Saludos.
Habíamos dejado a Aníbal victorioso tras el encuentro de Tesino y a
Publio Cornelio Escipión senior lamiéndose las heridas mientras se
retiraba a un entorno donde esperaba estar más protegido, esperando
a que el ejército de Tiberio Sempronio se reuniera con él en las
proximidades del río Trevia.
Antes
de seguir, tenemos que entender los problemas a los que se enfrentaba
Aníbal. El general cartaginés había concebido un audaz plan para
invadir Italia por tierra, llevando elefantes a través de los Alpes,
y lo había conseguido. Su estrategia había sido, por lo tanto,
llevar la guerra hasta el país de los romanos. Pero ahora ya estaba
allí y necesitaba convertir esa estrategia general en acciones
tácticas, prácticas y contundentes, pues que sabía que, si bien
el apoyo galo era importante, estos eran volátiles y la inacción o
la derrota los llevaría a desertar. Una ven en Italia, Aníbal no
tenía un plan completamente desarrollado, como sí lo tenía al
cruzar los Alpes. A partir de ese momento debía improvisar,
reaccionar a las oportunidades que fueran saliendo para derrotar a
los romanos y, sobret odo, hacerlo lo más rápido posible. Por eso,
lo que encontraréis a continuación es el relato de una de las
campañas más asombrosas de la Historia. Aníbal necesitaba ser
asombroso.
Batalla
de Trevia
Cuando
Tiberio Sempronio llegó donde Escipión, unos galos de lealtad
dudosa, le pidieron ayuda en contra de Aníbal. Envió entonces una
avanzadilla que se encontró con otra avanzadilla cartaginesa,
lucharon y la pusieron en fuga, persiguiéndola hasta su campamento.
Aníbal retuvo a sus tropas sin dejarlas salir a pesar de que la
vanguardia de Tiberio había quedado muy cerca tras la persecución.No
quería entrar en batalla sin un plan que le asegurara la victoria.
Sempronio aprovechó la aparente cobardía enemiga, así como la baja
de Escipión, para intentar llevarse la gloria de la primera victoria
contra Cartago en esta guerra. El cartaginés supo leer bien las
intenciones de Escipión en las patrullas y posiciones que tomaba el
ejército de Sempronio, que acampó cerca, al otro lado del río,
tras llegar a las posiciones adquiridas por la vanguardia, y
necesitado también de un golpe de mano, planeó la batalla para el
día siguiente.
Había
una llanura entre ambos campamentos, junto al río Trevia, muy
despejada, por la que circulaba un riachuelo en cuya ribera crecían
grandes zarzas y otras plantas muy tupidas. Esa noche emboscó allí
cien jinetes y otros tantos guerreros de infantería ligera. Si la
lucha tenía lugar donde él quería, el riachuelo quedaría a la
retaguardia romana.
Despliegue inicial. Fuente: Autor |
Por
la mañana, muy temprano, antes de que los romanos desayunaran,
Aníbal envió a los númidas a acosar el campamento enemigo.
Sempronio respondió enviando a su propia caballería y a los
velites, su infantería ligera. Mientras, los cartagineses salieron a
campo abierto y formaron su infantería pesada. Sempronio tuvo que
sacar así a sus legiones, que tuvieron así que cruzar el río
Trevia, ateridos de frío y sin haber comido.
Las
escaramuzas iniciales terminaron. Aníbal había desplegado toda su
infantería pesada en el centro y diez mil jinetes repartidos en las
dos alas, con los elefantes entre ellos.
Los
romanos formaron como siempre, con las legiones en el centro y sus
caballerías en las alas. Su infantería ligera formaba delante, pero
habían sido los primeros en entrar en combate por la mañana y no
tenían muchos proyectiles ni energías. Tras los encuentros de las
ligeras, las infanterías pesadas chocaron.
Los frentes chocan.Las alas de caballería chocan en los flancos. Fuente: Autor |
Entonces
Aníbal puso en fuga a la caballería romana en ambas alas enemigas,
pues entre los elefantes y sus jinetes, tenía superioridad
manifiesta. Después, mientras algunos escuadrones perseguían a la
caballería en fuga, el resto atacaron el flanco de la infantería
romana, que comenzó a pasarlo verdaderamente mal. Y en ese momento,
salieron las tropas embocadas y atacaron por la línea de
retaguardia. Así dejó totalmente rodeado a los romanos.
