva, la propia seguridad personal y de bienes recaía en el individuo, en su familia, aliados y amigos. La buena consideración social, vinculada de manera imprescindible a la reputación y al honor como una medida de la credibilidad social, era necesaria para asegurarse los apoyos imprescindibles para la propia supervivencia. Sin un sistema escrito, donde todo contrato o pacto era verbal, el cumplimiento de la palabra dada se convirtió en un requisito importante. Toda interacción social estuvo condicionada por la percepción social del honor.

El honor personal se logró a través de atributos particulares, como el coraje, la astucia, la generosidad y el compañerismo, pero trascendió al individuo, ya que alcanzaba y construía la reputación familiar. Los actos personales influían en su honor y en el de su familia. Se trataba de una herencia recibida de los ancestros y un presente para los sucesores, por lo que deseaban preservarlo y enriquecerlo en lo posible con las propias acciones. Se le otorgó, además, gran importancia a la reputación dejada tras la muerte, considerada como la más importante dote; una garantía de pervivencia. El honor trasciende a la persona y a su propia vida. Fama y reputación son todo lo que perdura tras el fallecimiento.
Rito familiar. Fuente: www.historyweddingblogspot.com

Por todo ello, se desarrolló un celo casi excesivo y puntilloso en la observancia de la propia dignidad y se esperó que cualquier merma del honor, independientemente de su magnitud, se corrigiera a toda costa. El deshonor, entendido como el quebranto del estado de dignidad personal, ocurre cuando un individuo sufre algún tipo de injuria sin la exacta retribución o compensación, y daña, por extensión, la honra familiar, la dignidad heredada de los antepasados y el propio legado. En una sociedad tan hipersensible con el asunto, toma muchas formas: ataque físico, sobre todo si implica derramamiento de sangre, robo, daño a la propiedad, reparto no equitativo de ganancias o recursos, trato injusto en los negocios, insultos, calumnias, comentarios licenciosos, faltas de respeto de diverso tipo y, en general, casi cualquier cosa que el ofendido considere impropio del trato que cree merecer.

La ley trata de regular estas situaciones y recoge extremos que resultan llamativos, como sancionar el ensuciar la ropa de otro, o exigir un duelo, o el asesinato del injuriador por determinados insultos verbales, so pena de severos castigos al consentidor. En el caso de ciertas injurias, era aceptable una compensación económica acorde al daño. Otras permitían o exigían un duelo. En algunas situaciones no solo la costumbre, también la ley permitía una venganza violenta. Lejos de resultar un despropósito, este delicado y complejo sistema de observancia del honor y gestión del deshonor, desarrollado por la ley y la costumbre, tuvo pleno sentido en su contexto y reguló de manera bastante efectiva los conflictos sociales en su circunstancia geográfico-temporal.
Duelo judicial. Fuente: www.ancientpages.com
La venganza no era un castigo contra la persona que infligió el daño. Se trataba de una reparación del honor, personal y familiar, de la persona agraviada. No resarcía un daño, restauraba un estado alterado, como explicamos más arriba, por lo que no era de necesaria ejecución sobre el ofensor, ni implicaba proporcionalidad en la respuesta. Así pues, una desavenencia por lindes de pasto podía saldarse con la «confiscación» de unas cuantas vacas. Esta apropiación tenía como respuesta de la otra parte el asesinato de un siervo, acto retribuido con el asesinato de un familiar lejano que nada tenía que ver con el conflicto, para desembocar en una escalada de violencia (asesinatos, quema de granjas) que cada vez implicaba a más miembros de la comunidad.

Como una venganza de estas características tiende por su propia naturaleza a intensificarse continuamente, involucrando a más y más personas en sus lazos de odio y derramamiento de sangre, es beneficioso para la sociedad misma desarrollar mecanismos limitantes para proteger no solo a sus miembros y familias individuales, sino también a la sociedad como un todo. La costumbre, la conservación continuista del poder en torno a linajes tradicionales que podían moderar con su influencia el conflicto, las leyes, el impulso legislativo y ordenador de los régulos y reyes, la construcción de una moral contraria al exceso vengativo y la posterior influencia de la Iglesia, trabajó para canalizar y contener las situaciones desmedidas.

Muestra la literatura, no siempre exenta de intención moralizadora, política e incluso doctrinal cristiana, un gusto enorme por estos asuntos de honor y venganza, siendo fundamento de la gran mayoría de las sagas históricas.


Krake

No hay comentarios:

Publicar un comentario