Estos
no cedieron rápido. El frente romano que luchaba contra los galos,
venció a estos y los puso en fuga, y pasaron a liderar una retirada
ordenada, sometidos un acoso continuo que les costó muchas vidas. La
caballería puesta en fuga fue diezmada al intentar cruzar el río,
por su parte. Al final solo unos pocos llegaron a Placentia, haciendo
gala de una extraordinaria resistencia y moral. Pero el camino desde
el campo de batalla hasta allí estaba sembrado de cadáveres.
La caballería cartaginesa pone en fuga a la romana. Una parte los persigue, y otra carga contra los flancos. Las tropas emboscadas atacan la retaguardia romana. Fuente: Autor. |
Aníbal
estaba satisfecho. Había tenido bajas, pero casi todas eran galos, a
los que podía reponer sin problemas. Sus íberos y africanos no se
habían portado brillantemente. Eso sí, Trevia fue la última
batalla en la que pudo usar elefantes. Ese invierno se le murieron
todos menos uno.
Los
romanos regañaron a Sempronio. Tomaron más medidas, reforzando
posiciones. Cneo Emilio y Cayo Flaminio fueron nombrados nuevos
cónsules, y estos enviaron refuerzos a Sicilia y Cerdeña, porque
temían que Cartago, aunque no tuviera barcos, no podían confiarse
en ningún punto.
La sangrienta persecución en el paso del Trevia. Angus Mcbride |
Mientras
en Hispania...
Cneo
Cornelio, nombrado por su hermano comandante de la flota, costeó el
sur de la Galia y al fin desembarcó en Ampurias. La llegada de este
general, en el 218 a.d.C., marca la entrada de Hispania en la esfera
de Roma. Pusieron el pie en la orilla y sería para siempre.
Cneo
se dedicó a atraerse a los pueblos íberos al norte del Ebro,
conquistando a los que se le resistían. El general Hannón,
designado por Aníbal para controlar esta región, le plantó batalla
pero fue derrotado. Su rico bagaje, que tenía como objeto equipar
futuros refuerzos para Aníbal, cayó así en manos romanas.
Cneo Cornelio desembarca en Hispania. |
Asdrúbal
acudió en ayuda de Hannón desde el sur. Cruzó el Ebro y descubrió
que los romanos habían desprotegido su flota, así que se lanzó por
sorpresa por tierra y la destruyó. Luego volvió a cruzar el Ebro
hacia el sur y comenzó a tomar posiciones para contener a los
romanos en la ribera sur. El encuentro inicial fue un empate táctico,
pero estratégicamente, Cneo había cortado el camino para enviar
refuerzos por tierra a Aníbal.
Cneo
invernó en Tarraco, mientras Aníbal veía morir a sus elefantes
durante el frío invierno y Publio Cornelio se lamía las heridas en
Placentia.
Invasión
de Etruria y batalla de Trasimeno.
Al
verano siguiente, el cónsul Flaminio avanzó y se plantó en
Etruria, esperando bloquear a Aníbal. Pero este, que ansiaba abandonar el territorio galo para que estos no se quejaran, y
pudieran también tener acceso a botines romanos, encontró un camino
secreto directo para invadir la Etruria a través de unos pantanos.
Un camino ignorado y despreciado por los romanos, porque nadie en su
sano juicio podría pensar en atravesar ese paso con un ejército..
En
verdad fue una parcha penosa, y se dice que Aníbal cruzó los
pantanos a lomos de su último elefante, lo que no le sirvió para
evitar una penosa infección en un ojo que terminó por dejarle
tuerto. Sus tropas sufrieron lo indecible. Durante tres días y
noches avanzaron sin poder detenerse, pues no tenían dónde
dormir,salvo sobre los cadáveres de alguna acémila que cayera
muerta de agotamiento. Los galos no dieron media vuelta y huyeron
porque Aníbal había tenido la precaución de cerrar la marcha con su
caballería cartaginesa.
Al
final salieron de los pantanos e invadieron Etruria más allá de la
posición que tenía Flaminio. Aníbal quería dar la impresión de
despreciar su amenaza, pues se había informado sobre el carácter
del cónsul. Supo que no tenía mucha experiencia militar y que
ansiaba sobre todo la popularidad y el prestigio que le
proporcionaría vencer a los cartagineses. Y Aníbal acertó. Cayo
Flaminio lanzó su ejército a perseguir a Aníbal sin aguardar las
fuerzas que Cayo Servilio tenía en Rímini, bloqueando otras de las
posibles salidas de Aníbal hacia el sur. Flaminio quería toda la
gloria para él. He aquí otro gran ejemplo de por qué Aníbal era
mucho más que un gran general: para él, el carácter de sus
oponentes era un factor estratégico más a usar según sus
intereses. Era, después de todo, un fenicio.
Aníbal
dirigió sus tropas al lago Trasimeno. Era este un lago que cerraba
el paso a un desfiladero. Sólo había un estrecho camino que
bordeaba el lago y permitía entrar en el angosto valle. El Bárquida
pasó por el camino y, una vez en el desfiladero, ocultó sus tropas
por las laderas, confiado en que Flaminio lo seguiría. Ya había
usado emboscadas en Trevia, pero en Trasimeno, Aníbal emboscó con
todo su jodido ejército.
Las tropas emboscadas en las laderas caen sobre la larga columna romana, que marchaba bordeando el lago. Fuente: Autor. |
Sus
tropas aguardaron escondidos toda la noche. A la mañana siguiente,
muy temprano, Flaminio ordenó marchar por aquel camino y penetrar en
el desfiladero. Y he aquí la genialidad del cartaginés: no reveló
la emboscada hasta que la larga columna romana estuvo totalmente
dentro del desfiladero. Entonces, sin espacio para maniobrar, en una
zona en la que unos pocos podrían estorbar a miles, el ejército
cartaginés cayó sobre ellos con un enorme rugido.
Polibio
cuenta que aquella fue una mañana neblinosa, y las columnas romanas
no podían verse unas a otras a lo largo del camino. Cuando los
íberos, galos y libios cayeron sobre ellos, ningún romano podía
saber qué estaba pasando. Sin poder apoyarse, ni maniobrar, allí
cayeron más de quince mil legionarios a espada o ahogados en el
lago. Fieles a su doctrina, la mayoría de legionarios no huyó. Se
mantuvo en su posición, pero sin formaciones ni órdenes ni
organización, los feroces soldados de Aníbal acabaron con ellos.
La agonía romana en Trasimeno. Fuente: Tuscanyumbria |
Fue
una derrota humillante y sangrienta. Y mientras los victoriosos
mercenarios de Cartago aun despojaban los cadáveres romanos, Aníbal
supo de la avanzadilla que había enviado Sempronio. Los emboscó con
su propia caballería, y en la sorpresa y persecución, acabó con la
mitad de la avanzadilla. El desastre para los romanos, tras perder a
un ejército consular y la caballería del segundo, fue total.
Comienza
el Giro d´Italia
Aníbal
no avanzó hacia Roma en aquella ocasión. Sabía que sus hombres
habían pasado muchas penurias. Los caballos estaban también
maltrechos. Así que se dirigió a la costa del Adriático. SE asentó
en una rica región y aprovechó para reponer fuerzas, mandar
mensajes a Cartago, repartir botines, reequipar sus tropas con el
equipo romano capturado, etc.
En
Roma, aterrados por las pérdidas sufridas, nombraron un dictador, un
cónsul único con plenos poderes. Hablamos de Quinto Fabio Máximo.
Y este adoptó una estrategia nueva por la que le llamarían el
«Procrastinador». ¿Recordáis cuando en «Astérix en Britania»,
César decide atacar a los britanos sólo de viernes a domingo,
aprovechando su descanso? Pues Quinto Fabio plantea algo parecido: si
Aníbal vence siempre en batalla, no lucharán más batallas. Así de
simple.
Tomó
el mando de cuatro legiones y se dedicó a seguir a Aníbal de cerca,
pero sin abandonar el terreno escarpado, evitando los llanos donde
pudieran forzarle a plantar batalla. Se limitaría a esperar una
buena oportunidad, o a atacar a las partidas de forrajeadores... El
tiempo corría a favor de Quinto Fabio, siempre bien abastecido Si
véis en un mapa la cordillera de los Apeninos, sus laderas les permitieron seguir la ruta de Aníbal por toda la zona costera, desde
el Adríatico hasta el Mar Tirreno.
En
primera instancia, Aníbal quedó perplejo. Él fue moviendo su
ejército hacia el sur, saqueando, tomando ciudades, aumentando su
enorme y rico botín, mientras los romanos se dedicaban a observarlo
desde lo lejos. Se paseó impunemente hasta la punta Yapigia,
llamando a las ciudades aliadas de Roma a levantarse contra la ciudad
del Tíber. Rebasó el lado este de los Apeninos y entró en Campania
y el país de los samnitas, hasta llegar a Capua. Aquellas tierras
eran el corazón de la riqueza de Roma, y su saqueo era especialmente
doloroso para Roma. Pero ni aun así, Quinto Fabio consintió en
ceder a las provocaciones de Aníbal. Esto le supuso enormes críticas
por parte de su propia ciudad.
Pero Quinto no cedió. Nótese que
algo así sólo puede ser gestionado por un político que considere
que su éxito no es permanecer en su puesto, sino cumplir con la
obligación que le había impuesto la ciudad al darle los poderes de
dictador. La popularidad de Quinto Fabio durante aquellas semanas
bajó al fondo de la Cloaca Máxima, pero él estaba seguro de su
estrategia, y no cedió.
El ejército de Aníbal en Capua. Fuente: Total War Wiki |
Sin
embargo, Quinto Fabio tenía un segundo, llamado Marco Minucio.
Aunque era leal, Minucio no tenía la entereza ni el estoicismo de
Quinto. Él sí veía su «hombría», su «honor» en peligro. Las
humillaciones a las que les sometían los cartagineses le escocían
de forma intolerable. Y llegó el día en que Quinto Fabio tuvo que
regresar a Roma, y dejó a Marco Minucio al mando...
Hispania
Al
comenzar el verano, Asdrúbal equipó sus cuarenta naves, preparó su
ejército terrestre y avanzó con todo hacia el norte. Cneo Cornelio
tuvo conocimiento de ello gracias a sus informadores íberos.
Consciente de las muchas tropas de Asdrúbal, decidió rehuir batalla
terrestre y combatir con su flota. Embarcó muchos soldados y se
lanzó contra ellos antes de que los cartagineses cruzaran el Ebro.
Fueron
las embarcaciones de Masilia las que avistaron a la flota
cartaginesa. Así salió Cneo a dar batalla naval. El combate tuvo
lugar en algún punto frente al delta del Ebro. Tras mucho tiempo de
combate igualado, los cartagineses fueron finalmente puestos en fuga.
Cometieron además el error de huir hacia tierra, dejando los barcos
en la orilla y saltando a las playas, para unirse al ejército
terrestre. Cneo sólo tuvo que acercarse a los barcos, lanzar garfios
y robárselos todos sin que los hombres de Asdrúbal pudieran
evitarlo.
Asdrúbal
se retiró veloz hacia el sur, y entonces Cneo Cornelio se decidió a
cruzar el Ebro por primera vez. Avanzó presto y llegó a Sagunto,
ciudad a la que puso sitio. Y aun sufrieron los cartagineses otro
revés del todo inesperado.
En
Sagunto permanecían todos los rehenes íberos con los que Cartago
confiaba en ganarse la lealtad de sus pueblos. Había también un
lídero íbero llamados Ábilix, que resolvió que el futuro estaba
con los romanos. Cuando Sagunto fue sitiada por ellos, convenció a
Bóstar, el jefe cartaginés de la guarnición, para que le entregara
los rehenes, que él los entregaría a los líderes íberos, que le
estarían por siempre agradecidos. Bóstar, que temía que si Sagunto
caía, esos rehenes podrían pasar a manos romanas, hizo caso a
Ábilix. Pero este, tan pronto como salió de la ciudad con los
rehenes, corrió al campamento romano y se los entregó,
explicándoles que si los entregaban ellos, se ganarían el favor de
los íberos que hasta entonces habían apoyado a Cartago.
Y
así fue como un íbero engañó una vez a un fenicio.
El
gran susto de Aníbal
Aníbal
penetró en Apulia con Marco Minucio pisándole los talones. Tomó la
ciudad de Gerunio y exterminó a sus habitantes, aunque no demolió
sus murallas pues la tomó como base. Se dedicó a seguir reuniendo
trigo y botín, aprovisionándose para el invierno siguiente. Minucio
decidió entonces bajar al llano a presentar batalla. Cuando Aníbal
lo vio, ordenó que solo salieran a forrajear un tercio del ejército.
El resto debería permanecer en el campamento.
Sin
embargo, puesto que Minucio no pareció tomar ninguna iniciativa,
Aníbal se arriesgó a volver a enviar dos tercios de su ejército a
forrajear en los días siguientes. Y Marco Minucio lo vio y atacó.
De repente, rodeó el campamento de Aníbal y le cortó su salida de
él, mientras con su caballería se dedicaba a perseguir las partidas
dispersas de forrajeadores, que fueron siendo pilladas aisladas y
vulnerables. Sin darse cuenta, el Bárquida había caído en su propia
trampa.
Ataque por sorpresa de Marco Minucio. Fuente: Wikivisuals |
Los
romanos rodearon su campamento, y les incitaban a salir y luchar. Su
audacia fue en aumento, y algunos romanos incluso subieron a la
estacada cartaginesa y les arrancaron algunas defensas. Los
cartagineses lo pasaron muy mal, y Aníbal tuvo que dejar que le
mataran a muchos valiosos e irreemplazables soldados que habían
salido a forrajear.
Al
final, su segundo al mando, que estaba en el exterior, reunió y
organizó a cuatro mil de los mercenarios y atacó a los romanos, lo
que Aníbal aprovechó para hacer una salida. Marco Minucio fue
rechazado, pero su retirada le sabía a victoria, pues sabía que
había hecho mucho daño a Aníbal.
Cuando
Quinto Fabio regresó, Minucio, ensoberbecido, se volvió intratable,
así que decidieron repartirse las tropas. A Quinto Fabio le daba
igual incluso el que el éxito de Minucio hubiera animado a Roma a
exigir una actitud más beligerante. Él seguía siendo el dictador y
se aferraba a su plan, consciente de que la responsabilidad última
era suya. Se establecieron en dos campamentos separados.
Aníbal
se enteró de esto a través de algunos prisioneros y lo explotó de
forma brillante. Había otro monte cerca rodeado de terreno
irregular. Allí emboscó tropas y por la mañana, subió a la luz de
día a la colina con su infantería pesada. Y Marco Minucio mordió
el anzuelo.
El
combate en aquella colina fue duro y largo. Aníbal fue llevando más
y más tropas para incorporarlas al combate, obligando a Minucio a
hacer lo mismo. Y cuando este ya tenía todas sus tropas
comprometidas en la lucha de la colina, los emboscados salieron,
rodearon a los romanos y comenzó la masacre.
Sólo
salvó del desastre total a los romanosel hecho de que Quinto Fabio
seguía sintiéndose responsable de aquellos legionarios y salió en
su rescate. Aníbal se retiró, pero para entonces, Minucio había
perdido la mayor parte de sus tropas. La herida en su orgullo casi
fue lo peor.
Y
entonces, llegaron a Cannas
Quinto
Fabio ejerció su poder y aplicó su estrategia esta el término de
su mandato, tras lo cual, este no fue renovado. Los nuevos cónsules
fueron Lucio Emilio Paulo y Cayo Terencio Varro.
Aníbal,
ávido de más victorias, abandonó Gerunio cuando llegó la
primavera y se dirigió hacia la localidad de Cannas, cuya ciudadela
tomó al asalto. Allí, en un campo de batalla que él había
elegido, decidió esperar a los romanos, enterado de los nuevos
nombramientos y de la no prolongación de la dictadura de Quinto
Fabio. Aníbal sospechaba que iban a cambiar de nuevo de estrategia e
iban a ir a por él.
Cneo
Servilio había sivo designado por los cónsules para dirigir cierto
número de tropas, con la misión de seguir a los cartagineses, estorbarle y
dificultar su forrajeo, pero no de entrar en batalla. Cuando este
llegó a Cannas, los cónsules estimaron que el lugar era óptimo
para enfrentarse a él. Reunieron entonces ocho legiones aumentadas,
que habían estado entrenando todo el año, y se dirigieron hacia
aquel campo.
Cuando
las noticias de dicho ejército llegaron a Aníbal, se alegró,
porque llevaba a los romanos a su terreno. Él disponía sólo de
30.000 soldados que hablaban una multitud de lenguas distintas, pero
él era un líder extraordinario, y había sangrado con sus hombres.
Todos y cada uno de aquellos soldados era un curtido veterano.
Aníbal, aunque corto de recursos, confiaba plenamente en la
victoria.
El
general cartaginés esperó a los romanos en la llanura de Apulia,
cerca de Cannas, una importante ciudad romana. Así se aseguró que
no saldrían suministros de esta ciudad hacia el ejército consular,
por lo que los forzaba a atacarles. Cuando el ejército romano se
acercó a la posición de Aníbal, vio que éste los esperaba en la
margen izquierda del río Efido. Aquel día comandaba Lucio Emilio
Paulo, quien, observando a Aníbal, decidió que la posición no les
favorecía, y no ordenó atacar. Sin embargo, al día siguiente
comandaba Terencio Varro, cuyo carácter era bastante más arrojado e
insensato, y aceptó la batalla que planteaba Aníbal. Comenzó así
un día aciago para Roma.
Despliegue inicial. Fuente: Autor |
El
ejército romano ordenó en varias líneas sus legiones manipulares:
al frente las tropas ligeras, seguidas de los hastati y los prínceps,
legionarios equipados con gladius, escudo, cota de malla y jabalinas.
La última línea era la de los Triari, los más veteranos. El fondo
de la formación se aumentó mucho, de manera que los soldados
acabaron conformando un cuadro enorme, con un frente relativamente
reducido, similar al presentado por Aníbal. A ambos flancos situaron
la caballería. El río quedó en su flanco derecho. Varro intentaba
presionar el centro cartaginés, pues sabía que durante la batalla
de Trebia, las legiones ya habían conseguido romper la línea
cartaginesa por ahí.
Aníbal,
que contaba con menos de la mitad de soldados, volvió a adaptar la doctrina cartaginesa para luchar contra Roma, esa que ya vimos en la Primera Guerra Púnica y en la batalla de Trevia. No tenía elefantes, y su infantería estaba muy mermada, así que no podía contar con formar un centro muy fuerte. Pero supo convertir su debilidad en fortaleza. Formó en una delgada línea. En el centro,
él, a pie, se situó entre los íberos y celtas. Eran
tropas fieras, pero con menos capacidad de mantener la lucha que los
legionarios romanos. En los extremos de su línea situó a sus
lanceros cartagineses y libios, la verdadera infantería pesada
cartaginesa. Finalmente, su caballería también se colocó repartida
a ambos lados de la formación, enfrentada a las dos alas de
caballería romana. Luego, Aníbal curvó el su línea de tropas
auxiliares hacia delante, en forma de media luna, y adelantó a los
hostigadores.
Al
fin dio comienzo la batalla. Los hostigadores de ambos ejércitos se
enzarzaron en una lluvia de proyectiles, hasta que las tropas ligeras
romanas fueron repelidas. A continuación, el cuadro romano entre
avanzó. La tierra temblaba con el paso uniforme de ochenta mil
legionarios avanzando hacia los cartagineses. Aníbal gritó las
últimas instrucciones en los segundos inmediatamente anteriores a la
carga romana, y por fin, miles de gargantas rugieron y se lanzaron al
combate.
Los frentes colisionan. Fuente: Autor. |
Los
frentes colisionaron. Las jabalinas de los legionarios silbaban
mientras la primera fila acuchillaba sistemáticamente. Fue entonces
cuando los legionarios descubrieron la terrible hoja de las espadas
íberas. Las tropas del centro cartaginés buscaban pegarse a los
escudos de los legionarios, y entonces los legionarios veían como la
punta de una corta espada de acero terriblemente duro les entraba por
los riñones. Esta espada, el gladius ibérico, sería adoptada por
el ejército romano hasta la época imperial, pero eso es otra
historia.
El
combate se recrudecía, pero el mejor equipamiento de los romanos se
hacía notar. Entonces llegó el momento de Aníbal. Las dos alas de
la caballería cartaginesa se lanzó hacia la caballería romana de
cada flanco enemigo. Los númidas eran excelentes jinetes, y sus
rápidas monturas los mantuvieron a distancia de los jinetes romanos
mientras los hostigaban con jabalinas y lanzas, mientras que la
caballería pesada cartaginesa se lanzó hacia la romana de manera
imparable. Los romanos no tenían por entonces una caballería de
mucha calidad, y no fueron rivales para unos guerreros que, en su
mayoría, habían aprendido a montar antes que a andar.
El frente romano se desordena persiguiendo el retroceso cartaginés. Los lanceros africanos rodean los flancos de la legión. Fuente: Autor. |
La caballería cartaginesa cierra el cerco y comienza el exterminio. Fuente: Autor. |
La
huida de la caballería romana había dejado los flancos romanos
desprotegidos. Entonces, Aníbal dio la orden de replegar su línea.
Paso a paso, sus mercenarios íberos y celtas mantuvieron la
formación mientras su frente convexo se curvaba hacia tras, formando
de nuevo una media luna, pero invertida. Así, el cuadro romano se
lanzó hacia delante, creyendo que los cartagineses cedían terreno
porque estaban siendo vencidos. En su impetuoso avance, las
formaciones comenzaron a abrirse y a estorbarse unos a otros. Y
Aníbal reveló su golpe maestro: los lanceros cartagineses y libios,
su infantería pesada de élite, que estaba en los flancos de la
infantería cartaginesa, comenzó a avanzar superando el curvado
frente romano, llegando así a contactar con los dos flancos
enemigos. Así bloqueado por el flanco, mientras el centro romano
seguía estirándose, los legionarios comenzaron a sentir verdadera
presión, porque Aníbal ya no ordenó retroceder más, sino avanzar,
avanzar y presionar por todo el frente. Los romanos comenzaron a
flaquear cuando entre la formación se fue corriendo la voz de que
estaban rodeados. Atrapadas, las formaciones intentaban retroceder,
pero se entorpecían mutuamente. El espacio entre los soldados se fue
cerrando y cerrando, mientras el sol los calentaba, el polvo los
asfixiaba y cegaba y la sangre de sus compañeros les hacía
resbalar. El pánico se propagó rápidamente, pero ya era demasiado
tarde, porque la caballería cartaginesa, que se había reagrupado,
volvió a aparecer en la retaguardia romana, y cargó. El cuadro
estaba cerrado por todos sus lados, y de allí ya no saldría ningún
romano vivo. Los gritos de dolor y de miedo fueron aumentando y
pronto superaron a las órdenes que los oficiales chillaban en vano.
Ya no eran soldados, sino simples ciudadanos aterrados. Eran niños
que lloraban llamando a sus madres mientras intentaban en vano
despertar de una sangrienta pesadilla, que se arrancaban los cabellos
con sus manos y cavaban en el suelo para introducir la cabeza en un
vano intento de dejar de ver el horror a su alrededor. Se aplastaban
unos contra otros, pisoteaban a sus propios amigos si caían al
suelo, mientras las espadas, lanzas y hachas de los soldados de
Aníbal se iban abriendo paso golpe a golpe, vida a vida. Mientras,
Aníbal, el primero entre sus hombres, no dejaba de gritar y de
animar a sus soldados. No habría prisioneros. Roma debía ser
derrotada aquel día, derrotada y humillada para que nunca volviera a
levantarse. Tardaron horas en matar a espada a los legionarios uno a
uno.
Aquel
día, casi cincuenta mil romanos perdieron la vida, en
una de las batallas más sangrientas de la Antigüedad. No sólo
murieron ciudadanos. Ochenta senadores, el cónsul Emilio Paulo, dos
cuestores y veintinueve tribunos, además de los cientos de
experimentados centuriones. Desde Roma se elevó un lamento como
nunca antes se había conocido.
En la próxima entrega cerraremos la serie, con la aparición en escena del gran Publio Cornelio Escipión, hijo de Publio Cornelio Escipión senior y sobrino de Cneo Cornelio. Aquel a quien la histoira nombraría como "Africanus".
Porque no incluíste Ager Falernus?
ResponderEliminarMmmmm, en la web satrapa1.com tenían la historia de los alrgos años de luchas de Aníbal en Italia, que no suelen contarse.
Estará aun en archive.org?
Brrrr, debería haber guardado la web era buenísima.